Huaylía: Adoración de todas las sangres al Niño Jesús
FIESTA NAVIDEÑA. Residentes de las provincias apurimeñas de Antabamba y Grau celebran el nacimiento de Jesús con cánticos y danzas coloridas. Una costumbre que sobrevive al tiempo.
José Víctor Salcedo
El nacimiento del Niño Jesús es una celebración de todas las sangres. En los pueblos andinos esta tiene sus peculiaridades. En Apurímac, la Navidad es sinónimo de Huaylía, una fiesta con cantos y bailes dedicada a la adoración del Niño Jesús.
Los residentes de las provincias de Antabamba y Grau (Apurímac) trasladaron la costumbre hasta la ciudad de Cusco. Ayer desplegaron color y baile en la Plaza Mayor y calles de la Ciudad Imperial.
Canto y baile para Jesús
La Huaylía es sinónimo de alabanza. Podría decirse también que una especie de villancico andino. Combina danza y canto. Una comparsa, encabezada por el carguyoq, lleva una imagen de yeso del Niño Jesús en una cuna, mientras la comitiva canta y baila. Dicen que las huaylías antabambinas son como poemas cantados.
“Desde que inicia el movimiento de la danza y surge la voz, puede durar 25 minutos a una hora, según la necesidad que tenga el grupo que canta de trasladarse a un lugar”, explicó Carlos Alexander Espinoza Huañahui en su tesis sobre esta fiesta que fue presentada en 2015 en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
En ese lapso, el baile y el canto no paran y se interpretan huaylías con diversos temas, pero con la misma tonada y ritmo musical. El coro de cada una será siempre: huaylía, huaylijía y huayliajía. “Es como decir aleluya”, explica el carguyoq del distrito de Totora Oropesa y periodista José Valenzuela Andagua.
En algunos sitios cada estrofa es cantada primero por las mujeres y repetida por los varones; en otros solo cantan las damas, mientras los hombres interpretan el baile.
Fiesta con matices
La fiesta empieza el 22 de diciembre con la “entrada” de la Navidad y se prolonga hasta el 27 de diciembre. El 25 es el día principal: la adoración a Jesús recién nacido. En cada distrito la costumbre tiene matices.
En Turpay, por ejemplo, cuenta el periodista Aurelio Alejo, la gente asciende hasta el templo conocido como Belén. Llegan con danzas y recogen al Niño Jesús para llevarlo en brazos y con alabanzas hasta la iglesia del distrito. Allí toda la población se une en cánticos para el acto de adoración.
En tanto, en el distrito de Mamara, que es un pueblo de arquitectura enteramente colonial, el templo San Miguel Arcángel es el sitio de la adoración del Niño Jesús. Los fieles se agolpan al recinto religioso para unirse a las alabanzas.
En el distrito de Antabamba, la Huaylía es cantada por los varones y en Grau solo las mujeres tienen ese encargo, mientras que los varones bailan hasta perder sus fuerzas.
Asimismo, en Totora Oropesa la danza tiene una variedad de 33 pasos. Entre los danzarines hay quienes se denominan ángeles, otros chivatos o pastores y los incachos, que son los personajes graciosos. “La Huaylía es la adoración al Niño Jesús”, explica el carguyoq José Valenzuela Andagua.
A su vez, el ciudadano antabambino Luis Renán Ordóñez cuenta que la celebración se remonta a los inicios de la colonia.
La reunión empezó con una misa en la Basílica Catedral, continuó con un pasacalle de las hermosas y coloridas danzas, y concluyó con una reunión de confraternidad en algún sitio de la ciudad.