Por Miguel Molinari Iniciando un ciclo al que denominaremos Grandes Voces Líricas del Perú, queremos comenzar el mismo con el recuerdo de una de las personalidades más fascinantes de la ópera y no solo por tener una voz de extraordinaria belleza, fue además una mujer poseedora de un magnetismo y personalidad que trascendieron la ópera para convertirla en un referente social en su momento. Esta gran mezzosoprano peruana publicó sus memorias en 1924 bajo el título Los hombres que me amaron, donde describe de manera apasionada hechos de su vida dentro y fuera del escenario. Nació en Lima en 1884, hija de don Benjamín Álvarez de Buenavista, Marqués de Rocafuerte y de doña María de Álvarez, fue la menor de cuatro hermanos María, Fernanda y Benjamín, muy niña viajó a Europa con su familia y nunca más volvió al Perú, recordemos en voz de la protagonista de esta historia algunos momentos de su vida. “Dirigiendo una mirada retrospectiva a mi vida, debo declarar que yo era la niña más sensible y nerviosa que darse pueda. Mis progenitores fueron peruanos; de origen francés mi madre e indo-español mi padre. De estas razas heredé los ardientes arrebatos y los impulsos emocionales que han dado peculiar colorido a mis interpretaciones dramáticas. Mi padre era miembro de la legación del Perú en Londres y en la capital británica nuestra residencia ostentaba, invariablemente, las severas tradiciones aristocráticas peruanas. Fui educada en ese ambiente rígido y lleno de formalidades tan característicos en los pueblos latinoamericanos; pero desde pequeña mostré, siempre avasalladoras muestras de rebeldía contra estas restricciones hogareñas. La catástrofe familiar se produjo cuando al cumplir 15 años anuncié mi determinación de estudiar canto y dedicarme al teatro, yo había cantado desde niña, y sabía que poseía una bella voz. Recuerdo que en cierta ocasión una cantante profesional debía tomar parte en una soirée que se daba en casa. Por no sé qué inconveniente dejó de concurrir y, entonces, yo, que era muy pequeñita, me apresuré A llenar el vacío cantando aires españoles que arrancaron estruendosas ovaciones a la distinguida concurrencia. Estas ovaciones determinaron mi vocación lírica”.