
El precio de matar: así mutó el sicariato en el Perú
El año pasado se registraron 2.126 homicidios en el Perú. De ellos, 1.125 estuvieron vinculados a ajustes de cuenta, venganza y pagos de cupos. El 84% de estos asesinatos se perpetró con armas de fuego. Desde hace 15 años este delito mutó al crimen organizado vinculados al narcotráfico, trata de personas, cobro de cupos y tráfico de terrenos.
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Contratar un sicario en Perú cada vez es, por raro que parezca a muchos, más frecuente. El año pasado se documentaron 2.126 homicidios y de ellos 1.125 estuvieron vinculados a ajustes de cuenta, venganzas y pagos de cupos. El 84% de estos crímenes se perpetró con armas de fuego, mientras que el 58% ocurrió en la vía pública.
Pese a un aumento significativo durante el 2024, según Insight Crimen, nuestro país sigue teniendo una de las tasas más bajas de la región. El año pasado, los casos se incrementaron en 35.9% en comparación con el 2023 que alcanzó un total de 2.040 homicidios.
Según fuentes policiales, los precios están fijados: 100 mil soles por matar a alguien relevante, 30 mil si es alguien común, 3.000 mil por dar una paliza y 1.500 por romper una extremidad.
Los gatilleros planifican y se atreven con todo. A plena luz del día y en un barrio acomodado. No hay problema. Pueden matar también por 100 soles o cobrar por un secuestro hasta US$ 230.000.
La Policía sospecha que el crimen de Arturo Cárdenas, secretario general de la Federación de Construcción Civil de Lima y Balnearios, fue obra de ‘profesionales’. Aquel 15 de agosto del 2024 le dispararon frente a la sede de ese gremio, en La Victoria, y huyeron en moto. En nuestro país se producen anualmente unos 400 asesinatos de este tipo.

Los crímenes son cometidos a cualquier hora y lugar. Foto: difusión
“Los sicarios trabajan por encargos, ‘a la carta’, con precios muy variados”, dice un oficial de la División de Homicidios.
Recuerda que en el 2018 uno de los sicarios que mató a Manuel Vigo y, a su esposa en el distrito de la Asunción, Cajamarca, confesó que cobró 80 mil soles por el asesinato.
El año pasado, el sicario Luis Blas Rodríguez, alias ‘Negrasho’, reveló el funcionamiento de ‘Los Pulpos’ y describió una serie de detalles sobre los secuestros, las extorsiones y el modus operandi de la red criminal.

Pese al estado de emergencia se siguen cometiendo homicidios. Foto: difusión
Resaltó, por ejemplo, cómo la banda ejecutaba secuestros y extorsiones, logrando un flujo constante de dinero. Según el detenido, el rescate de un secuestro alcanzó los 230 mil dólares. .
Con al menos 17 homicidios en su historial, Blas Rodríguez es uno de los miembros más peligrosos de la organización. Hoy purga prisión en el penal de Moquegua.
Lidomar Hernández Jiménez, sicario extranjero, confesó que recibió 20 mil soles para cometer el crimen. Recibió un adelanto de 5 mil soles así como una fotografía e información personal de la víctima.

