La masacre del aeropuerto de Kabul, que dejó mas de 160 muertos tras un atentado en las puertas de la terminal durante las evacuaciones, es no solo el primer ataque desde la caída de Afganistán en manos de los talibanes, sino también para algunos su primer gran fracaso.
Pese a las alertas de seguridad de los Gobiernos extranjeros, y los informes de inteligencia, las escenas del aeropuerto, con decenas de cuerpos sin vida esparcidos en la periferia del recinto, evidenciaron la incapacidad de los fundamentalistas para asegurar el país ante amenazas terroristas.
Esta fue justamente una de las promesas de los talibanes en febrero del año pasado cuando acordaron con Estados Unidos la retirada de las tropas internacionales: no permitir que el suelo afgano fuera usado como base terrorista.
“Los talibanes dijeron que no permitirían que nadie amenace a ningún otro país, lo prometieron repetidamente, pero hay una diferencia entre no permitir y no ser capaz de prevenirlo”, subrayó a EFE el investigador de asuntos de insurgencia Tameem Bahiss.
Aunque aquella promesa haya sido genuina, “genuino no es importante en este punto, ser capaz sí lo es, ¿serán capaces de prevenirlo?”, de nuevo, cuestiona el experto afgano, que señala esta como una grieta del sistema de seguridad talibán.
El ataque reivindicado por el Estado de Khorasan, la rama afgana del Estado Islámico (EI), fue cometido por al menos un atacante suicida camuflado entre la multitud, pese a las decenas de puestos de seguridad en la ciudad y miles de soldados estadounidense dentro de la base aérea.
El atentado estalló en la cara de los estadounidenses y de los talibanes.
“La seguridad había sido uno de los mayores logros reivindicados por los talibanes, que con frecuencia se jactaban de cómo pudieron dar seguridad a muchas áreas inseguras”, subraya Bahiss.
Sin embargo este es ahora el punto débil del aún no nacido gobierno de los islamistas, que llevan 12 días en el poder y aún están en conversaciones para la conformación de su administración y el reparto del poder.
Todos esperaban que el desafío de los talibanes fuera cómo gobernar Afganistán, pero ahora es también el de si sabrán proporcionar seguridad, señala Bahiss, quien considera que esto “se está volviendo difícil” para los talibanes.
El también experto en asuntos de yihadismo Abdul Sayed apunta lo ocurrido como parte de un plan del Estado de Khorasan para “una nueva fase de guerra”.