La universidad donde mataban mendigos para vender sus órganos a la facultad de Medicina
El siniestro hallazgo de 11 cadáveres en la morgue de una universidad colombiana reveló una sanguinaria red de tráfico de órganos. Un indigente tuvo que fingir estar muerto para salir con vida.
Hace tres décadas años, Colombia quedó conmocionado con el hallazgo de varios cadáveres en la morgue de la Universidad Libre (Unilibre). Todos los cuerpos eran de 11 mendigos que antes de ser asesinados habían sido torturados por los vigilantes del centro de estudios, denunció un hombre que fingió estar muerto para salir con vida.
Se trata de Ómar Enrique Hernández López, un reciclador que, en la madrugada del 29 de febrero de 1992, llegó con un brazo roto y con la cabeza llena de sangre hasta un puesto policial para denunciar de que en la Universidad Libre intentaron asesinarlo.
Él contó a los policías que había ingresado a la institución en busca de material reciclable, por invitación de los vigilantes. Fue conducido por los pasillos hasta llegar a las inmediaciones del anfiteatro y allí fue atacado.
Ómar Enrique Hernández López, sobreviviente de la matanza de Unilibre, en Barranquilla. Foto: reportaje / Ernesto McCausland
Aunque la Policía no le quiso creer por su apariencia de mendigo, Hernández los convenció para que lo acompañaran hasta la universidad. Cuando intentaron ingresar, los vigilantes se lo impidieron, y eso llamó la atención de los uniformados.
“El sábado, en la noche, yo pasaba por la universidad recogiendo latas de cerveza cuando un celador me llamó y me invitó a recoger unos cartones que estaban en el patio de atrás de la universidad. Cuando entré, dos hombres me golpearon con garrotes y me dieron un tiro. Yo me hice el muerto”, contó Hernández.
“Este está muy blando”
Gracias al joven de 24 años, la policía halló 11 cadáveres en la morgue de la universidad y, según la historia, el reciclador se hizo pasar por muerto para no ser el número 12. Los cadáveres, aunque estaban desfigurados por los golpes, estaban completos.
“Lo desnudaron, lo pusieron en una mesa de anfiteatro y allí vio cuando llegaron con el otro herido. Luego lo metieron en una cubeta de formol, de donde se salió para salvarse”, escribieron los corresponsales de El Tiempo que cubrieron los hechos.
Reconstrucción realizada por profesionales de la Fiscalía que permitió esclarecer los hechos. Foto: Vanexa Romero / El Tiempo
Incluso, el joven alcanzó a escuchar a uno de sus atacantes decir: “Solo nos falta uno para cumplir con la cuota”. Asimismo, fue testigo de la brutal golpiza a otro mendigo identificado como Vicente Manjarrés, a quien subieron a otra mesa.
“Después entraron con él y uno de ellos (de los atacantes) se me acercó, me tocó y dijo: ‘Este está aún muy blando’”, relató en ese entonces un diario local.
Cuando se percató que no había peligro, el joven se levantó y vio al otro reciclador golpeado, baldes con partes de cuerpos humanos y las paredes y el piso llenos de sangre. Todo el lugar olía a formol.
Nueve de los mendigos fueron asesinados con armas contundentes, mientras que los otros 2 tenían impactos de bala. La universidad, conocida como Unilibre, comenzó a llamarse “Unitranca” porque persona que entraba ya no salía con vida.
Saúl Hernández Otero fue señalado como el responsable de haber llamado a Hernández para que ingresara a la universidad. Foto: Ernesto McCausaland
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¿Por qué mataban a mendigos y qué hacían con sus cuerpos?
Las primeras hipótesis de las autoridades señalaban que las desapariciones de los habitantes de calle en la ciudad estaban vinculadas a una operación de tráfico de órganos. Ellos eran seleccionados por los asesinos porque, podría decirse, “no tenían doliente”.
Sin embargo, la matanza no solo quedaba ahí, ya que los cuerpos y órganos eran utilizados por los estudiantes de Medicina en sus prácticas. Se especula que en total fueron unas 50 víctimas.
En un principio, la justicia acusó a 14 empleados como los responsables de los asesinatos y entre el 29 de febrero y el 1 de marzo de 1992 se efectuaron las capturas de Pedro Antonio Violria Leal, jefe de seguridad, y los vigilantes Wilfrido Arias Ternera, Armando Segundo Urieles Sierra y Saúl Hernández Otero.
Los rostros de los asesinados fueron elaborados en yeso por Medicina Legal. Foto: El Tiempo
¿Hubo impunidad por los asesinatos?
Ocho años después del descubrimiento de los asesinatos, el martes 29 de febrero del 2000, 5 personas fueron condenadas por estos hechos, pero los medios locales informaron que hubo impunidad.
Sin embargo, el Juzgado Segundo Penal del Circuito absolvió de esa responsabilidad a otros 5 vigilantes que venían siendo procesados por los asesinatos de ocho personas, por no encontrar nexos entre estos y las circunstancias en que se cometieron los homicidios.
No obstante, Pedro Antonio Viloria Leal, Wilfrido Arias Ternera, Armando Segundo Urieles Sierra, Saúl Hernández Otero y Santander Sabalza Estrada fueron condenados a pagar 13 años de cárcel por tentativa de homicidio agravado en concurso homogéneo por atacar con arma de fuego y a garrote a Hernández López y Vicente Manjarrés, informa El Tiempo.
En ese momento, los condenados, a excepción de Sabalza, estaban en libertad desde noviembre de 1993 porque se habían vencido los términos para la audiencia de juzgamiento. Eugenio Castro Ariza, el síndico de la época en la universidad, fue absuelto.
En Barranquilla (Colombia), los ciudadanos no olvidan la matanza y por eso, cada miércoles de Carnaval recuerdan a las víctimas de la matanza en Unilibre. Incluso, sostienen que los cerebros de la red de tráfico de órganos ni siquiera fueron acusados y continúan en libertad.