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Actriz Sylvia Majo revela: “Me he sentido desplazada por no ser blanca, rubia, por ser mujer”

La actriz Sylvia Majo forma parte de “Un maldito secreto”, la nueva obra de Aldo Miyashiro, que habla sobre los prejuicios, algo que ella ha vivido incluso a manos de otra colega.

Sylvia Majo en una escena de "Luz de luna 2". Foto: captura América TV
Sylvia Majo en una escena de "Luz de luna 2". Foto: captura América TV

Sylvia Majo Ichillumpa tenía 31 años cuando descubrió la actuación, en ese momento renunció a su carrera como analista de sistemas en un banco para ser actriz. Con muy buena estrella y sin requerir de un representante, formó parte de exitosos proyectos como “Los otros libertadores” (2021), “Dos hermanas” (2020), “En la piel de Alicia” (2019), “Ojitos hechiceros” (2018), “Misterio” (2005) y “Así es la vida” (2004), por citar los más conocidos.

Ahora, está a puertas de estrenar “Un maldito secreto”, una tragicomedia dirigida por Aldo Miyashiro, que trata sobre los prejuicios, algo que ella ha vivido en carne propia, según contó en entrevista con La República.

Sylvia Majo actúa en la nueva obra teatral de Aldo Miyashiro, "Un maldito secreto". Foto: Asociación Cultural La Pasión/Instagram

Sylvia Majo actúa en la nueva obra teatral de Aldo Miyashiro, "Un maldito secreto". Foto: Asociación Cultural La Pasión/Instagram

¿Cuál es tu personaje en “Un maldito secreto”?

—Es Noemí, trabajo en una casa como empleada del hogar y mi esposo es Jesús, Reinaldo Arenas, el gran maestro.

Al comienzo, mi personaje es muy pasivo, tranquilo, pero luego va sacando el demonio que lleva dentro, la garra, la fuerza.

—“Un maldito secreto” es una obra sobre los prejuicios. ¿Cuáles has sufrido?

—Burlas de mi apellido (Ichillumpa), que es cusqueño, y tiene un significado maravilloso: “La que da grandes pasos”.

También en el trabajo, muchas personas confunden el personaje con la persona.

—¿Qué te pasó?

—En una obra de teatro, donde yo hacía también de empleada, muy sumisa, hubo una actriz que pensó que yo era así. Era la primera vez que trabajaba con ella.

Me empezó a tratar con la punta del zapato. Incluso decía: “Por si acaso, no hables conmigo porque yo tengo un nivel social diferente. No es personal, pero no me gusta hacer amistades con cualquier persona por mi nivel social”.

Una vez, me acuerdo que me pidió un perfume. Yo me había comprado mi Chanel 5. “Ah, ¿pero es bamba?”, preguntó. “Es original”, le dije. Y se lo echo por todos lados.

—Con “Un maldito secreto”, ¿qué es lo que quieres lograr?

—Es algo muy personal por el tema del clasicismo, porque lo he vivido y quizás lo sigo viviendo.

Me he sentido desplazada por mi apellido, porque no soy blanca, rubia, por el hecho de ser mujer, siempre he estado de alguna manera viviéndolo, es ese maltrato.

Mi personaje (Noemí) no es este empleado que se deja maltratar, es una empleada que la maltratan y contesta, se enfrenta, se revela. Eso es lo que a mí me gusta y eso es lo que debería existir, ¿por qué nos vamos a dejar? Cada uno tiene su trabajo y todos son necesarios.

—¿Haces explosión en “Un maldito secreto?

—Me van a ver desgarrarme totalmente. No solamente yo, hay varios monólogos que son muy fuertes. Yo no practico la técnica de memoria emotiva, uso otras técnicas para llegar a eso.

He trabajado con alumnos de pobreza extrema en un programa del Ministerio de Trabajo por varios años, en San Juan de Lurigancho y El Salvador. Allí he visto muchos casos muy fuertes de violencia física. No sé por qué esta obra me trae recuerdos de ellos, todo ese sentimiento sale en los ensayos.

¿Qué tal tener a Aldo Miyashiro como director?

—Es muy bueno, porque nos da la libertad de crear. Los actores, las actrices, somos seres creativos, creadores, no nos paran.

Hay directores que te ponen al medio y te dicen muévete, hazlo así, como marionetas, a mí no me gusta trabajar de esa manera y Aldo nos da esa libertad.

¿Fue difícil iniciar como actriz a los 31?

—No, la verdad no. Me metí a estudiar, el primer año hice un casting que lo dirigía Aristóteles Picho. Luego hice “Mariposa negra”, un pequeño papel y luego teatro. La verdad he tenido suerte.

Una vez hice de una señora de 70 años, en “Nuestra historia”, una serie de TV Perú. Todo el mundo se creyó que tenía esa edad. Eso fue en 2015.

Pero soy feliz porque puedo hacer de 40, 50, 60, 70, 80. Por eso soy actriz, no paro de transformarme y nunca he sentido límites.

—¿También trabajas como directora de actores?

—Me fui al casting de Tito Catacora, me aceptó y me dijo si podía hacer de coach con los actores que son quechuahablantes y aimaras. Yo sé algo de quechua.

Ser directora de actores conlleva a que yo esté al lado del director durante todo el rodaje, ayudando en la actuación. No hay actores quechuahablantes, aymaras. Hay muy poquitos.

—¿Estás en el momento en el que te imaginaste que ibas a estar?

Nunca me imaginé ni siquiera ser actriz. Ni siquiera pienso en dónde quiero estar mañana. Vivo el presente como una actriz lo debe hacer, en el teatro, y eso es lo que hablan cuando dicen tener presencia en las tablas, porque se está presente nada más y significa vivir el momento, escuchar a tu compañero, entrar en lo que está sucediendo.