La campaña presidencial y parlamentaria entra en su recta final a 7 días de las elecciones del 17 de noviembre y las candidatas de las dos principales fuerzas políticas, la ex presidenta socialista Michelle Bachelet y la ex ministra de derecha Evelyn Matthei, han comenzado a desplegar las estrategias de cierre., Las elecciones chilenas enfilan la recta final para la cita del domingo 17 de noviembre con la ex mandataria Michelle Bachelet como favorita para ganar estos comicios, en los que también se renuevan la Cámara de Diputados y parte del Senado . Las encuestas habitualmente más fiables, como la que publica trimestralmente el Centro de Estudios Públicos (CEP) y la realizada por Opina Research para el diario El Mercurio, coinciden en que la ex directora de ONU Mujeres no necesitará la segunda vuelta del 15 de diciembre para gobernar de nuevo en Chile. En los dos debates electorales en que participaron los nueve candidatos presidenciales, Bachelet fue el centro de las críticas de los demás aspirantes, quienes indirectamente le reconocieron así una dimensión política que la ex presidenta tiene buen cuidado de preservar. Además del "todos contra Bachelet" de los debates, otro indicador que pone de manifiesto el reconocimiento ajeno de su probable triunfo es la mesura (ambigüedad, según sus detractores) de sus promesas electorales. PLAN DE GOBIERNO Y aunque varios contrincantes le han reprochado que presentara tardíamente su programa de gobierno, solo tres semanas antes de los comicios, de ella se ha escudado que la responsabilidad de saberse ganadora –y por lo tanto responsable de gobernar otros cuatro años como ya hizo entre 2006 y 2010– le obliga a conducirse con sensatez y huir de las propuestas demagógicas. Para los otros aspirantes presidenciales, la verdadera causa del retraso en la presentación del programa de electoral es mucho más pedestre y tiene que ver con la dificultad de poner de acuerdo con el variopinto abanico político de la Nueva Mayoría, la coalición que sustituyó a la Concertación, el conglomerado de centroizquierda que sustentó cuatro gobiernos desde el retorno de la democracia en 1990. El hecho de que en su seno haya desde democristianos hasta comunistas –antaño fuerzas políticas enfrentadas–hace dudar a muchos de la solidez de la alianza sucesora de la Concertación. EJES DE CAMPAÑA Pero eso no le ha impedido a Bachelet colocar en el debate electoral sus tres ejes de campaña: una nueva Constitución, el cambio del modelo educativo y una reforma tributaria para financiarlo. Para sus críticos, un eventual segundo mandato de Bachelet se caracterizará por un escoramiento político hacia la izquierda, lo que hará saltar las costuras por el lado derecho de la Nueva Mayoría. Y ello complicará la gobernabilidad en un país que se prepara para una desaceleración del ritmo de crecimiento económico que ha mantenido en los últimos años, con el consiguiente impacto en el tejido laboral. Y mientras la oficialista Evelyn Matthei, el independiente de derechas Franco Parisi y el progresista Marco Enríquez-Ominami se esfuerzan por convencer a los suyos de que pasarán a una segunda vuelta, el comando de Bachelet trabaja para amarrar los votos que según las encuestas irán a parar a la expresidenta. OPOSICIÓN LEGISLATIVA Porque además de consolidar el triunfo sin necesidad de someterse dos veces al escrutinio de los electores, una votación masivamente favorable a la Nueva Mayoría podría tener una gran incidencia en la capacidad de maniobra del futuro gobierno. Y ello porque la actual oposición podría doblar en representación parlamentaria a la oficialista Alianza por Chile en varios distritos electorales. Ello inclinaría la balanza legislativa en favor de Bachelet y los suyos, algo que de todos modos se antoja difícil, toda vez que el sistema electoral chileno propicia el bipartidismo e históricamente ha otorgado una sobrerrepresentación a la derecha. Pero tanto las encuestas como los analistas dejan un pequeño resquicio abierto a la incertidumbre sobre los resultados atribuibles al hecho de que el próximo 17 de noviembre, por primera en unos comicios presidenciales, rige la inscripción automática en el registro electoral y además votar no es obligatorio. La incertidumbre viene dada por el hecho de que cinco millones de nuevos votantes –cuya inclinación política es una incógnita hasta ahora– se incorporan al censo electoral y buena parte de ellos es simpatizante del partido "No Sabe/No Contesta".