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Sociedad

Fábulas electorales (I)

Sócrates decía “que, así como no se eligen al azar los atletas para una competencia, tampoco se deben elegir al azar los gobernantes”.

Columna de César Caro
Columna de César Caro

César Caro

Borges, el genial y controversial escritor argentino, alguna vez dijo, refiriéndose a la democracia tal como la entendemos en el occidente, que la misma era “una superstición basada en el abuso de la estadística. Yo he recordado muchas veces aquel dictamen de Carlyle, que la definió como el caos provisto de urnas electorales. Y además no creo que tenga ningún valor. ¿Usted cree que para resolver un problema matemático o estético hay que consultar a la mayoría de la gente? Yo diría que no; entonces, ¿por qué suponer que la mayoría de la gente entiende de política? La verdad es que no entienden, y se dejan embaucar por una secta de sinvergüenzas, que por lo general son los políticos nacionales. Estos señores que van desparramando sus retratos, haciendo promesas, a veces amenazas, sobornando, en suma. Para mí ser político es uno de los oficios más tristes del ser humano. Esto no lo digo contra ningún político en particular. Digo en general, que una persona que trate de hacerse popular a todos parece singularmente no tener vergüenza. El político en sí no me inspira ningún respeto”.

Frases que a la luz de lo que ha ocurrido en el último proceso electoral y lo que ocurrirá en los venideros si es que no se cambian las actuales reglas electorales, que en la práctica impiden debates serios sobre programas e ideologías, permitiendo que los candidatos recurran a posesionarse utilizando los mismos métodos que se utilizan para comercializar en el mercado productos como los detergentes o pastas de dientes, que al igual que los actuales partidos y candidatos, hay en demasía y para todos los gustos y colores, por lo que bien vale la pena recordar a Sócrates que decía “que, así como no se eligen al azar los atletas para una competencia, tampoco se deben elegir al azar los gobernantes”. Y si bien comparto con Churchill que “la democracia es el menos malo de los sistemas políticos”, también lo hago cuando expresa que “el mejor argumento en contra de la democracia es una conversación de cinco minutos con el votante medio”.

Votantes que, en nuestro país y en todas sus capas sociales, con raras excepciones, han sido educados atendiendo a fines pragmáticos del mercado, que desea ante todo trabajadores sumisos, consumidores ansiosos y ciudadanos pasivos, los cuales a lo largo y ancho del planeta se están rebelando ante la imposibilidad del modelo económico neoliberal de brindar puestos de trabajo de calidad en mayor medida, los cuales son poco a poco absorbidos o reemplazados por los adelantos tecnológicos, la inteligencia artificial y la acumulación de la riqueza en las grandes corporaciones. Cabe preguntarse entonces: ¿el próximo presidente y los congresistas que se elijan en 2021 continuarán siendo elegidos en contra del “mal mayor”, o primará el resentimiento y la protesta antes que la razón y la propuesta? Y ello, ¿hasta cuándo?