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Política

Aj, el populista Vizcarra

“El mandatario moqueguano en ese sentido es solo un heraldo de la lógica política que imperará en el país los siguientes lustros”.

TAFUR
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A Vizcarra lo odia un sector de la élite política y económica limeña en gran medida porque se ha negado a ser su operador, su empleado palaciego. Es un cholo alzado que además osa conquistar los afectos populares y con ello ganarles la batalla.

Resulta enternecedor el espectáculo de las trincheras del fujiaprismo insultando al Primer Mandatario y acusándolo de autoritario y populista, como si lo propio fuese acaso el imperio de la asepsia programática o el purismo democrático.

Vizcarra es populista. Invoca la fórmula del apego ciudadano, lo usa en contra de sus adversarios y de esa manera se sostiene políticamente (¿alguien duda de que si Vizcarra tuviese baja aprobación, ya el Congreso lo habría vacado?). No es populista en el sentido que tradicionalmente se ha entendido en el Perú a propósito de un manejo heterodoxo de la macroeconomía.

Pero cabe preguntarse si acaso es posible trazar alguna viabilidad gubernativa en un país disfuncional como el Perú sin ejercer alguna dosis de populismo. Es imposible. Fue populista en ese sentido, y con mucho éxito político, Alberto Fujimori. Y quizás el gran fracaso reformista de la transición (Toledo, García, Humala y sobre todo PPK) se deba justamente a que abandonaron la fórmula populista (en los casos de Toledo y Humala ello resultó más sorprendente porque sus campañas electorales y su perfil político auguraban regímenes conectados directamente con la narrativa del pueblo movilizado).

Se vienen los tiempos del crecimiento y eventual predominio de la lógica provinciana en el país. Gracias a la regionalización ha surgido una clase política fuera de Lima que aspira a gobernar el Perú sin tutelas centralistas. José Matos Mar decía que así como los cuarenta años precedentes habían tenido en el cholo emprendedor emergente el eje de la narrativa y realidad social, en los siguientes cuarenta iba a ser el provinciano. Ya lo está siendo.

Quienes conozcan la atmósfera provinciana deberán concluir que no es posible hacer política allí sin tener el radar prendido respecto de los humores populares. La calle es omnipresente. El mandatario moqueguano en ese sentido es solo un heraldo de la lógica política que imperará en el país los siguientes lustros.

El populismo político, visto así, es una buena estrategia para remediar o compensar décadas de silenciamiento o soslayo de las legítimas y democráticas expectativas populares respecto del quehacer político.

¿Qué quieren los odiadores de Vizcarra? ¿Con qué se humedecen los opinólogos del fujiaprismo? Quieren un presidente pasmado, que aguante el golpe y la humillación y que además se resigne al maltrato en silencio. Extrañan al pusilánime de PPK. Nunca se imaginaron que el apocado exgobernador de una región pequeña iba a ser capaz de mover el tablero de acuerdo a su propio parecer y que además lo iba a hacer dentro de los parámetros constitucionales.

Reformas políticas y judiciales que deberán ser tarea a completar por el siguiente gobernante, convocatoria a referéndum y ahora una propuesta de adelanto electoral han golpeado la entraña del establishment político. Para salir de la crisis actual se requiere de herramientas populistas. Vizcarra ha entendido que no se puede derrotar la inercia del antiguo régimen de otra manera.

-La del estribo: sobrecogedora la obra del Festival de Sala de Parto, La terapeuta. Una soberbia performance actoral de Alejandra Guerra. Merece verse. Y habrá pocas funciones. Va hasta el 28 de setiembre en la Alianza Francesa de Miraflores.



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