La crisis hídrica global obliga a explorar alternativas para garantizar el acceso al agua potable. Una de las más sorprendentes es la fabricación de agua en laboratorio, un avance científico que, aunque fascinante, enfrenta grandes retos técnicos y medioambientales. Según la Universidad de California en Santa Barbara, el agua se crea mediante la combinación de oxígeno e hidrógeno, un proceso químico que demanda enormes cantidades de energía.
Emma Kathryn, experta en ingeniería y colaboradora de The Conversation, sostiene que fabricar agua a gran escala es inviable debido a los altos costos y riesgos asociados. Esta tecnología, aunque prometedora en situaciones específicas, no se posiciona como una solución inmediata a la escasez de agua potable.
El proceso para fabricar agua implica separar los átomos de oxígeno (O2) y combinarlos con hidrógeno (H2) para formar H2O. Este procedimiento, conocido como síntesis de agua, requiere una fuente de calor para iniciar la reacción química. Sin embargo, su viabilidad queda restringida por la energía necesaria para completar el ciclo. Según informes científicos, esta técnica es compleja y peligrosa, con aplicaciones limitadas en laboratorios.
La reacción (2H2 + O2 = 2H2O + Energía) se conoce desde hace siglos.
A pesar de los avances tecnológicos, la fabricación de agua no puede sustituir métodos más accesibles, como la desalinización del agua salada. Este último proceso ya abastece a más de 300 millones de personas, especialmente en regiones del Medio Oriente, donde las plantas desalinizadoras son esenciales para la gestión del agua.
El proceso es factible, pero necesita una fuente de energía, como el calor, para desencadenar una reacción que separe los átomos de oxígeno y los una al H2. No obstante, la producción de agua a gran escala mediante este método no es viable. Según Kathryn, esta reacción “es costosa, libera una gran cantidad de energía y podría causar explosiones realmente grandes”.
Las plantas de desalinización del agua salada ya beneficia a más de 300 millones de personas en todo el mundo. Foto: Structuralia
Por ello, expertos recomiendan seguir perfeccionando tecnologías sostenibles como la desalinización para enfrentar los retos de la crisis hídrica global.
La desalinización es un proceso de tratamiento del agua que, en resumen, consiste en eliminar el contenido de sales. Esto abarca no solo el agua de los océanos, sino también la resultante de procesos de irrigación o industriales que contenga sal. El proceso produce dos resultados: agua tratada de alta calidad y un residuo con alta concentración de sal.
Además de tratar agua oceánica, este proceso también purifica agua de irrigación o industrial. Sin embargo, uno de los principales retos es la salmuera generada como residuo, que suele ser vertida sin tratar, afectando ecosistemas marinos.