Las calles de Argentina palpitan ante reñida votación por el aborto legal
Se espera que miles de personas hagan vigilia en los exteriores del Congreso durante la madrugada hasta conocerse, por fin, una decisión en las primeras horas del miércoles.
Mientras el resto del mundo cuenta exhausto las horas para que se termine el atípico 2020, Argentina está en las calles este martes 29 de diciembre a la espera del resultado de la votación en el Senado de la ley del aborto: uno de los días más importantes del año para el país austral.
También lo será el penúltimo, puesto que se espera que miles de asistentes hagan vigilia en la Plaza del Congreso durante la madrugada mientras la discusión parlamentaria se alargue hasta saberse la decisión final en las primeras horas del miércoles.
Aunque hay menos gente que en ocasiones anteriores —es temporada de vacaciones en Argentina— hay movilizaciones convocadas en distintas ciudades del país y la misma plaza sigue siendo un hervidero.
En el lado celeste, color que identifica a los contrarios al aborto, festejaron tras el fallido proyecto de ley de 2018, pero han debido redoblar la presión sobre los legisladores para este 2020, cuando el recuento se prevé todavía más reñido que aquel de hace dos años.
La parte verde supera en número, una vez más, a la celeste, y la distancia de seguridad es imposible de cumplir, aunque las omnipresentes mascarillas verdes mitigan un poco la falta de cuidados ante la COVID-19.
Una de las diferencias principales entre el proyecto que quedó en el camino en 2018 y este es que el actual lo presentó el propio Gobierno, liderado por Alberto Fernández.
Además, en una tentativa por atraer a más legisladores, tanto diputados como senadores, al lado del “Sí” a la ley, se introdujo la figura de la objeción de conciencia en el proyecto final.
Un militante del colectivo provida Con mis hijos no te metas, Carlos Carrizo, indicó de que “hubo casos de senadores que han dejado entrever que podrían estar a favor de la vida y apoyar el proyecto por el presidente”.
A esas supuestas presiones gubernamentales para que el proyecto no fracase, Carrizo las considera “una aberración”.