“Hellraiser” es una película de terror que fue más allá del dolor y placer. Creada por Clive Barker, se convirtió en una obra de culto instantánea desde su estreno en 1987. Si aún no la viste, puede que reconozcas a Pinhead, el aterrador villano con cara llena de pinchos sosteniendo un cubo.
La historia, basada en “The hellbound heart”, nos cuenta cómo este artefacto abre las puertas a otra dimensión e invoca a criaturas procedentes de un infierno fantástico. Una familia conocerá las consecuencias mientras se exponen secretos y las fantasías sadomasoquistas más oscuras.
“Los censores estadounidenses le otorgaron una calificación de X, y para obtener una R tuvimos que acortar la violencia”, confesó el director a The guardian. El resultado solo podría hallarse en la imaginación de los fanáticos más perversos y en esa versión de la cinta que no vio la luz hasta la fecha.
Parte de su encanto radica en el empeño de los efectos especiales que desconocían el CGI: lograron crear momentos visualmente encantadores y escalofriantes en los que la carne era el plato fuerte. Todo manteniendo la pulcritud necesaria para que su distintivo body horror no caiga en los burdos rincones del exploitation.
Mérito aparte a su suspenso bien construido, atmósfera y, sobretodo, la forma de abordar el sadomasoquismo. Para el cineasta, la sexualidad desprendida tiene un sentido mucho más retorcido e imperioso que la empleada en otros títulos semejantes de la época. Luego de 35 años, comprobamos su autenticidad y que envejeció tan bien como el vino.