Espectáculos

Leonardo Torres: “Nuestra farándula vende una imagen muy pobre de los actores”

La experiencia lo respalda. El reconocido actor nacional Leonardo Torres, en entrevista exclusiva, se manifiesta desde su estudio de actuación, donde capacita a sus alumnos a comprometerse con la carrera que ama y profesa como una religión.

Por: Xavier Alvarado

Limitar el nombre de Leonardo Torres a un solo medio resulta injusto para un actor que ha participado en más de 60 obras de teatro, pese a que admite extrañar la popularidad que la televisión le brindó durante la década de los noventa. Actualmente, sigue trabajando de manera virtual como docente en el Estudio de Actuación de Leonardo Torres Vilar, manteniendo ese legado actoral que heredó de su familia, y que desde hace mucho lleva con honor junto a sus emblemáticos apellidos. La República conversó con el versátil actor sobre la profesión que ama, cómo considera a los actores seres siempre insatisfechos pero representantes de la humanidad, su guerra con el término farándula y hasta sus planes de ser uno de los primeros en el país en comprar el nuevo PlayStation 5.

¿En qué momento de tu vida tomaste la decisión de elegir la actuación como tu carrera?

Vengo de una familia de actores. He estado metido en teatros toda mi vida. Mi madre, mi padre, mi tío, mis abuelos, mis bisabuelos, todos se han dedicado al teatro. Así que he crecido en camerinos, en escenarios y en teatros. He tenido la profesión muy cerca. No siempre quise ser actor. Al comienzo quería ser médico, luego quise ser cineasta, por eso fue que estudié Comunicaciones en la Universidad de Lima en los ochenta. Pero estudiando Comunicaciones precisamente empecé hacer trabajos en televisión. Me empezaron a llamar para pilotos y finalmente para la novela “Natacha”, que fue un lindo éxito. Eso fue en 1990, hace 30 años. A partir de allí ya estoy en esto, ya tengo una carrera por delante. Lo amo, me gusta. Es lo que hace la familia. Así que simplemente junté mis ahorros y me fui a estudiar Arte dramático a Estados Unidos en 1995. Y desde ahí ya no me lo he cuestionado nunca más.

¿El camino para convertirte en actor fue difícil?

Está dividido en partes. Yo no busqué empezar a hacer telenovelas. Por algún motivo me llamaron. Quizá porque era hijo de Lola (Vilar), quizá porque me habían visto en algún piloto. Mi llegada a una telenovela como “Natacha” fue demasiado sencilla. Fue sin dolor, sin nada. Cuando me fui a EE. UU. y terminé de estudiar, empezó el periodo de lucha. Y la lucha en Nueva York puede ser muy descarnada, muy terrible. Eso costó trabajo y si conseguí algunas cosas fue en base a esfuerzo, a dormir menos y trabajar más. Pero luego aquí en Lima, cuando regresé en el 2003, las cosas se fueron dando con relativa facilidad. Tengo que admitir, con agradecimiento, que he tenido suerte. Quizá por haber nacido en una familia de actores conocidos. Pero igual no doy la actuación por sentada. Cuando actúo, me esfuerzo. Ahora soy docente también desde hace casi dieciocho años en clases de actuación. Me esfuerzo en todos los campos en los que trabajo. Tampoco es que llegó fácil y voy a mantenerme fácil. Trabajo duro. Simplemente que las oportunidades en mi historia se dieron con relativa facilidad.

De esos primeros días, ¿tienes alguna anécdota de cuando llegaste a consolidarte como actor?

¿Consolidarme? Yo no creo que los actores nos consolidemos antes de los 60 años. El actor está continuamente luchando para consolidarse, no debe darlo por hecho. Pero una de las cosas que más recuerdo con mucho amor es la primera vez que salí a un escenario, que es cuando mi madre haciendo una obra que se llamaba “Gorrión”, que no tenía nada que ver con la novela, nos sacó a escena a mí y a mi hermana. Yo tenía cuatro años y nos sacó de frente. Esa fue la primera vez que salí a un escenario.

¿Y lo recuerdas vívidamente?

