Una deuda que se acerca al 100% del PBI, un índice de inflación entre los más altos del mundo y la incertidumbre política de la carrera electoral son las principales claves de un peligroso cóctel para Argentina, sumida en la recesión desde 2018.
Una corrida cambiaria en abril de 2018 detonó la crisis económica de Argentina y llevó al presidente liberal Mauricio Macri a acudir al Fondo Monetario Internacional (FMI) del que obtuvo un auxilio financiero por 56 mil millones de dólares a 36 meses a cambio de un estricto programa de ajuste fiscal.
En recesión, con más de un tercio de la población en la pobreza, desempleo al alza y consumo a la baja, la economía argentina se sumió en la incertidumbre luego de las primarias del 11 de agosto en las que el candidato peronista de centro-izquierda Alberto Fernández se colocó como claro favorito a la presidencia con un sorpresivo 47% de los votos frente a 32% de Macri.
Muy crítico con el programa del FMI, Fernández lleva como aspirante a la vicepresidencia a la exmandataria Cristina Kirchner, quien se caracterizó por políticas proteccionistas, se enfrentó a los productores agrarios y estableció un control de cambios.
Aunque Fernández ha insistido en que de ganar la presidencia no declarará una cesación de pagos y recuerda que fue jefe de gabinete de Néstor Kirchner cuando se reestructuró la deuda con privados y se canceló la del FMI por 9 mil 500 millones de dólares, los mercados se muestran ansiosos ante la elección del 27 de octubre.
"Fernández está en una situación muy complicada y delicada. Tiene que criticar el acuerdo con el FMI para seguir siendo creíble ante los peronistas más radicales, pero también tiene que adoptar un enfoque más moderado en la reestructuración de la deuda de Argentina", comentó a la AFP Michael Shifter, del centro de estudios Diálogo Interamericano.
El principal temor de los mercados y de los propios argentinos reside en que haya un default, como ocurrió en 2001. Los inversionistas comenzaron a abstenerse de comprar nuevos bonos y los ahorristas a retirar sus depósitos en dólares.
Aunque Argentina tiene un nivel holgado de reservas internacionales, en torno a 57 mil millones de dólares, éstas lucen insuficientes para respaldar depósitos y bonos, y además intervenir en el mercado cambiario para contener la depreciación del peso.
El miércoles, el ministro de Hacienda, Hernán Lacunza, dijo que “Argentina no tiene un problema de solvencia, pero sí de liquidez a mediano plazo” y anunció que se reperfilará la nueva deuda con el FMI y con los inversores institucionales privados para retrasar los vencimientos.
Lacunza insistió en que su prioridad es contener la depreciación del peso porque impacta directamente a la inflación, una de las más altas del mundo con 25% hasta julio, y esta a su vez a la pobreza.
El tipo de cambio es clave además en la capacidad de pago de la deuda, pues 80% está denominada en divisas.
En los últimos días, el Banco Central intervino con montos de más de 300 millones de dólares diarios para evitar un desplome de la moneda que desde las primarias ha perdido 20% de su valor y se depreció casi 70% desde enero de 2018.
La tasa de referencia se ubica por encima de 70% anual, en un intento por frenar la fuga de divisas.
¿Se puede estabilizar la economía?
La estabilización necesita de la voluntad de tres actores: el gobierno, la oposición y el FMI, opinó el economista Martín Vauthier.
La elección presidencial aparece como un desafío para ambos en el que tienen que hacer un delicado equilibrio entre atender las urgencias del país y evitar un mayor deterioro económico o ceder a las tentaciones de la campaña.
El fiel de la balanza podría ser el FMI, que desea “tanto cobrar el préstamo otorgado como demostrar que su programa fue exitoso”, dijo Vauthier.