Mundo

La historia del ‘Hombre elefante’: la atracción de circo que vivió atormentada por su apariencia

Joseph Merrick era una persona extremadamente sensible e inteligente que tuvo que soportar una vida llena rechazos debido a sus famosas malformaciones.

Treves, amigo del 'Hombre elefante', dijo que lo que siempre le entristeció de su condición fue el hecho de que podía llorar, pero no podía sonreír. Foto: PA
Treves, amigo del 'Hombre elefante', dijo que lo que siempre le entristeció de su condición fue el hecho de que podía llorar, pero no podía sonreír. Foto: PA

Joseph Merrick nunca pudo tener una vida normal, pues las miradas que generaba eran demasiado evidentes como para pasar desapercibido. Sus famosas malformaciones afectaron su físico desde muy pequeño, lo que hizo que su rostro, cabeza y buena parte de su cuerpo tuvieran proporciones distintas a las de una persona promedio. Un padecimiento que terminó acabando con su vida a los 27 años.

‘El hombre elefante’ nació en 1982, en la ciudad de Leicester (Inglaterra), donde vivió parte de su adolescencia sin poder integrarse del todo en su comunidad, debido a su aspecto y al rechazo que generaba.

“La deformidad que exhibo ahora se debe a que un elefante asustó a mi madre; ella caminaba por la calle mientras desfilaba una procesión de animales. Se juntó una enorme multitud para verlos y, desafortunadamente, empujaron a mi madre bajo las patas de un elefante. Ella se asustó mucho. Estaba embarazada de mí, y este infortunio fue la causa de mi deformidad”, explicó un inocente Merrick en “The Elephant Man and Other Reminiscences” (1923) de sir Frederick Treves, una autobiografía en la que el médico narra, entre otras cosas, sus vivencias con el popular Hombre elefante.

Treves se convirtió en una de las pocas personas que ayudaron a Merrick en los últimos años de su vida. El médico cirujano era especialista en diferentes patologías extrañas y llamó a Joseph “el espécimen más raro que jamás hubiera visto”. Aunque el aspecto de la estrella circense era notable, él lo apreciaría por más que solo eso, reconociéndolo como uno de los hombres más nobles que jamás conoció.

Diagnóstico de la enfermedad

La duda que aquejaba a los expertos de la época no sería respondida sino hasta décadas después, cuando se identificó el “Síndrome de Proteus” como la posible enfermedad que afectó a Merrick en su desarrollo. En 2003, esto fue confirmado por un análisis de ADN que pudieron hacer usando pelo y huesos, parte de los restos que aún descansan en el museo del Hospital de Londres.

Los huesos de Joseph Merrick están en el Hospital de Londres.

Los huesos de Joseph Merrick están en el Hospital de Londres. Foto: Queen Mary University of London

Sobre los comienzos de su enfermedad, Joseph dijo: “No se notaba mucho cuando nací, pero comenzó a desarrollarse a los 5 años. Fui a la escuela como cualquier niño hasta que tuve 11 o 12 años, cuando me ocurrió el más grande infortunio de mi vida”.

El infortunio del cual habla es la muerte de su madre, la única persona que se preocupó por él. Su padre volvió a casarse, pero su nueva esposa nunca lo aceptó ni lo quiso.

Su primer trabajo y eventual llegada al circo

Tras escapar de casa a los 13 años, consiguió empleo en una fábrica de cigarrillos. Lamentablemente, su mano derecha comenzó a crecer tanto que se le hizo imposible manipular los cigarrillos, por lo que tuvo que renunciar.

Harto de las miradas de la gente, se internó en el hospital general de Leicester, donde permaneció durante tres años y donde incluso fue operado un par de veces, extirpándole protuberancias en su labio superior y nariz.

Tras dejar el hospital, Joseph quedó totalmente desvalido, sin casa ni comida, pero su audacia pudo más: si la gente quería verlo, pues pagarían para hacerlo. Se acercó al dueño de un circo con su propuesta y rápidamente fue aceptado en el mundo del espectáculo.

“Mi cabeza mide ochenta y ocho centímetros de circunferencia y tengo una amplia masa carnosa en la parte de atrás, grande como un tazón. La otra parte parece, digamos, valles y montañas, todos amontonados, mientras que mi cara tiene un aspecto que nadie quisiera describir. Mi mano derecha posee casi el tamaño y la forma de una pata de elefante. El otro brazo y mano no son mayores que los de un niño de diez años, y están algo deformados”, era el discurso que le decía a quienes lo miraban con ignorancia en el interior la carpa.

La historia de este hombre no se quedó en labios locales, pues el director David Lynch decidió plasmar su vida en una película titulada “El Hombre elefante” muchos años después (en 1980). John Hurt se convirtió en Merrick y sir Anthony Hopkins en Treves, el médico amigo que lo ayudó durante los últimos años de su vida.

En 1980, el aclamado director David Lynch plasmó la historia de Joseph y la llevó al cine.

En 1980, el aclamado director David Lynch plasmó la historia de Joseph y la llevó al cine. Foto: Paramount Pictures

La muerte del Hombre elefante

Merrick fue catalogado como incurable por todos los doctores que lo vieron en aquella época, y al no tratarlo de ninguna forma, su condición comenzó a empeorar cada vez más. Un día, Treves lo encontró tan débil y desnutrido, que se trazó un objetivo: encontrarle un hogar para que pueda vivir en paz.

Treves recurrió a la prensa y luego a Alexandra, Princesa de Gales y al Duque de Cambridge, quienes conocieron a Joseph personalmente. El ruido generado hizo que se le asignara un alojamiento en una habitación del hospital donde trabajaba Treves.

Aunque en sus últimos años de vida Merrick pudo conocer la bondad y la tranquilidad, su enfermedad comenzó a empeorar a pasos agigantados, deformando su cráneo de tal manera que le costaba mantener la cabeza erguida. Es así que el 11 de abril de 1890, el Hombre elefante fallece a los 27 años de un dislocamiento cervical y asfixia provocada por el peso de su cabeza sobre la tráquea.

“Lo que siempre me entristeció de Merrick fue el hecho de que no podía sonreír. Si tenía un motivo de alegría, su rostro permanecía impasible. Podía llorar, pero no podía sonreír”, reveló Treves en sus escritos.