Vívidamente no, lo recuerdo lejanamente, pero lo recuerdo. Es uno de mis primeros recuerdos de hecho.

¿Dirías que fue una de las cosas que te marcó?

Sí, porque recuerdo vagamente que me sentí a gusto y es una de las cosas que puedo decir ahora como actor, que cuando salgo al escenario me siento a gusto. Y he hecho bastante teatro, más de 60 obras hasta ahora. Es como si perteneciera allí. Como si la chamba del actor de teatro, del que sale a escena, fuera natural, fuera algo que pertenece a la familia. Algo donde debería sentirme siempre cómodo y caliente como un lugar familiar.

Ahora que continúas en el teatro, ¿has comparado algunas veces ese momento con cada vez que agradeces al público al final de las obras?

Sí, hay mucho de eso. Porque creo que los actores sí debemos hacer un trabajo para mantener mucha de nuestra inocencia. No darlo por hecho, sino mantener esa sensación de maravilla. Mantener la emoción, porque es una carrera que te da muchas satisfacciones a nivel humano. También te da obstáculos obviamente, sufrimiento, pero la paga que es vivir el doble de lo que vivirías cuando no estás actuando, es impagable. Es maravilloso. Y eso lo sentí por primera vez en esa ocasión a los 4 años. La actuación es una de esas carreras que no pueden convertirse en simplemente “ah, tengo mi técnica, sé cómo hacerlo, estoy yendo a chambear simplemente”. No debería, porque estamos desperdiciando una de las cosas más bellas que ofrece la actuación.

¿Cuáles son esos obstáculos que has encontrado a lo largo de tu carrera?

Sobre todo en Nueva York, donde está la gran cultura del casting. El actor hace tres castings al día y a lo mejor te liga uno al mes. Y eso es un montón. Aquí con lo que he tenido que luchar ha sido que muchas veces me han querido reducir a una sola forma de actuar. Antes de irme a EE. UU., nadie me quería ver en un papel serio, porque los papeles que había hecho hasta ese momento en “Natacha” o en “Casado con mi hermano” eran comedias. Me convertí en el cómico de la televisión y eso hizo que no me contemplaran para otro tipo de producciones. Cuando regresé de EE. UU., fue al contrario. Me puse a hacer cosas muy densas y muy dramáticas. Y me costó un tiempo convencer o recordar que quería, o que también podía hacer comedia. El obstáculo está presente siempre porque soy de los que piensan que el actor y la actriz somos seres eternamente insatisfechos. Cuando tenemos un logro, cuando conseguimos algo, estamos también mirando aquello que no. Ese es un estigma que tienen en general los actores. Empleas tantas cosas tuyas, propias, que estás continuamente al borde de la depresión o al borde de la alegría exacerbada. Creo que los actores somos una raza aparte en ese sentido. Muy emocionales, muy temperamentales.

Como docente, ¿cómo propagas esa filosofía de no desanimarse por la carrera?

Si uno se desanima de la actuación, que lo haga también con respeto. Debería hacer un acto de decir: “amo la actuación, amo el teatro pero, ‘caracho’, tengo que dedicarme a esto otro porque es lo que me mantiene con vida”. Así que no puedo decir necesariamente “no te desanimes”, “sigue”. Eso depende de cada uno. Es personal. Pero creo que las técnicas que a mí me gustan, que enseño, tratan de enseñarle al actor a mantenerse espontáneos y vivos en cada función. Actuar no es el acto de, con buena voz, con buena dicción y con un buen cuerpo decir líneas. Es el acto de ir a cada función como si fuera la primera. Y para eso también existen las técnicas, para mantenerte vivo y espontáneo en el escenario todo el tiempo. Eso es lo que a mí me gusta enseñar.

Sobre el perfil de un actor, ¿consideras que factores como la empatía, la sensibilidad, también son características importantes que debería tener o en las que debería trabajar?

