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Reciclaje en tiempos de coronavirus: la necesidad se impone al miedo entre los trabajadores de Bolivia

Con el objetivo de llevar alimentos a su hogar, los recicladores continúan su trabajo en medio de insultos y malos tratos de personas que no comprenden su angustiante necesidad.

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Arriesgando su propia salud, recicladores salen a trabajar en medio de la pandemia. Foto: EFE

La necesidad de ingresos se impone al miedo al rechazo social o al contagio de una enfermedad entre quienes sobreviven rebuscando en la basura materiales para reciclar en la ciudad de Cochabamba, Bolivia.

“Muchas veces hemos sufrido maltratos por parte de la gente, por falta de conciencia”, dice a Efe Adriana Ríos, una de las mujeres que se dedican a esta actividad. También lamentó que les traten “de cochinas que hurgan la basura”, sin comprender que es su forma para “sobrevivir económicamente”.

Un grupo de 111 personas, la mayoría mujeres, junto a 24 varones, se dedica en Cochabamba a buscar en las basuras que los vecinos dejan en la calle cualquier cosa reutilizable, desde botellas de plástico a piezas de autos y electrodomésticos, que seleccionan para luego vender a distintas empresas.

Entre montañas de residuos, encuentran hasta un maniquí de alguna tienda de ropa, pero también cristales en las bolsas de basura. Adriana Ríos una vez se cortó varios dedos y “gracias a Dios” no los perdió, pero ahora el riesgo es aún mayor por la pandemia de la COVID-19.

La necesidad de ganarse la vida se impone al miedo al rechazo social o al contagio de una enfermedad. Foto: EFE

“La verdad es que tenemos miedo” por el nuevo coronavirus, señala, pero su economía precaria les aboca a tener que “salir sí o sí a buscar algún ingreso” recogiendo y clasificando los residuos en grandes bolsas.

La falta de trabajo lleva a estas mujeres, incluso ancianas, a vivir de lo que otros botan, en un trabajo que consideran discriminatorio por el estigma de algunos vecinos hacia ellas, pues lo ven como algo sucio que puede conllevar enfermedades.

Pero a madres con hasta cinco hijos no les queda más salida que recorrer las calles durante toda la mañana, a veces con apoyo de su esposo para llevar residuos que pesan mucho.

Ruth Velázquez es una de las organizadoras de los grupos de seis, doce e incluso más de veinte recolectores de desechos en que se reparten la tarea, pues es mejor ir en grupo.

La Empresa Municipal de Servicios de Aseo (EMSA) les deja rebuscar en puntos de acopio, pues a cambio ordenan los desechos y tienen al apoyo de la Fundación Swisscontact.

Estos grupos de recolectores alquilan locales donde almacenan lo que recogen, para vender también conjuntamente, porque así consiguen mejor precio que si fueran a las empresas compradoras cada uno por su cuenta.

Cochabamba, una ciudad de algo más de 600.000 habitantes en el centro de Bolivia, padece de forma recurrente algunos conflictos sociales que derivan en bloqueos del acceso al botadero municipal, o uno reciente de carácter laboral en la empresa de aseo urbano, que dificultan la retirada de los desperdicios en las calles y se acumulan por toneladas durante días.

Con información de EFE