Por Raúl Tola Para la campaña presidencial, este 2011 parece haber empezado justo donde terminó el 2010: con muchas noticias, pero muy poca o ninguna novedad. Esta debe ser la más previsible de las últimas elecciones: todos los candidatos y sus acompañantes se han comportado según lo esperado. Ninguno ha roto el molde. ¿Es de verdad una sorpresa la presencia de Rafael Rey en la plancha de Keiko, por ejemplo? ¿No es acaso el colofón de una vida y una ideología coherentes, emparentadas como siamesas con el fujimorismo, que incluye una orgásmica afición por el poder, una suprema intransigencia frente a las ideas ajenas, unos modales inequívocamente autoritarios y un desprecio por la defensa de los DDHH? Hace unos días Carlos Raffo me prometió que su campaña sería “divertida”. Tendrá que pensar en algo mejor. Con el escaso entusiasmo de Luis Castañeda por la transparencia, por comparecer en público y esclarecer casos tan urticantes como Comunicore, que huele, suena y tiene cara de chanchullo, y por delegar las explicaciones incómodas a sus obsecuentes subordinados: ¿debe causar asombro el audio donde la segunda vicepresidencia en la plancha de SN parece haber sido adjudicada a Carmen Rosa Núñez de Acuña por 700 mil dólares y 37 camionetas? ¿O que Castañeda haya decidido esconderse bajo las faldas de Marco Parra y compañía, expertos a la hora de enredarse y enlodar aún más a sus defendidos? Lo mismo pasa con Toledo. El ex presidente y candidato de PP empezó la carrera hacia Palacio haciendo esfuerzos supremos por no repetir los errores del pasado, que llegaron a enterrar su popularidad a niveles de vacancia. No incluir a Jorge Mufarech o Víctor Valdez en su campaña es una prueba de ello. Pero, aunque maquille sus formas, Toledo nunca dejará el vicio que marcó su mandato: la informalidad. Pretender llevar en su plancha a Antonio Ketín Vidal, como reveló hace poco Gustavo Gorriti, sin antes averiguar que el exministro tenía partido propio, lo que habría generado una tacha instantánea, lo prueba. Del mismo modo que la salida al impase: cambiar a las voladas a Vidal por Javier Reátegui, quizá porque de la concurrencia era el único que tenía corbata para salir en la foto. Todo esto por no mencionar el largo y agotador round de catchascán político que libran la candidata del Apra Mercedes Aráoz y Jorge del Castillo. Aun habiéndose visto obligado a renunciar al premierato por el caso Petroaudios (con todo el desprestigio que ello implica), Del Castillo ha puesto todos sus empeños y recursos para encabezar la lista de la estrella al Congreso, en lo que pensará es la reivindicación definitiva de su bastante opaca imagen política. Imagino que a la hora de asumir la candidatura por encargo, Aráoz sabía en lo que se metía, y lleva la renuncia bajo el brazo. Porque si no, fue la única desavisada.