La Conferencia Anual de Ejecutivos, CADE, es el Halloween de la derecha en el Perú. “Qué horror, no sabíamos que nuestros colegas donaban fortunas a ciertos candidatos”, dijeron. Pura falacia. La monserga desde la llegada de los españoles. El argumento para sus rapacerías. El modus operandi de antiguo.
Como periodista asistí al foro desde 1982. Nunca más. Y mientras los empresarios disertaban sobre “Institucionalidad: reglas claras para la inversión” o “Perú: ¿en qué país queremos vivir?”, todos dormían esperando el almuerzo o el aquelarre de la noche.
A Bertolt Brecht se le atribuye la frase: “Robar un banco es un delito, pero es más delito crearlo”. Pero va al cielo. O como dicen los empresarios: “Mi país es mi billetera”. Cierto, solo la ganancia es su fin. En oro, petróleo, drogas. Y en el Perú, cobre, plata y gas. Venden su alma, ¿y no van a rematar nuestros valles, los puertos y hasta el aire?
Una CADE debió ser el gran foro del diálogo: Estado y empresa. Pero es lo contrario en un estilo que no produce suficiente empleo y bienestar para los pobres. Solo concentración de poder y riqueza. Neoliberales les dicen. No se olviden.