Jorge Millones: “En la campaña electoral hay que instalar el debate de la IA y el derecho a la soberanía tecnológica”
Investigador en temas políticos y sociales, Jorge Millones, se pregunta en su reciente libro sobre la Inteligencia Artificial hacia dónde se dirige la naturaleza humana y el ser social. Afirma que todo está siendo controlado por los grandes monopolios tecnológicos.
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Desde la izquierda en el Perú, poco se reflexiona sobre el poder de la tecnología, de lo digital, de las plataformas mundiales de información. En ese sentido, el libro de Jorge Millones que lleva por título Inteligencia artificial y estupidez natural (2025), es uno de los primeros aportes en el tema. Un valioso grupo de ensayos para iniciar el debate.
Inteligencia artificial y estupidez natural es el título. ¿Por qué unir ambos términos?
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Yo empecé este conjunto de reflexiones durante la pandemia. Me di cuenta de que había una presión muy grande por empujarnos hacia la digitalización de la vida de una manera muy agresiva, que ha tenido y tiene grandes consecuencias. Bueno, esa crisis de la salud pública se tumbó el biombo democrático-liberal del sistema. También los regímenes neoliberales se volvieron muchísimo más represivos y dieron paso, a nivel global y en el Perú, a movimientos de ultraderecha muy fuertes, que cuestionan no solo la democracia, sino la modernidad en sí misma. A todo eso yo llamo estupidez natural, no en el sentido de insulto, sino una cosa más sistemática: la estupidez como rasgo social de la nueva situación del capitalismo digital.
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Pero el discurso que aún nos llega es que la IA nos hará la vida más fácil, la educación será más accesible, así como la información, ¿sostienes, por el contrario, que es un retroceso para el pensamiento crítico? ¿Hay que temerle a la IA?
El problema no es la IA, no es un problema tecnológico, el problema es cuál es la orientación que se le da. El problema es el capitalismo que, al no tener unas regulaciones de los Estados, porque ya es imposible regularlas a estas alturas, las sociedades quedan inermes. Y al estar inermes, la IA deja de ser una herramienta y pasa a convertirse en el sistema. Entonces, la IA para las empresas es la manera de seguir expoliando los datos de la sociedad, mientras que, para nosotros, los simples mortales, los trabajadores, es una herramienta para maximizar nuestro trabajo. En realidad, la IA es un mecanismo, igual que las plataformas digitales, de extracción de datos para venderlos después utilizando el desarrollo científico, como la psicología persuasiva, por ejemplo. Es como en todos los negocios, hay un engagement y luego te empiezan a cobrar. Porque no hay una legislación que pueda proteger a los usuarios de estas tecnologías y mucho menos de los impactos gravísimos en la cognición de los niños, de los adultos, y diversos tipos de neurosis aparecen por el uso de la tecnología y la sustitución del aprendizaje por la tecnología. Es tan deslumbrante la tecnología, tan deslumbrante la IA, pero nadie está cuestionando los marcos civilizatorios en los que se está dando. Y está totalmente articulada a la geopolítica. Hoy, la lucha geopolítica es por la IA. Y eso no es casual.
¿La IA hay que entenderla en un contexto de una batalla por la cultura, por la información, por el control de las emociones, de la creatividad, la imaginación, los sentimientos?
Sí, sí. Hay varios teóricos que lo están tratando. Hay un documento de la OTAN que lo denomina la ‘guerra cognitiva’, que es la lucha geopolítica desde las plataformas y la IA por el control y el minado de los sentimientos, los afectos, los mecanismos de aprendizaje, en realidad la percepción del mundo. De cómo ahora la percepción del mundo está determinada por un click, por un like, por un dislike. Y por una serie de lenguajes y mecanismos que filtran la realidad y nuestros afectos a través de las plataformas, como TikTok, por ejemplo. Entonces, hay disputas geopolíticas por esos espacios, porque ya se ha reconocido que el cerebro humano es un campo de batalla geopolítico. Es una llamada de atención política para ver cómo enfrentamos esto como sociedad, como país…
Tu lectura es desde la izquierda.
Sí, yo hago esta lectura políticamente desde la izquierda. Pero también desde la derecha Miklos Lukács, acá en Perú, ha tenido la misma lectura. Hemos coincidido, digamos, sobre el tema del ‘transhumanismo’; o sea, la fusión del hombre con la máquina y la incorporación, de la fusión, de la IA al cerebro humano.
¿Lo que llamas en tu libro ‘dictadura de los algoritmos’ sería entonces parte de un poder mucho más grande, del capitalismo digital?
Sí, el capitalismo se ha sofisticado mucho más y se ha hecho global, sin embargo, estamos enfrentando también un proceso de desglobalización producto de las ultraderechas. Pienso en los aranceles de Trump, por ejemplo, tratando de romper la estructura económica que une al mundo. Es, por ejemplo, una reacción a esta manera de integración neoliberal que se había estado dando. Cuando hablamos de la ‘dictadura de los algoritmos’, lo hacemos también de una característica fundamental del capitalismo de plataformas, del capitalismo digital. Es, claro, una metáfora, no es que sea una dictadura, porque una dictadura es de los Estados, es vertical de arriba abajo, y acá no hay tal cosa, pero sirve para decir que los mecanismos algorítmicos están logrando moldear la sociedad a base de formatear los cerebros humanos.
El mundo dividido entre capitalistas de la nube y siervos de la nube... Es difícil pensar que, apenas al hacer un click, ya se entra en ese juego de poder de las máquinas.
