El pasado 21 de enero se cumplió un siglo desde que falleciera por causas desconocidas Vladimir Lenin, el ideólogo fundador y primer líder de la Unión Soviética (URSS), estado federal que aunó a varias repúblicas socialistas de Europa y Asia, entre ellas, Rusia.
Tras su muerte, el líder comunista que dirigió la revolución de 1917 fue embalsamado —es decir, momificado mediante sustancias químicas para detener su descomposición— y su cadáver fue ubicado dentro de un ataúd de cristal, el cual se exhibe en un mausoleo en la Plaza Roja de Moscú.
Sin embargo, a diferencia de otras momias del pasado, el cuerpo del revolucionario bolchevique no fue conservado de la forma habitual que utiliza una mezcla de formaldehído y alcohol que circula por sus arterias.
En cambio, con él se inició un proceso distinto de embalsamiento que permitió que el cadáver mantenga su apariencia y flexibilidad original pese a las décadas, según el testimonio de los visitantes.
El peculiar método de embalsamiento de Lenin fue uno de los muchos experimentos que los científicos soviéticos llevaron a cabo el siglo pasado.
Aunque no iba a ser el destino original de su cuerpo, la idea de conservar los restos del pensador comunista partió del anatomista Vladimir Vorobiev y el bioquímico Boris Zbarsky, cuenta el periodista Jeremy Hsu en Scientific American.
Como iba a ser el imposible embalsamarlo de la manera tradicional (el médico que lideró la autopsia de Lenin cortó sus principales arterias, medios por donde circulan los compuestos químicos necesarios para dicho proceso), el equipo de científicos detrás de la misión decidió idear otro camino.
Así fue como desarrollaron técnicas de microinyección que utilizaban agujas hipodérmicas para administrar fluidos de embalsamiento a partes específicas del cuerpo, principalmente, en lugares donde ya existían cortes o cicatrices.
Al mismo tiempo, crearon un traje de goma de doble capa para que el líquido de embalsamiento cubra el cuerpo durante el tiempo que tarde la exhibición. Encima de este atuendo, recién va su vestimenta especial.
Cada dos años, el cuerpo se vuelve a embalsamar en una mezcla de glicerol, formaldehído, acetato de potasio, alcohol, peróxido de hidrógeno y soluciones de ácido y sodio acético, donde permanece aproximadamente seis semanas.
El cadáver de Lenin se encuentra en el Mausoleo de la Plaza Roja de Moscú. Foto: Flickr
Según Alexei Yurchak, profesor de antropología social en la Universidad de California y estudioso del cadáver de Lenin, la momia del difunto líder soviético no es del todo biológica; ya que algunas partes han tenido que ser reestructuradas por algunos daños y todos sus órganos internos han sido extraídos (incluido su cerebro).
“Tienen que sustituir partes ocasiones de piel y carne por plástico y otros materiales, de modo que, en términos de materia biológica original, el cuerpo es cada vez menos de lo que solía ser”, sostuvo en una entrevista con Scientific American.
Así, por ejemplo, sus pestañas actuales son artificiales, mientras que su nariz, cara, cuencas de los ojos y varias otras partes han vuelto a ser esculpidas con un material de parafina, glicerina y caroteno.
En 2016, el Servicio de la Guardia Federal señaló que el mantenimiento del cuerpo ascendió a 13 millones de rublos, que en ese entonces era equivalente a 197.000 dólares.
El proceso de momificación fue obra de un selecto grupo de científicos conocido popularmente como el Laboratorio Lenin, formado por anatomistas, bioquímicos y cirujanos.
En su mayor apogeo, este grupo estuvo conformado hasta por 200 científicos, quienes investigaban desde el envejecimiento de las células de la piel hasta métodos de trasplante de piel.
No obstante, tras el derrumbe de la URSS, el equipo se redujo considerablemente y pasó a llamarse el Grupo Mausoleo del Centro de Investigación Científica y Métodos de Enseñanza en Tecnologías Bioquímicas.
Esta agrupación también mantiene conservados los cuerpos de otros tres exlíderes mundiales, el vietnamita Ho Chi Minh y los norcoreanos Kim Il-sung y Kim Jong-il (padre e hijo, respectivamente).