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Sociedad

Ollas comunes en Arequipa: todavía se come

Subsistencia. Arequipa se convirtió en una fábrica de pobres debido a la pandemia. Pese a la reactivación económica, diez mil de ellos se alimentan en olla común que también comienzan a flaquear. Faltan alimentos. Los inmensos recipientes de aluminio se llenan con huesos, vísceras y fideo. Aspirar a carne es un lujo.

Elizabeth Huanca Urrutia

Arequipa. En la zona A del asentamiento humano Embajada de Japón, ubicado en la parte más alta del distrito de Cayma, el polvo y tierra abundan como el hambre. Es un arenal sin agua ni luz, prolongación de las faldas del volcán Chachani, con casas de sillares o bloquetas techadas de calamina. Ahí viven 60 familias en extrema pobreza, sobrevivientes de la pandemia. Casi todos perdieron sus trabajos eventuales e ingresos para alimentar a sus familias.

En esta zona, la olla común se llama “Sumaq mikuna wasi”, La casa que cocina rico. Esta evitó que decenas de desempleados mueran de hambre. La cocina comunal hecha de palos y paredes de calamina, fue levantada por seis mujeres en mayo de 2020, dos meses después que el gobierno decrete la cuarentena.

La olla sobrevive pese a los precarios aportes de sus comensales, también de donaciones de empresas privadas, del padre Alex de la iglesia Santa Elena de Cayma, el municipio de Cayma y la ONG Bety Linares. Ya no hay mucho presupuesto. La carne es reemplazada por vísceras, tripas y huesos de res.

“Qué hubiese sido de nosotros si no hubiéramos juntado fuerzas”, comenta Giovanna Sole Cruz (48), una humilde ex cobradora de combi, hoy presidenta de esta olla común, que en los peores momentos de la crisis sanitaria alimentó hasta 160 personas. Hoy preparan 50 raciones diarias.

El menú cuesta un sol, pero al menos la mitad de los comensales: madres solteras, niños sin cuidadores o ancianos abandonados por sus hijos, no pueden pagar. Es poco lo que se recauda.

Pocas esperanzas

Es casi mediodía y el menú está listo. Toca arroz amarillo. El plato luce decorado con zanahorias, fideos y pimientos. Faltan carnes, un lujo que pueden darse esporadicamente. Guisos de fideos o tripas, ají de calabaza, caldos con menudencia y arroz con verduras en todas sus formas son el común denominador de la semana.

Giovanna no cocina sola, siempre tiene una escolta de madres que acuden antes de las 09:00 horas para la jornada de preparación. Hay turnos y horarios que la directiva cumple sagradamente.

Celia Ramos (37), una madre soltera con tres hijas pequeñas, es una ayudante continua. Cocinar en el lugar se ha convertido en una forma de subsistencia para su familia. No cuenta con dinero para dar de comer a sus pequeñas, por lo que acompaña en la preparación de los alimentos. Así paga sus raciones.

Antes de la pandemia, trabajaba pelando papas y ayudando en restaurantes, ganaba 10 o 20 soles al día. Cuando la crisis por la pandemia obligó a cerrar todo, se quedó sin un sol en el bolsillo. “Hubo días que no teníamos para comer, hacía dormir a mis hijas para que no sintieran hambre”, cuenta. Cuando se fundó la olla común, había alimento al menos una vez al día. Hoy, cada vez que se presenta la ocasión, limpia casas o lava ropa para mantener a su familia.

59 ollas activas

En Arequipa, 59 ollas comunes permanecen activas. En plena crisis sanitaria estas sobrepasaron las 150. Cayma cuenta con 21, Yura tiene 20, Cerro Colorado tiene 12 y Alto Selva Alegre acoge a seis, todas ubicadas en zonas marginales, donde residen en su mayoría migrantes de Caylloma, Puno y Cusco. Estas alimentan alrededor de 10 mil “nuevos” arequipeños en condiciones vulnerables, sin trabajo, sin dinero o sin familia.

Estas cocinas de la comunidad, actualmente se autogestionan con la venta de menú, pero sobre todo con apoyo privado. Los municipios distritales, han relegado la ayuda, tras la reactivación económica, a excepción de Cayma. La comuna donó cocinas a gas y utensilios a estos emprendimientos altruistas.

La sub gerenta de desarrollo Económico, Vilma Gonzáles Gonzáles, explica que junto a la ONG Bety Linares recorren mercados, dos veces a la semana, para recabar fruta y verdura que son derivados a las ollas comunes. Giovanna confiesa que, probablemente por su lejanía, la ayuda no llegó más de un mes.

No obstante, una vez al mes, la comuna les entrega 1 saco de arroz, menestras, avena, aceite y fideo. La funcionaria, reconoce que, pese al esfuerzo, este no es suficiente.

La situación en Cerro Colorado es diferente. La encargada de la oficina de participación vecinal de Cerro Colorado, Verónica Cornejo, explica que de contar con 65 ollas comunes al inicio de pandemia, hoy en el distrito solo hay 12. Todas se autogestionan por cuenta propia y donación privada. La comuna solo brinda apoyo cuando estas lo solicitan. Hay casos como en Bustamente y Rivero, que con apoyo privado, las mujeres han conformado un vivero y cuentan con cocina solar. La idea es convertir estos espacios en emprendimientos.

Canastas insuficientes

Los municipios apoyan a población en pobreza por medio de canastas de Qali Warma. Este donativo consta de una bolsa de arroz, aceite, fideo, cereales y conservas y se entrega una o dos veces al año a las familias.

En Cayma, en este año, se entregaron 3,222. En las próximas semanas se repartirán 2,120. Se identificaron 4,000 familias en extrema pobreza y pobreza.

En Cerro Colorado, la ayuda llegó a 40 asentamientos humanos. En junio se distribuyó 5,700 raciones. Desde agosto, se hace la entrega de 8,432. En este distrito, de acuerdo al SISFOH, se identificó a 5,000 familias pobres. La idea es empadronar a la mayoría para que accedan a un programa social o a un puesto laboral.