Sí, es el ‘capitalismo de las nubes’, figura que propone el economista griego Yanis Varoufakis, en el libro Tecnofeudalismo. Para él, el nuevo capitalismo de plataformas, llámese Meta, Microsoft, Google, en fin, los grandes monopolios digitales, en realidad, están controlados por poquísimos señores feudales de la nube, es decir, son dueños de la nube y ellos la rentan al viejo capitalismo industrial que produce las mercancías. Entonces, la única manera de vender y comprar ahora es a través de las plataformas y esas plataformas están dominadas por estos tecnomonopolios. Son los señores de la nube, una metáfora de viejos señores feudales.
Sostienes que más información no equivale a mayor conocimiento y progreso.
¿Dónde queda el aprendizaje si ya existe la posibilidad de conectar nuestro cerebro a la IA y a la nube? O sea, con un parpadeo puedes acceder a la información en internet. ¿Qué necesitas aprender si ya tienes todos los datos en un chip en tu cabeza? Si la producción de información, de conocimiento, se da con el ensayo-error, incluso con la participación de nuestros afecto... Si la frustración y la alegría se dan cuando descubres algo y te sale bien, como resolver una ecuación o entender una idea en un libro... Bueno, todo lo que es parte del aprendizaje va a esfumarse si te dan todo masticado. A eso me refiero con el pensamiento crítico, la capacidad, el último reducto, de poder filtrar información y construir nuestra propia información... El tema del libro es, en realidad, es hacia dónde va la naturaleza humana y el ser social. Bueno, ese ser social está siendo controlado por monopolios tecnológicos. No es poca cosa a lo que nos estamos enfrentando.
¿La izquierda en el Perú llega tarde a la reflexión de estos temas?
En algunas partes del mundo está sobre la mesa. Pero en América Latina y en el Perú la izquierda no tiene ni idea y, sobre todo, no la incorpora de manera programática. Yo milito en un partido de izquierda, estoy tratando de que entre el tema. Por un lado, es novedoso y, por otro, es espeluznante también. Es un poco inquietante incorporar esto en una agenda política, no es sencillo y, sin embargo, ya hay una utilización ideológica y política de la ultraderecha peruana que está culpando, por ejemplo, al movimiento LGTBI sobre el ‘transhumanismo’.
¿El desafío para el progresismo es cómo hacer que el ser humano vuelva a ser responsable de su propio destino?
Sí, primero hay que intentar recuperar o instalar el tema en el debate político. Creo que sí se puede. Ahora que estamos ad portas de la campaña electoral, instalar el debate de la inteligencia artificial y el derecho a la soberanía tecnológica. ¿Qué entendemos con soberanía tecnológica? ¿Cómo negociamos con las grandes plataformas monopólicas? Somos un Estado pequeño y eso implica coordinar con los países de la región, porque solos no vamos a poder. Ese es otro punto, pensar como región sudamericana. Otro tema es el derecho a la desconexión: tratar de que se incorpore en los colegios, en las familias, en los espacios públicos, la necesidad de tener por lo menos una hora sin conexión a internet. Y de poder jugar, leer, saltar, abrazarse y hacer vida familiar. Y así una serie de cosas que me parecen fundamentales, como la liberación del entretenimiento. Que no puede ser colonizado y mercantilizado por las plataformas, tipo Netflix.
“El humor del meme sigue siendo un espacio humano”
Es complejo todo esto de entender cómo a partir de ir a TikTok o a Tinder entramos a toda una vorágine del poder, ¿no?
Sí, Foucault decía que el poder es la capacidad de crearle la realidad al otro. Y creo que, en la medida en que nuestra realidad cada vez está siendo más manipulada, en todo sentido, no solo físico, sino cognitivo, mental… en ese nivel, las relaciones de poder son evidentes, pero también hay una coparticipación nuestra. Bueno, eso es parte de la estupidez natural, es decir, de mirar para otro lado y seguir pegado al celular.
Dentro del poder de los algoritmos, ¿se pueden encontrar señales de resistencia? Los memes pueden ser una de esas señales.
Sí, el humor del meme sigue siendo un espacio humano. Antes era el chiste, la broma, luego la chapa... El humor es histórico también y va cambiando, hoy es el meme, imagen autorreferencial, posmoderna totalmente, que se replica. Ese tipo de humor es el que tenemos ahora, de la instantaneidad, muy rápido, de una sola imagen, multiplicable, y la comparten comunidades. El humor va a ser complicado que lo puedan encerrar. Pero no me cabe duda de que lo van a intentar controlar.
Y están los videojuegos, que son poderosos.
Sí, ahí te perfilan también… Y como no hay regulación hacen lo que les da la gana, utilizan la psicología persuasiva para enganchar. La adicción a la dopamina, en fin. Es bastante complejo, pero lo vivimos… En el mundo entero se plantean los daños que está produciendo a la capacidad cognitiva y al espíritu humano.
También está el control. Ahora mismo, a nivel global, hay todo un veto para usar la palabra Gaza o Palestina.
Las redes sociales, de alguna forma, no son neutrales, son dirigidas por gente que hace el saludo nazi. Hay una voluntad de ultraderecha de utilizar esas plataformas para agudizar esas contradicciones y hacer más intensivo el neoliberalismo como forma económica y le echa la culpa al progresismo liberal o al neoliberalismo progresista que han aceptado muchas veces al movimiento LGTBI, al feminismo, las reivindicaciones identitarias... pero, ojo, no me toques el modelo económico. Eso ha hecho que la gente se pase a la ultraderecha y a la ultraizquierda como en el Perú.
























