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“Bomba de tiempo”: Brasil vive catástrofe y avizora tercera ola de una pandemia agravada

El gigante sudamericano ya superó la barrera de los 500.000 muertos por coronavirus y es el segundo país con más decesos después de EE. UU.

Este sábado 19 de junio, Brasil superó la marca de 500.000 muertos por coronavirus y avizora la tercera ola de una pandemia agravada debido a la oposición del Gobierno de Jair Bolsonaro al uso de máscaras y al distanciamiento social, según expertos.

“500.000 vidas perdidas por la pandemia que afecta a nuestro Brasil y al mundo”, tuiteó el ministro de Salud, Marcelo Queiroga, sin precisar el balance de las últimas 24 horas. Hasta el viernes, su ministerio había contabilizado 498.499 muertos, con un promedio diario de más de 2.000 en los últimos siete días.

Solo Estados Unidos había superado hasta ahora el medio millón de muertos. Sin embargo, en ese país las curvas de óbitos y contagios están en fuerte baja desde enero, en tanto que Brasil vivió este año una segunda ola de la enfermedad y está amenazado por la tercera.

“La tercera ola está llegando, los cambios empiezan a verse en las curvas de casos y decesos. La vacunación, que podría cambiar las cosas, avanza despacio y no hay señales de medidas de restricción de desplazamientos, al contrario”, dijo la epidemióloga Ethel Maciel, de la Universidad Federal de Espírito Santo (Ufes).

Para la Fundación Fiocruz, Brasil vive una situación de catástrofe, con “una meseta (de muertes) elevada y la posibilidad de una agravación en las próximas semanas, con la llegada del invierno” austral. Por su parte, el investigador en salud pública Alexandre da Silva. ha dicho que la COVID-19 es una “bomba de tiempo” que dejará graves secuelas sanitarias y sociales.

Para este doctor de la Universidad de Sao Paulo (USP), el concepto de “sindemia”, una emergencia sanitaria que se potencia mutuamente con los estragos socioeconómicos que provoca.

P: ¿Hasta qué punto la pandemia acentúa las abismales desigualdades en Brasil?

R: La pandemia expuso la desigualdad de una forma cruda, inimaginable desde hacía hace mucho tiempo. (...) Cuando llega a Brasil, ya están ocurriendo otras cosas muy malas. Y entonces usamos el término sindemia. Ya había por ejemplo una crisis sanitaria, un congelamiento de las inversiones en salud pública.

Pero el problema radica sobre todo en el hecho de que los poderes públicos no hacen prácticamente nada para reducir las desigualdades socioeconómicas. El desempleo sigue aumentando y muchas personas pobres tienen que exponerse al virus para sobrevivir. El hambre sigue ganando terreno. Y la población negra es a menudo la más vulnerable.

Desafortunadamente, la pandemia es una bomba de tiempo. Si la vacunación no se acelera y no hay una mejor coordinación de las políticas de salud y de asistencia social, todavía habrá muchas muertes que podrían evitarse.

P: ¿Cree que hubiera sido posible evitar que Brasil llegara a medio millón de muertes?

R: Ciertamente. Brasil ya demostró en el pasado su capacidad de vacunación masiva, pero las vacunas llegaron tarde y en pequeñas cantidades. Constantemente se cuestiona la evidencia científica, como el uso de la máscara. Y también podríamos haber evitado muchas muertes con más prevención y más atención primaria, que hubieran permitido identificar a las personas más vulnerables, con comorbilidades.

En nuestra sociedad, debilitada por la pandemia, no ha habido en ningún momento una autoridad capaz de marcar un rumbo. En cambio, el debate político está cada vez más polarizado y favorece la difusión de información falsa, es una amenaza real para el país.

P: ¿Qué consecuencias podemos temer a largo plazo después de la pandemia?

R: Este virus puede causar una serie de problemas, con secuelas neurológicas, respiratorias o musculares. Sin mencionar trastornos mentales. Esto planteará enormes desafíos de salud pública. En Brasil estamos retrocediendo. Muchos derechos conquistados empiezan a ser violados, como el simple derecho a la vida.