Sicario asesina a empresario delante de su familia, en Santa Anita. Foto: difusión
José Chávez Hilario, alias ‘El Chango’, confesó con total frialdad ser el responsable del atentado de un transportista trujillano por el que cobró 100 soles. Además, dijo que recibió el dinero por indicación de una mujer, supuestamente pariente de un interno del penal El Milagro
En el 2021, el sicario ‘Chucky’ asesinó a un empresario delante de su familia en Santa Anita y reveló que le ofrecieron 23 mil soles para ejecutarlo.
El 29 de noviembre de 2023, tras participar en un evento sobre defensores ambientales en Pucallpa, Quinto Inuma Alvarado, apu de la comunidad Santa Rosillo de Yanayacu-Huimbayoc (departamento de San Martín), fue asesinado a balazos por encapuchados frente a su esposa y sus hijos.
El defensor indígena había pedido garantías para su vida. Sin embargo, a pesar de ello fue asesinado. Geniz Saboya, uno de los sicarios detenidos, confesó que mató al líder indígena por encargo de una persona vinculada a la tala ilegal. Para ejecutar el crimen, habrían pagado la suma de S/ 1000.
Hay un descontrol del sicariato
Los homicidios por encargo en el país pasaron de ser delitos relacionados a herencias o disputas familiares a una industria que se ha expandido gracias al narcotráfico, el tráfico de terrenos, la trata de personas, cobros de cupos en construcción civil, a transportistas, empresarios y comerciantes.
La policía admite de un descontrol. De hecho, durante la década de 1990, este fenómeno homicida ocupaba muy a lo lejos las planas policiales de los principales diarios del país.
Y buena parte de este tipo de delitos eran por rencillas económicas. Siempre tenía la misma estructura: alguien le pedía a un tercero cometer un asesinato, previa promesa de un pago.
“Esta conducta criminal, en años anteriores, la veíamos vinculada a otro tipo de hechos”, dice el coronel Víctor Revoredo. Sostiene que ahora las bandas prestan servicio a grupos de delincuentes que no cuentan con ‘cachacos’ (sicarios) o entregan territorios como a las mafias de la prostitución.
Hay sicarios ‘profesionales’, los oportunistas y los improvisados. “El sicariato se ejecuta en un espacio donde el homicida tiene mayores ventajas sobre la víctima y pueda escapar.
Son lugares donde la víctima no puede protegerse ni solicitar ayuda y donde acostumbra a acudir, sea por que va o por que llega; por eso la gran cantidad de homicidios son cercanos a la vivienda o el centro de labores de la víctima.
Con 33 años de servicio, y toda una carrera investigando homicidios, Revoredo ha visto en todo este tiempo cómo el sicariato ha ido variando.
“Antes, en la historia policial, se veía este delito relacionado con empresas o herencias”, explica. También había otra gran arista: los delitos provocados por disputas intrafamiliares.
Así fue mutando el delito
Con el correr de los años, y entrados los 2000, el sicariato obtuvo gran atención pública.
El julio del 2006, el Vocal de la Corte Suprema, Saturno Vergara seguía el proceso contra el cártel de Tijuana y ya había recibido amenazas de muerte de esta red, cuando fue asesinado cerca a Palacio de Justicia. Su amigo, el abogado Hugo Miguel Vergara, vio como dos sujetos a bordo de una motocicleta llegaron y sin mediar palabra le dispararon.
Aquel caso, que acaparó portadas de diario y horas de pantalla, involucró a sicarios ‘profesionales’.
“En Perú, los asesinatos por encargo se instalaron hace más de 15 años, cuando comenzó a prosperar el negocio de la droga”, dice el general retirado Luis Montoya.
De ahí en adelante, el panorama cambió.
En enero del 2020 asesinaron al ‘Cholo’ Isaac Hilario. El empresario había retornado de Estados Unidos donde radicaba desde hacía 25 años.
La peculiaridad del caso, según constató la fiscalía entonces, era que se trataba del primer crimen cometido dentro de un centro comercial.
En la última década se empezó a ver una criminalidad distinta. Una que derivó en otro tipo de sicariato. Junto a la aparición de grupos ligados a la trata o a las mafias de construcción se empezaron a generar muertes violentas entre bandas rivales.
Sociedad psicopatizada
Pero, ¿Por qué se incrementan los asesinatos?
“Porque la vida ha perdido valor en una sociedad psicopatizada como la nuestra, en donde el otro como ser humano no existe y la vida es una moneda de cambio para conseguir beneficios como dinero, poder o venganza y donde “ajuste de cuentas” está a la vuelta de la esquina”, sostiene el médico psiquiatra, Carlos Bromley.
Quienes asesinan –dice el especialista- son fríos y calculadores en la planificación de sus crímenes, no tienen empatía con los demás, ni respeto ni consideración por la vida, son mentirosos y manipuladores, impulsivos, irritables, iracundos y violentos, tienen poca tolerancia a la frustración con un pobre control de impulsos que los puede llevar a ser crueles, son egotistas, egocéntricos e irresponsables y suelen consumir alcohol y otras drogas y, están al servicio de ellos mismos y de quienes los contratan para cometer asesinatos.
En esta ecuación de vida por dinero, poder o venganza, la poca eficacia de la sociedad desordenada y caótica en la que vivimos, para regularse, permite que estos crímenes se incrementen en un escenario con padres ausentes en la dinámica familiar, un sistema de justicia poco efectivo, impunidad, aumento de la informalidad, incapacidad de la estructura social para proveer a las personas y comunidades de lo necesario para lograr sus metas, sostiene Bromley.
Y agrega: así como la presencia de determinantes sociales como la miseria, el desempleo, la inequidad social y la carencia de servicios básicos nos convierte en caldo de cultivo para el delito, el crimen y con ellos el asesinato.
Para el médico psiquiatra urge tener un sistema de justicia con resultados reales que sancione a los criminales asesinos y a quienes cometen todo tipo de delitos, una sociedad justa y equitativa que funcione con valores y principios en favor de la vida y el bienestar personal, familiar y comunitario, y una educación en salud mental en las instituciones educativas, para iniciar el proceso del cambio social que necesitamos para lograr el desarrollo y el progreso del país.
Enfoque
Hay que atacar los orígenes de la delincuencia, dice el exministro del Interior, Cluber Aliaga Lodtman.
“Ahora se asesina, se extorsiona y se trafica, entonces la delincuencia se está manifestando en diversas modalidades y la acción de la justicia no alcanza para reprimir esta ola de delincuencia que está creciendo e incluso en algunos lugares del país estamos sobre 17 puntos en homicidios, esto quiere decir que detrás de un hecho de sicariato hay una gran actividad delincuencial que está cubriendo las principales ciudades de la costa y de la sierra”.
“Se requiere una estrategia integral que implica atacar los orígenes de la delincuencia, pero acá también el Estado tiene que intervenir en los otros frentes, porque hoy en día están incursionando en las extorsiones con la presencia de bandas venezolanas que está siendo replicado por la delincuencia peruana agravando más la situación”.
“Asimismo, se debe mejorar las leyes hasta la participación de las autoridades locales y regionales para que sea un trabajo integrado entre la Fiscalía, Policía Nacional, Poder Judicial y el Instituto Nacional Penitenciario”.