En abril de 1987, Sendero Luminoso entró a San Juan de Salinas en Puno y sometió a juicio popular al alcalde de izquierda Zenobio Huarsaya. Los pobladores congregados pidieron que no lo fusilen; sin embargo, nada pudo detener la feroz violencia con la que actuaban estos terroristas. Poco después, en el funeral, el dirigente campesino de izquierda, Hugo Blanco, fue el primero en hacerse presente. José Luis Rénique describe de esta manera, con innumerables casos, cómo la izquierda se enfrentó –en regiones de todo el país– al terrible fenómeno de Sendero Luminoso. Miles de militantes de izquierda murieron a manos de los terroristas, en especial, varias autoridades y dirigentes cuyas gestiones eran pieza clave al interior del sistema democrático. Quizás algunos quieran borrar esta parte de la historia. Aquellos que repiten como disco rayado que ser de izquierda es ser terrorista. A ellos y a su profunda ignorancia va dedicada esta columna. En una de sus principales obras, La batalla por Puno, Rénique explica como “Puno se convirtió en uno de los ejemplos de una posible alternativa ante la polarización: El modelo de una alternativa de pacificación basada en las organizaciones populares y no en el recurso de la militarización”. Sucede que las fuerzas de izquierda, entre ellas el Partido Unificado Mariateguista (PUM), lucharon por fortalecer las organizaciones sociales que constantemente se enfrentaban a Sendero Luminoso. Sin embargo, ya desde 1980, más de un tercio del territorio nacional había sido puesto bajo control de las Fuerzas Armadas. La violencia vino de Sendero y vino del Estado, no olvidemos eso jamás. Otro caso fue el del Instituto de Educación Rural en Ayaviri. A finales de los ochenta, el PUM buscaba fortalecer las comunidades, impulsando lo que llamaban la “vía comunera”, un modelo de desarrollo para el campo que tuvo importante anclaje en Puno. Sin embargo, en marzo de 1989, Sendero Luminoso convocó a un “paro armado” y arrasó con el Instituto de Educación Rural, institución eclesiástica que por 25 años había formado dirigentes campesinos. No olvidemos nunca que Sendero le declaró la guerra a la izquierda. Ese mismo año asesinó a dirigentes en las granjas de la Universidad del Altiplano, mató al alcalde de Azángaro, Marcelino Pachari. Los senderistas entraron a la comunidad de Choquepiñas y mataron a su presidente de balazos en la cabeza. Ahí mismo persiguieron y acribillaron al vocal de la comunidad y al teniente gobernador. Autoridades de izquierda, todas asesinadas a sangre fría. En Orurillo, Sendero mató al alcalde electo de la Izquierda Unida, al secretario de la federación campesina distrital, al dirigente del gremio de maestros, al juez de paz... Sendero quería asesinarlos a todos. Este pedazo de nuestra historia fue en Puno, pero no solo el sur tiene memoria. Por Maria Elena Moyano, por todo el dolor y la sangre derramada: ¡Terrorismo nunca más!