Salvador Ramos, de 18 años, irrumpió en la escuela Elemental Robb, en Uvalde (Texas), el último martes 24 de mayo, acabando con la vida de 22 personas: 19 niños y tres adultos. Poco después, Ramos, que era un vecino de la localidad, fue abatido por los agentes de Policía que acudieron al lugar de los hechos. Según declaraciones de los bomberos, habrían tardado media hora en hacerlo.
Esta mañana, la madre de Salvador declaró para ABC News que su hijo “no era un monstruo”, pero que podía llegar a “ser agresivo”.
“Tenía una sensación incómoda a veces”, dijo Adriana Reyes al corresponsal del citado medio, Matt Gutman, en una entrevista en su casa. “Él podía ser agresivo...si realmente se enojaba”, continuó.
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El hijo de Reyes habría comprado dos rifles de asalto a los pocos días de cumplir 18 años, los cuales utilizó para ejecutar el segundo tiroteo escolar más grande de la historia, que además de las 22 víctimas mortales, dejó 17 heridos.
En esa línea, Adriana mencionó que sentía simpatía por los niños asesinados y por los padres que lloran su partida. Además, hizo hincapié en que no pudo prever el suceso, puesto que desconocía que su hijo estaba comprando armas.
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“Esos niños… no tengo palabras”, dijo Reyes entre lágrimas. “No sé qué decir sobre esos pobres niños”.
En tanto, algunos compañeros de clase señalaron a ABC News que Ramos era conocido por pelear y amenazar a sus compañeros. Asimismo, mencionaron que exhibió un comportamiento cada vez más perturbador en los últimos dos años.
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El padre de una de las víctimas de la masacre de Texas, donde fallecieron 21 personas, manifestó que la Policía no los dejó ingresar al centro educativo tras el inicio del tiroteo para recoger a sus niños.
“Éramos cinco o seis padres oyendo los disparos, y los agentes nos decían que retrocediéramos”, contó el progenitor a The Washington Post. “No nos preocupamos por nosotros. Queríamos asaltar el edificio. Decíamos: ‘Vamos’ porque así de preocupados estábamos y queríamos sacar a nuestros bebés”, concluyó.
Miah Cerrillo es una de las supervivientes de la masacre en Texas. La pequeña de 11 años vio morir a sus amigos e hizo lo impensado para salvar su vida. La menor se hizo pasar por muerta y se cubrió con la sangre de una de sus compañeras para no ser atacada por Salvador Ramos, ejecutor del tiroteo.
La niña recibió dos impactos de bala en la espalda de los que ya se viene recuperando.