El Presidente Vizcarra ha desperdiciado una ocasión invalorable de conectarse con la sensibilidad de las mujeres peruanas.,El Presidente Vizcarra ha desperdiciado una ocasión invalorable de conectarse con la sensibilidad de las mujeres peruanas. A raíz de la muerte de Eyvi Ágreda, cuya vida fue imposible de rescatar tras el atentado del que fue víctima en un transporte público en donde un sujeto le prendió fuego, el ex vicepresidente confirmó que no está a la altura de su nuevo cargo. Tras lamentar su muerte afirmando que ésta formaba parte de “los designios de la vida”, es decir que era preciso aceptarlos resignadamente, emitió un comunicado con visos reparadores. En ese texto anunciaba cinco medidas “para enfrentar el problema crítico de violencia hacia las mujeres”. El comunicado, sin embargo, adolece de flagrantes omisiones conceptuales. No se mencionan ni una sola vez los términos “feminicidio”, “machismo” ni “género”. En su Psicopatología de la Vida Cotidiana, Freud menciona los lapsus, actos fallidos u olvidos como manifestaciones de lo inconsciente. Mi impresión es que las citadas omisiones no forman parten de esta modalidad psicopatológica de la vida, para usar el término presidencial. Se trata de omisiones intencionales y cuidadosas, destinadas a complacer y no atraer las iras de una fuerza política a la que, según comprobamos cada día que pasa, se encuentra enfeudado. La fuerza en cuestión se hace llamar popular, Fuerza Popular. Dicha agrupación, como sabemos, es alérgica precisamente a los términos eludidos por el mandatario. En particular la palabra “género” les resulta tan amenazante como el agua bendita a los vampiros clásicos (los posmodernos no le temen ni a la luz del día, como bien sabemos). Mi modesta impresión es que existe un pacto entre Vizcarra, Villanueva y los fujimoristas. El cual se puede resumir de este modo: nosotros no hacemos nada que los perturbe, ustedes no nos muelen a golpes en el patio del colegio. En suma, el típico arreglo entre nerds y matones, débiles y fuertes. Que se necesitan unos a otros, por lo demás, como el amo precisa del esclavo y viceversa. La ingenuidad de este entendimiento es múltiple. La parte más débil está supeditada a la conveniencia de la más poderosa. En el momento en que dejen de necesitarlos, los escupirán como una pepa de ciruela y los arrojarán al basurero (que en el Perú suele ser la vía pública). Para entonces los violadores y feminicidas habrán cometido incontables crímenes, tácitamente aceptados por el Gobierno en aras de una supuesta gobernabilidad y un ilusorio crecimiento económico. ¿O alguien imagina que es suficiente declarar “en alerta permanente las comisarías a nivel nacional” para que la policía proteja a las mujeres? A los únicos que está mimando el Presidente es a sus extorsionadores. En buena cuenta, como en las películas sobre la mafia, está pagando protección. Al abstenerse de llamar a las cosas por su nombre, llegando al ridículo extremo de no atreverse a hablar de género, indica con claridad de qué lado están sus prioridades. Sus miedos, señor Presidente, equivalen al delito de abandonar a personas –del género femenino- en grave peligro.