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La historia del único sobreviviente de un grupo de ucranianos capturados por soldados rusos

Ivan Skyba logró escapar a Polonia con su familia, a pesar de ser secuestrado por soldados rusos los primeros días de la guerra en Ucrania.

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El sobreviviente perdió a varios de sus amigos en el ataque. Foto: BBC

Ivan Skyba es el único sobreviviente de un grupo de ucranianos que fueron interceptados por soldados rusos en Bucha, una ciudad del país invadido por Vladímir Putin. Ahora cuenta su historia a la BBC y todo lo que tuvo que pasar para salir de ahí con vida.

Todo comenzó la madrugada del 24 de febrero. Ivan conducía su taxi en Kyiv y oyó explosiones, pues había empezado el ataque ruso en su país. Condujo rápidamente hacia Brovary, donde vivían, y de allí a Bucha, donde su esposa e hijos estaban visitando a su madre. La familia se quedaría allí hasta que tuviera un plan para escapar.

Tres días después, el 27 de febrero, los rusos abordaron una zona cercana. “Circulaban rumores de que se acercaban a Bucha. Empezamos a organizar refugios en los sótanos, llevando cosas allí”.

Ivan Skyba y su amigo Svyatoslav Turovsky, padrino de su hija Zlata, oyeron que algunos hombres que habían luchado en la región oriental de Donbás contra los separatistas respaldados por Rusia y que estaban formando una unidad de la Fuerza de Defensa Territorial para proteger a las comunidades locales en tiempos de guerra, por lo que decidieron unirse.

“Estábamos de servicio en los puestos de control, comprobando documentos y asegurándonos de que la gente no llevara armas. Ayudábamos a organizar la salida de gente porque conocíamos la zona”, dice Skyba a la BBC.

Estuvieron aguantando sin temor en la zona hasta el 3 de marzo, cuando los soldados rusos ingresaron con fuerza al lugar. Inmediatamente, Ivan y los demás comenzaron a alejar los autos de la trayectoria del avance enemigo, mientras los agentes de guerra disparaban indiscriminadamente.

“Podíamos oírles a ellos y el movimiento de su equipamiento. Estábamos rodeados”, recuerda el ciudadano de Ucrania.

Él y sus compañeros permanecieron sentados en el piso por unas horas. A las 11.00, dos cámaras de videovigilancia captaron cómo los soldados dirigían a los ucranianos por la calle Yablunska. Cada uno tenía una mano en el cinturón del hombre de delante y la otra en su propia cabeza. Los alinearon contra una pared al lado de la base rusa y los obligaron a arrodillarse para golpearlos con los rifles y maltratarlos verbalmente.

Fueron matando a sus amigos uno por uno. Luego, Ivan y las personas que quedaban fueron conducidos a un pequeño patio. Mientras caminaba escuchó a los rusos burlarse de sus víctimas. “Estaban disfrutando de la ejecución, usando palabrotas, diciendo: ‘Eso es todo. ¡Es kapooey (muerte) para ti!’”.

Ivan Skyba sintió que el tiempo se acababa. A última hora de la tarde del 4 de marzo, dos de los ocho individuos capturados con él habían muerto a tiros.

“Los rusos comenzaron a hablar entre ellos sobre lo que harían con nosotros. La conversación fue la siguiente: ‘¿Qué haremos con ellos?’. El segundo hombre dice: ‘Acaba con ellos, pero sácalos para que no estén tirados aquí’”.

Skyba entendió que iba a morir y se despidió de sus amigos. En ese entonces, uno de ellos, de repente, decidió escapar, pero recibió un disparo de inmediato. Entonces los rusos abrieron fuego contra los demás.

“Sentí que una bala me entraba en el costado”, rememora el ucraniano. “Me hirió y me caí”.

Sin embargo, Ivan no murió. Se quedó quieto y esperó que todo ellos se fueran. Cuando sintió que se habían ido, se fijó en que no había nadie y, para su suerte, fue así. En ese momento se dispuso a escapar a una casa abandonada.

Dentro de ahí, el sobreviviente se curó la herida y se vistió con la ropa que dejó el dueño, pero algo más lo esperaba.

En el lugar había varios soldados rusos que descansaban en la casa. Lo vieron y le preguntaron qué hacía ahí. Él atinó a comentarles que era el dueño de la vivienda y que su familia había sido evacuada, pero estos le preguntaron sobre sus heridas, a lo que Ivan respondió que fueron por las bombas.

Los guerreros rusos le creyeron su historia y lo dejaron ir. Llegó a la base y pudo curar sus heridas. Para su buena suerte, ninguna de las tropas que lo encerró lo vio regresar o lo reconoció, por lo que pudo llegar al búnker del edificio con los refugiados y, después de algunos días, se le permitió irse.

Ivan encontró a su familia, aún refugiándose de la guerra, en casa. Finalmente, pudo huir de Ucrania a Polonia, pero no de las heridas mentales que le dejó ese episodio en Bucha.