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Sociedad

Hallan vestigios enterrados de la vieja Arequipa en Villalba

En la cuarta cuadra de calle céntrica Sedapar hace trabajos. En excavaciones encontró la Quinta Vargas, que habría sido un polvorín en la Guerra del Pacífico.

Muro enterrado. Son parte de los vestigios de la quinta Vargas, una casa de campo que habría sido un polvorín de guerra. Foto: La República
Muro enterrado. Son parte de los vestigios de la quinta Vargas, una casa de campo que habría sido un polvorín de guerra. Foto: La República

“Debajo de Arequipa existen otras ciudades”, muestra el arquitecto William Palomino, mientras señala un muro subterráneo de sillar en la calle Villalba, que ha quedado al descubierto tras unos trabajos de alcantarillado. Para Palomino, se trata de un vestigio de la antigua Quinta Vargas.

Palomino, quien también fue gerente del Centro Histórico, refiere que hay versiones que indican que dicha quinta también sirvió como polvorín (almacén de armas y municiones) durante la Guerra del Pacífico (1879-1883).

Las quintas en Arequipa -detalla Palomino- eran una suerte de casas de campo, alejadas de la ciudad, pertenecientes a familias pudientes. La antigua ciudad de Arequipa estaba compuesta por la zona compacta (las 49 manzanas primigenias del centro histórico) y las zonas dispersas, donde se hallaban las quintas.

Cambio de fisonomía

La calle Villalba y sus inmediaciones ahora son una zona de alto tránsito vehicular, hasta niveles ensordecedores en horas punta. En contraste, en las últimas décadas del siglo XIX era un área agrícola. Palomino muestra planos de entonces que también detallan la presencia de los molinos Teatinos y un canal de agua.

Su fisonomía empezó a cambiar con la construcción del puente Grau, que inicia en 1884. Para dar paso a la obra, la ciudad compró terrenos de las quinta Salas y Vargas. “La historia final de la quinta Vargas llega con la construcción del puente”, indica Palomino, quien señala que incluso sus escombros fueron utilizados como relleno para nivelar la tierra en los trabajos del llamado Puente Nuevo.

Por lo pronto, desde Sedapar (empresa que ejecuta la obra de alcantarillado) indicaron que esperan un informe del arqueológo de la Dirección de Cultura, encargado monitorear la obra.

Palomino opina que como mínimo se debe realizar un buen levantamiento de información, que luego debe ser compartido para futuras investigaciones. Acepta que el destino del muro será nuevamente quedar bajo tierra cuando culminen los trabajos, pero los datos que se extraigan servirán para conocer la historia de la ciudad y difundidos incluso en circuitos turísticos.

Remarcó que una buena parte de la historia de la ciudad de Arequipa aún no está escrita y muchos datos descansan en su subsuelo. Pone como ejemplo que los estratos de tierra que dejaron visibles las obras de alcantarillado, revelan diferentes épocas, hasta de la erupción del Huaynaputina del año 1600.