Annalee Newitz, periodista, editora y autora estadounidense, que ha escrito para las revistas Popular Science y Wired, en su más reciente libro Four Lost Cities: A Secret History of the Urban Age (Cuatro ciudades perdidas: una historia secreta de la era urbana) describe a la antigua ciudad de Cahokia, como la ciudad de “las fiestas salvajes”.
Según la autora, este asentamiento carecía de un mercado permanente, lo que desbarata la suposición de que el comercio era la principal actividad de la urbanización. “Cahokia era realmente un centro cultural más que un centro comercial. Me sigo preguntando: ¿dónde comerciaban?, ¿quién estaba ganando dinero?”, señala Newitz.
En el libro, Newitz detalló que los constructores de Cahokia crearon estructuras y espacios públicos dedicados exclusivamente a reuniones masivas, lugares donde las personas tenían experiencias colectivas. Lo más espectacular de todo fue la gran plaza de 20 hectáreas, donde 10.000 o más personas podían reunirse para celebraciones en un espacio rodeado por pirámides de tierra.
Las fiestas duraban días, la comida y la bebida era llevada a la ciudad por un ejército de cocineros que alimentaba a las personas que llegaban para las festividades. Mientras que los visitantes dormían en viviendas temporales o en casas de amigos y se dirigían a la plaza para bailes, bendiciones y otros eventos.
Hace 1.000 años, esta antigua ciudad de la cultura misisipiana, ubicado cerca de la moderna ciudad estadounidense de St. Louis, Missouri, era famosa por sus impresionantes festejos, que duraban días.
Cahokia se trató de un sitio cosmopolita de lenguaje, arte y espiritualidad cuya población podría haber llegado a las 30.000 personas, en el año 1050; convirtiéndola así en mayor de lo que era, en ese entonces, París en Francia.
Tras excavar en sus antiguos pozos de desechos, los arqueólogos encontraron 2.000 cadáveres de ciervos de un solo festín social. Se ha descubierto que multitudes colmaban el espacio en las plazas, mientras tomaban bebidas con cafeína y gritaban mientras los atletas competían entre sí.
Las suposiciones de que el comercio es la clave de la vida urbana dieron forma a una visión occidental del pasado, explica el arqueólogo Timothy Pauketat, que ha estudiado Cahokia durante décadas. “Definitivamente es un sesgo que influyó en los arqueólogos anteriores”, explica.
Pauketat cree Cahokia puede haber sido concebido como un espacio para tender un puente entre el mundo de los vivos y de los muertos. Para muchas culturas con raíces en la antigua Cahokia, “el agua es una barrera entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos”, describe el arqueólogo.
Extendiéndose a lo largo de un paisaje que combina tierra sólida con pantano, Cahokia pudo haber servido como una especie de encrucijada espiritual.