Las huelgas de ahora serán, nuevamente, un espacio de disputa por representatividad sindical y una consecuencia de la desatención del Estado en el tema docente. Y es que el problema no es la huelga, sino lo son los factores por las que se llega a ella. A,Escribe: Ricardo Cuenca (*) (*) Psicólogo social. Instituto de Estudios Peruanos Amenazas de huelga acechan la ficticia calma del sector educación. Esto, a la vez que un gran problema para un gobierno que empieza a mostrar el límite de sus capacidades para gobernar, es una señal de la poca energía con la que el Ministerio de Educación atiende la cuestión docente. A dos meses de asumir la cartera, el ministro Alfaro no ha podido trasmitir un mensaje claro para los docentes, sus principales aliados, así como tampoco ha comunicado cuáles serán sus decisiones sobre la, ahora estancada, reforma docente. Pero estas amenazas son también consecuencia de los problemas de institucionalidad del sindicato que, luego de la huelga del año pasado, muestra pocos cambios en el estilo de conducción de su dirigencia. La férrea verticalidad que fue necesaria en un momento en el que se necesitó cerrar filas contra Sendero Luminoso, protegerse del acecho fujimorista de los años noventa y velar por los fondos provenientes de las contribuciones de los maestros parece no funcionar más. Ahora el contexto es otro y se requiere un renovado y fortalecido sindicato unitario. Luego de décadas de ruptura entre el magisterio, la sociedad y el Estado, el año 2012 marcó el inicio de una reforma docente cuya principal finalidad fue soldar esas fracturas, alrededor de una narrativa distinta sobre los profesores. Incluyó una nueva ley con enfoque meritocrático, mejores y más modernos cambios en la formación docente, procesos más técnicos y transparentes de evaluación y una estrategia de bienestar laboral, apoyada en el reconocimiento social de los docentes. Todo eso se desaceleró durante la gestión de la ministra Martens y se retrocedió en la del ministro Vexler. La historia, entonces, podría repetirse. Las huelgas de ahora serán, nuevamente, un espacio de disputa por representatividad sindical y una consecuencia de la desatención del Estado en el tema docente. Y es que el problema no es la huelga, sino lo son los factores por las que se llega a ella. Atender el tema docente no es abrir y cerrar espacios de diálogo con grupos particulares, como tampoco lo es ofrecer capacitaciones masivas o prometer aumentos desvinculados de un plan. Se requiere de la puesta en marcha de una reforma docente integral y sostenida, con mejores condiciones de trabajo, para poder exigir más y mejores resultados. Sin un ministerio comprometido con la cuestión docente y un sindicato institucionalmente fortalecido, las huelgas seguirán siendo aprovechadas por políticos y dirigentes para fines particulares, y continuarán horadando el débil y necesario liderazgo del Estado. Mientras tanto, seguirán siendo la única posibilidad que tienen los docentes para canalizar sus demandas y exigir la atención de todos nosotros.