Restos fósiles de canes en Atapuerca, un importante yacimiento arqueológico en la provincia de Burgos, en España, confirman que el ser humano consumía carne de perros hace 7.000 años y lo continuó haciendo por al menos 2.000 años.
Este periodo comprende desde el Neolítico hasta la Edad de Bronce, una larga etapa donde el can acompañó al hombre a expandir sus tareas de agricultura y ganadería.
El hallazgo ha sido comunicado en un artículo de la revista científica Archaelogical and Anthropological Sciences, liderado por María Ángeles Galindo y Nuria García García, arqueólogas de la Universidad Complutense de Madrid.
Los investigadores encontraron evidencia de actividad humana (cortes, fracturas intencionales, marcas de cocción o mordeduras) en un total de 130 restos óseos de canes que fueron hallados en El Portalón de la Cueva Mayor de Atapuerca.
Algunos de estos fósiles animales fueron recuperados en contextos domésticos y otros en funerarios, señala un comunicado de la universidad española.
Sin embargo, por haber encontrado un escaso número de fósiles, los autores resumen que el acto de comer carne de perro (cinofagia) fue eventual, pudiendo haber ocurrido solo en periodos de escasez de alimento o hambruna. Otras teorías apuntan que su consumo se restringía a algunos rituales o porque su carne era considerada un manjar.
Los investigadores descubrieron que se trataban de perros y no lobos por su diferencia morfológica. En ese tiempo, detallan, el perro doméstico (canis lupus familiaris) era significativamente más pequeño que el lobo (canis lupus lupus).
Se trata de una de las evidencias más antiguas de consumo de perros en la Península Ibérica (España y Portugal), junto con las del yacimiento de El Mirador. Antes se habían encontrado evidencias en otros lugares de Europa, como Hungría, Eslovaquia y las Islas Británicas.
“Las evidencias aportadas por El Portalón apoyan un posible cambio en el uso del perro desde el Neolítico, donde apenas se observa cinofagia, hasta períodos posteriores (Calcolítico, Bronce) en los que el uso ritual y su consumo se hacen más frecuentes”, detallan los investigadores.
El inicio de la cinofagia se atribuye comúnmente a las sociedades orientales; sin embargo, estas pruebas demuestran que la actividad estuvo más extendida de lo que se cree.