Por Nicolás Lynch Pocas veces estoy de acuerdo con lo que dice o propone Mercedes Cabanillas en el terreno educativo. Pero no puedo sino saludar la iniciativa que ha tenido de presentar un proyecto de ley para terminar, aunque sea por el momento, con la creación de universidades privadas con dueño o universidades-empresa, que proliferan a partir del Decreto Legislativo 882 de 1996, brulote que emitiera la dictadura fujimorista, para supuestamente “promover la inversión privada en la educación”. No sé si esta iniciativa tendrá alguna relación, buena o mala, con su viaje a Finlandia pagado por Alas Peruanas, pero ello no quita lo positivo de que el asunto se ponga en debate. El caso es que a la sombra de este DL 882 se han creado alrededor de 50 universidades, la mayoría de las cuales difícilmente pueden tener el nombre de tales, a tal punto que un columnista como Mirko Lauer las ha calificado de “tugurios académicos” y el propio presidente García, tal como recogió hace pocos días este diario, ha señalado que se han creado universidades como si fueran fábricas de zapatos, sin tener en cuenta la calidad de las mismas. Hasta el propio CONAFU, la entidad que autoriza la creación de estos centros y que ha actuado con extrema largueza al respecto, se queja y dice que sus funciones han sido usurpadas en buena medida por jueces que en dudosas sentencias terminan siendo ellos los que autorizan el funcionamiento de las universidades. El caso es que en este ping-pong en el que se discute quién es más incapaz que el otro, nos hemos llenado de instituciones indeseables cuyo daño está a ojos vista. Quizás la falla del anteproyecto para cerrar el DL 882 sea que le da al propio CONAFU la facultad de evaluar las universidades creadas y de señalar los estándares para la creación de futuros centros de este tipo. Si el CONAFU ya ha hecho tanto estropicio, sería mejor olvidarnos de él y convocar a una comisión de expertos, sin intereses creados en rectorías o vicerrectorías, para efectivamente evaluar a los ahora calificados de tugurios y ver qué se puede hacer hacia delante. Ojalá que todo no siga siendo malas noticias sobre la universidad peruana y aunque sea se apruebe un proyecto como este que empieza a distinguir entre comerciantes y académicos.