La historia dice que surgió en los 70, en las rugosas calles del Bronx, en las fiestas que organizaba el DJ Kool Herc, cuando los chicos que bailaban los temas de James Brown, Mandrill o la Incredible Bongo Band empezaron a hacer pasos más enérgicos y espectaculares en los breaks, las pausas en la canción en las que los instrumentos casi desaparecían y solo se escuchaba el adictivo ritmo de la percusión. El DJ comenzó a manipular los discos para hacer las pausas cada vez más largas, de modo que los muchachos tuvieran más tiempo para mostrar sus movimientos. Este fue el nacimiento del breaking y de sus cultores, los sensacionales B-boys y B-girls.
En la década siguiente, el breaking —llamado también breakdance— conquistó rápidamente los Estados Unidos y, después, todo el mundo, como uno de los elementos fundamentales de la cultura hip hop, junto con los DJ, los MC y los grafitis. Hoy, jóvenes de todos los continentes lo practican en esquinas, parques y hasta en semáforos, y los más profesionales lo exhiben en competencias mundiales, en batallas uno contra uno, en las que lucen sus pasos más novedosos e impresionantes. Y se ha globalizado tanto que países como China, Japón y Francia le disputan a los Estados Unidos el título de máxima potencia mundial.
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A pesar de su popularidad, hace 10 años pocos habrían podido prever que este baile urbano dejaría de ser visto solo como un pasatiempo y se convertiría en algo más prestigioso: una disciplina olímpica.
Pero eso fue lo que ocurrió, por decisión de los líderes del Comité Olímpico Internacional (COI), quienes, en diciembre del 2020, anunciaron que el breaking sería uno de los deportes oficiales que se disputarían en los Juegos Olímpicos de París 2024.
La idea había sido propuesta a inicios del 2019 por las autoridades deportivas de Francia, quienes argumentaron que esta expresión urbana era muy popular en su país y que atraería a millones de jóvenes seguidores alrededor del mundo. No andaban desencaminados: la final mundial del Red Bull BC One de ese año tuvo más de 50 millones de visitas en varias plataformas online.
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El COI ya había hecho una prueba un año antes, incluyendo al breaking en los Juegos Olímpicos de la Juventud Buenos Aires 2018, y todo había resultado bastante bien. Y el argumento de atraer a los jóvenes tenía peso. Según un artículo de Men’s Health, los organizadores se han percatado de que las nuevas generaciones han perdido el interés por el certamen deportivo y prefieren las competencias de deportes electrónicos o el Mundial de Fútbol. Una caída de las audiencias significaba una millonaria caída de los ingresos, un riesgo que los líderes del COI no estaban dispuestos a correr.
Antes del breaking, el COI ya ha incluido otros deportes urbanos asociados a la juventud, como el surf, el skateboarding y la escalada, que hicieron su ingreso olímpico en Tokio 2020. No han faltado algunas voces que aducen que se está rompiendo la tradición y que no se puede poner un hobby de adolescentes al mismo nivel de deportes históricos, como el atletismo o la lucha. Pero eso podría no ser del todo cierto.
“El breaking sí tiene muchos factores por los cuales sí debe ser un deporte olímpico, más allá de que se requiere un esfuerzo físico”, dice Tiara Tagle, conocida en el mundo del breaking peruano como B-girl Tiara. “Es como la disciplina en los entrenamientos, en el alimento, no solamente es como bailar, simplemente, sino que el breaking tiene otros puntos también, como las acrobacias, los freezes, que detonan un poco más de tiempo”, complementa.
Tiara, criada en Ventanilla, formada en la Asociación Cultural D1 de Vania Masías, es una de nuestras máximas exponentes del breaking nacional. Forma parte de la selección nacional y en noviembre del año pasado compitió, sin éxito, en los Juegos Panamericanos de Santiago, buscando la clasificación a París.
Ella y Lourdes Palomino, B-girl ‘Monchi’, su compañera en la selección, dicen que, con el reconocimiento de esta danza urbana como disciplina olímpica, es posible que mucha gente empiece a cambiar la visión prejuiciosa y estereotipada que tienen de los breakers, como jóvenes vagos, viciosos, que pierden el tiempo cuando deberían estar haciendo algo más provechoso con sus vidas.
“Siempre hemos sido vistos como personas de mal vivir, vagas, que nos gusta perder el tiempo”, dice ‘Monchi’. “Y a las mujeres nos comienzan a señalar más porque vivimos en una sociedad tan machista que las mujeres somos muchas veces mal vistas o denigradas o degradadas (…). Está cambiando, lo he visto. Poco a poco en mi país está cambiando eso”.
“Personalmente, [el anuncio de que el breaking estará en las Olimpiadas] fue una excelente noticia, porque fue un respaldo muy importante para nosotros, los bailarines de breaking, que antes nos miraban de una manera como que no sabían mucho de lo que hacíamos”, dice Tiara. “A raíz de esta noticia se pudo exponer más esta cultura, que es gigante, y pudimos exponer más nuestro trabajo, nuestra dedicación que le damos día a día, al entrenar, todos los sacrificios que se hace uno para entrar a este deporte y que la gente lo pueda recibir de una manera como, pucha, son deportistas. Ya no nos miran como ¿qué están haciendo? ¿Están limpiando el piso? (risas)”.
“Cuando estuve en una competencia en Bélgica, lo que más me llamó la atención es que en el público había vecinos del barrio, había padres de familia, niños, y todos bailaban”, dice ‘Monchi’. “Y cuando salían los B-boys y B-girls, los niños estaban en la puerta con las manos acá, esperando el saludo de los atletas. Yo decía: ‘¿Algún día será así en mi país?’. Y creo que sí, algún día puede ser así”.