Virginia abolió la pena de muerte tras haber ejecutado a unas 1.400 personas desde tiempos coloniales y se convirtió así en el primer estado exconfederado de EE. UU. en deshacerse del castigo final.
El gobernador de Virginia, el demócrata Ralph Northam, selló el proyecto de ley de abolición que aprobaron, previamente, las dos cámaras legislativas estatales, ambas también bajo control progresista.
Northam agradeció a los legisladores haber facilitado que la ley haya llegado a su mesa: “Virginia se unirá a otros 22 estados que han acabado con el uso de la pena de muerte”.
“Este es un paso importante para asegurar que nuestro sistema de justicia penal es justo e igualitario para todos”, dijo.
Virginia se convierte así en el estado número 23 —de 50— en abolir la pena de muerte en EE. UU., pero su determinación en aplicarla durante décadas deja un sabor a fin de era.
La Virginia de 2021, cada vez más metropolitana a Washington, ve muy de lejos aquella que durante la Guerra de Secesión acogió en Richmond la capital de la Confederación u aquella otra que, en 1967, fue obligada por el Tribunal Supremo a aceptar matrimonios interraciales.
De hecho, fueron familiares de víctimas de condenados a muerte, entre ellos una hija del policía asesinado por Morva, quienes pidieron acabar con las ejecuciones en 2019 al Legislativo, recién tomado por los demócratas.
Con la pena capital finiquitada, Virginia también ha conmutado a penas de cadena perpetua a los dos únicos presos que quedaban en el corredor de la muerte. Se trata de Anthony Juniper, condenado por asesinar a cuatro personas, incluidas dos niñas, y de Thomas Porter, quien mató a un policía.