Por Raúl Tola Hace unos años, la primera vez que lo vi en el 2006, en la famosa y polémica secuencia de fotos tomada por Oliviero Toscani, el cuerpo de Isabelle Caro me pareció escalofriante. Debilitada por la anorexia, la modelo y actriz francesa parecía una muerta en vida: apenas carne sobre los huesos, las costillas expuestas como el espinazo de un pez, unos senos diminutos y marchitos, y un rostro cadavérico, de dientes saltones, cuencas hundidas y profundas y violáceas ojeras: un triste vestigio, una hilacha humana. Caro, que en su peor momento antes de morir llegó a pesar apenas 25 kilos –lo que la hizo caer en coma y ser hospitalizada? conmocionó al mundo al exponerse desnuda, como símbolo de la campaña “No Anorexia”, que lanzó la casa de modas italiana Benetton. “Esta foto sin colorete ni maquillaje no me pone en valor”, comentó la joven: “El mensaje es fuerte: tengo psoriasis, el pecho caído, un cuerpo de persona mayor. Mi pelo está estropeado y sé que nunca lo volveré a tener largo. He perdido varios dientes, mi piel está seca. Ninguna chica joven quiere parecer un esqueleto”. Desde entonces, esas imágenes han sido una brutal advertencia para los millones de niñas (Caro padeció esta enfermedad desde los trece años) tiranizadas por el mundo de las apariencias, donde la imagen parece serlo todo, y la salud y hasta la vida son un precio a pagar en la frenética carrera por una figura esbelta, por un poco de aceptación. Han sido también un recordatorio para los padres y madres de esas pequeñas, verdaderos responsables de los abismos de soledad y desamor de los que sus hijas intentan salir entre vómitos y dietas suicidas. ¿Cuánto dolor puede incubar en su interior una persona, para llegar a extremos como el de Isabelle Caro? ¿Cuánta responsabilidad tiene el mundo de la moda, que en los 90 llevó la delgadez enferma de las modelos al paroxismo, repitiendo el estereotipo esquelético, falto de curvas, en todas las pasarelas, y por consiguiente los medios, que hicieron eco de aquella retorcida tendencia, difundiéndola a los hogares de todo el mundo? (“Pude asistir a distintos desfiles y constatar tristemente los picos de los huesos que sobresalen entre las ropas de las modelos, que se pasean agotadas por la pasarela, jugando de nuevo con sus vidas”, dijo Caro.) ¿Qué sociedad hemos creado, capaz de exaltar una enfermedad como un patrón de belleza? Ahora leo la noticia de la muerte de Isabelle Caro, que ocurrió el 17 de noviembre por una deficiencia respiratoria consecuencia del mal contra el que luchaba día tras día, y no puedo, revisitando los retratos captados por Toscani, donde se la ve de espaldas, de frente, en primer plano, triste, cansada, más que aumentar preguntas a las que ya tenía. Preguntas que seguramente nunca tendrán respuesta, y que crecerán con cada Isabelle Caro que llegue a este mundo, y luego lo abandone.