Política

La conspiración del asco

“Las promesas de los candidatos son idénticas a las que se lanzan en una elección normal”.

MARCO
MARCO

Si uno se deja llevar por los medios, estas elecciones parecen monopolizadas por gente enajenada (como Mario Bryce), atormentada (López Aliaga) o simplemente desesperada (Bartra). ¿Qué tienen en común, aparte de sus demonios internos? Que pertenecen a un partido que no figura –en las últimas encuestas disponibles– ni siquiera en el rubro de “Otros”. El castañedismo no tiene ni 1% de votación, pero ocupa el 20% de cuota de pantalla. ¿Por qué los medios insisten en ocuparse de candidatos que no tienen la más mínima posibilidad de éxito?

Hay varias respuestas posibles. La primera, obvia, rating. La basura vende. Pero no es suficiente. Otra opción es que los directivos de los medios simpaticen con el discurso de derecha extremista de estos señores. El sueño del Vox peruano. Puede ser. Aunque hay una tercera opción, con las mismas motivaciones, pero más retorcida:

Dar asco.

O repulsión. O desinterés. O agotamiento. Al final, el efecto es el mismo. Veamos: ¿Por qué darle espacio una y otra, y otra vez a gente que repite los comportamientos exactos que consiguieron que el 90% de la población rechace al Congreso anterior? Para que esa misma mayoría rechace estas elecciones. Es decir, para que le dé igual. O le hastíe. O le aburra. En resumen, para lograr la mayor cantidad de votos blancos o viciados.

¿Con qué fin? Al reducir la cantidad de votos válidos suceden dos cosas.

La primera: Así es más fácil pasar la valla para partidos como el Apra (o, incluso, la misma Solidaridad). A más votos nulos, esta gente necesita menos votos efectivos para entrar al Congreso.

La segunda: Se inflan las bancadas. O sea, gana Fuerza Popular. Actualmente, los fujimoristas han sido reducidos a su 8% duro histórico. Pero si se mantiene el número de votos nulos y blancos como hasta ahora, ese 8% les bastará para meter 32 congresistas. Es decir, convierten su 8% en 25%, o sea, la CUARTA PARTE del total de curules.

Lo insólito es que ningún candidato no-fujimorista parece haberse dado cuenta de este escenario ni de capitalizarlo. La crisis 2018-2019 se resolvió porque un 90% identificó al fujimorismo como el principal obstaculizador de la lucha anticorrupción. Tres meses después, no hay nadie que represente el espíritu del 30 de setiembre. No hay nadie que advierta que ese triunfo está a punto de revertirse. Las promesas de los candidatos son idénticas a las que se lanzan en una elección normal (contribuyendo a generar la sensación de más-de-lo-mismo), en vez de centrarse en el único punto que ha unido al 90% de peruanos: que no vuelva la impunidad. Y está a punto de volver. En dos semanas.