Lo que le debemos al telescopio Hubble por develar las lejanas siluetas y pasillos del universo no tiene un valor medible. Lanzada el 24 de abril de 1990 como gran proyecto conjunto de la NASA y ESA, la sonda merece el reconocimiento de todos, pero se tendrá que aceptar que el James Webb marcará un punto y aparte respecto a las observaciones de su antecesor.
El honorable Hubble logró entregarnos datos tan útiles que, sin su labor, hubiésemos quedado estancados en esta gran carrera de conocimiento propuesta por la astronomía. Desde el 2012 empezó a maravillarnos con las imágenes del cosmos ultra profundo, cuando se formaban las galaxias en los primeros 800 millones de años a partir del Big Bang. Asimismo, demostró que el universo se expande cada vez más rápido, detectó lentes gravitacionales y comprobó las monarquías cósmicas de los agujeros negros súper masivos.
La diferencia crucial que salta a la vista entre Hubble y James Webb es el tamaño de sus espejos. El panel de la sonda más antigua mide solo 2,4 m, mientras que el de su sucesor alcanza los 6,5 m, compuestos de 18 piezas hexagonales de berilio recubiertas de oro.
Espectacular imagen de campo profundo HUDF del Hubble. Foto: NASA / STScI
Asimismo, James Webb se enfocará en ver el universo en el espectro infrarrojo, un método más indicado para captar las luces que nos llegan desde las lejanías extremas; Hubble lo hace en longitudes de onda ópticas y ultravioleta, técnica un tanto desfasada en esta época tecnológica.
Al ser un aparato moderno, el telescopio James Webb pesa aproximadamente la mitad que la sonda Hubble: 6,2 toneladas contra 11 toneladas.
Cuando el parasol o escudo solar del nuevo observatorio de la NASA, ESA y la Agencia Espacial Canadiense se extienda medirá 21 m x 14 m, como las dimensiones de una cancha de tenis; el dispositivo cilíndrico, en cambio, se caracteriza por registrar una longitud de 13,3 m y un diámetro máximo de 4,2 m.
Comparación exhaustiva entre el telescopio James Webb y Hubble. Infografía: Sabrina BLANCHARD, Stephane KOGUC, Fred GARET, Valentin RAKOVSKY / AFP
Otra diferencia es que el telescopio Hubble orbita en sincronía con la Tierra a poco menos de 600 km sobre el nivel del mar; en paralelo, James Webb se moverá alrededor del astro rey, a 1,5 millones de kilómetros de nosotros cerca del punto de Lagrange Tierra-Sol (L2).
Un punto de Lagrange es una de las cinco posiciones en un sistema orbital donde un objeto puede permanecer influenciado por la gravedad de dos objetos más masivos, tal y como se explicó en esta nota de La República. Por ejemplo, para un satélite artificial, esos objetos son la Tierra y la Luna.
Sus campos de visión no son tan amplios. Por esta razón, la mayoría de imágenes remitidas a nuestro planeta desde Hubble, y las futuras de Webb, se adjuntan a modo de mosaicos. Pero el tercer instrumento de la sonda moderna sí le da ventaja decisiva: NIRCam otorgará imágenes de alta resolución ‘limpiando’ el polvo interestelar e imponiéndose incluso al observatorio espacial Spitzer.
Macarena García Marín, científica de la ESA para el desarrollo y soporte científico y de calibración de MIRI (sistema conformado por una cámara, un espectrógrafo y coronógrafos), sostuvo que el telescopio espacial James Webb tiene “un requerimiento de vida de cinco años”.
“Esperamos que dure 10 o más. Probablemente no durará tanto como el Hubble, pero, ¡ojalá que sea así!”, exclamó García Marín.