“Tranquila, majestuosa y esplendorosa, un festival folclórico de nueve días con ceremonias especiales y bellas túnicas blancas”, así presentó a Harga el flautista Pelle. A diferencia de los jóvenes protagonistas, los fanáticos sí sabían qué estaba pasando en “Midsommar”. Si bien no resultó ser la película de terror que el género pedía a gritos, su paso ha dejado huella.
Es cierto que varios quedaron decepcionados, mientras que otros han catalogado a la cinta como obra de culto. Lo mejor es que no hagas caso y te des la oportunidad de verla ahora que ya está disponible en Netflix. La obra de Ari Aster no deja indiferente al espectador avezado o casual, por sus fortalezas y peros que contaremos a continuación.
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“Midsommar” es una rareza para el género pese a no ser una historia de terror en su totalidad. Para el director, es un “drama de ruptura vestida con la ropa de una película de terror popular”, y se nota. Muchos filmes han hablado sobre cultos y sacrificios, con “Wicker man” como máximo exponente, pero ninguno como esta producción.
En contraposición de su opera prima “Hereditary”, Ari Aster cambia la oscuridad por la luminosidad. La claustrofobia por los campos abiertos. El juego de sombras por los colores primaverales. La familia por la carencia de la misma. El festival Harga reluce a través de la naturaleza, coronas de flores, cánticos, bailes y drogas psicodélicas, pero pronto aprendemos que no debemos dejarnos llevar por las apariencias.
La cinematografía es esplendida y el colorido escénico cautiva la vista del espectador, aunque el gore se apodere de primeros planos. La existencia de dicha forma y fondo antagónicos crea una dualidad diferente a lo habitual. Un resultado bizarro en el que sus secuencias convierten el morbo en un placer culposo.
Midsommar, dirigida por Ari Aster y protagonizada por Florence Pugh. Foto: Difusión
Incluso el espectador más despistado puede intuir que este no es un viaje de conciliación y final feliz. Pequeños detalles y la música de Bobby Krlic anticipan un destino cuanto menos inquietante. La historia se toma su tiempo para desarrollarse y quizá nos quedamos con ganas de ver más sobre el festival Harga que perturbará a más de uno.
De acuerdo a un miembro del culto, la fiesta se celebra cada 90 años, pero los fanáticos del terror esperamos que no deba pasar mucho tiempo para ver una película con acción psicológica detrás del relato, sin screamers como único truco efectista, ni obtusas pretensiones que invaliden las capacidades del género.