Absolutamente. Un actor no es alguien que memoriza líneas. Un actor, una actriz, debe ser una persona sensible, una persona que conozca un poco de todo, que tenga un absoluto gusto por la historia, por la literatura, por el arte, por la historia del arte. Alguien que trabaje su imaginación, sus sentidos. Alguien que lea todo lo que cae a sus manos. Tengo una imagen, no sé si idealizada pero creo que correcta, de los actores como representantes de la humanidad. Porque estamos hablando de la humanidad desde que existimos. Y sí creo que dedicarse a la actuación es un compromiso. Cada vez que me preguntan si estoy de acuerdo con que alguien que no ha estudiado teatro se ponga a actuar, respondo lo mismo. Cualquiera puede empezar a actuar. Los actores pueden salir de cualquier lado, pero una vez que empiecen deben adquirir el compromiso, darse cuenta que su profesión es importante. Que requiere que pongas de tu parte todo lo que tengas y con un absoluto respeto hacia la profesión, hacia el público, hacia los compañeros. Es casi una religión. Y por eso me fastidia tanto el término farándula, porque reduce lo que podría ser una religión a simplemente un espectáculo. Y eso es una pena. En mis clases continuamente hablo de esto. Definitivamente estoy en guerra con el término farándula.

Pese a esta guerra que tienes con la farándula, también eres una figura reconocida de la televisión. ¿Cómo se equilibra el reconocimiento o la fama, con simplemente concentrarse por realizar un buen trabajo?

Soy una figura reconocida pero lo que ya no tengo mucho es popularidad, porque la popularidad te la da la televisión, el cine, sobre todo. El teatro no tanta. Creo que ahora estoy en un momento en que tengo reconocimiento, pero no popularidad. Y no creas que no la extraño, por supuesto que la extraño. Cuando digo que estoy en guerra con la farándula es con el concepto de farándula. Creo que la cultura puede ser un espectáculo, y muchas veces debe serlo, pero nuestra farándula se centra únicamente en los defectos de la gente de la que habla. Todo eso es terrible porque vende continuamente una imagen de nosotros los actores muy pobre, y es la imagen que suelen tener de nosotros. Y por tanto mucha gente piensa que lo que hacemos es sencillo y que lo puede hacer cualquiera. Que no trabajamos, que no nos esforzamos. Esa ignorancia en gran medida es culpa del concepto de farándula y cómo lo manejamos en este país y en todo el mundo también.

Dices que ya no tienes tanta popularidad. ¿En la calle la gente ya no te reconoce o ni te llama por los nombres de los personajes que interpretabas?

Sí, la gente mayor de 30 años, o de 35 o 40, porque esas cosas populares que hice en televisión son de los noventa. “Natacha”, “Gorrión”, “Casado con mi hermano”, son de entre 1990 y 1994. Entonces, cuando hay gente que dice que soy actor de televisión me pongo a pensar que no es cierto. Cualquier actor de mi generación ha hecho más televisión que yo. Yo he hecho poquísima televisión, lo que pasa es que en los noventa fueron series o novelas muy populares. No existía el cable. Panamericana Televisión estaba en lo más alto. He tenido suerte, haciendo poco me hice popular. Pero la gente en nuestro país no va al teatro. La gente que va al teatro, ni siquiera en el Perú, hablemos de Lima, es muy poca. Es siempre el mismo público. Entre las cosas que tenemos que hacer los teatristas es crear nuevo público, y no lo estamos haciendo.

¿Has pensado por qué sucede esto? ¿Es desánimo de la gente, tal vez el factor económico influya en algo para que no vayan al teatro?

El factor económico influye en algo. Si quieres ver un espectáculo grande en el Peruano Japonés o en el Pirandello, si no tienes ochenta soles para pagar tu entrada, estás fregado. Pero hay muchas otras obras, muchos otros teatros, muchos otros grupos de actores que hacen teatro que te cuesta quince, veinte soles. Pero la gente no va a verlos tampoco, porque al tener poco presupuesto no pueden tratar de venderlo. También están experimentando con el teatro. Suelen ser puestas de teatristas que están empezando, tratando de encontrar su propia voz y en ese camino presentan obras teatrales no muy atractivas, que no se suelen entender del todo. El secreto debería estar primero en un apoyo del gobierno hacia el teatro, que no tenemos ninguna. Solo encontramos trabas y nada más. Lo otro, debería ser que pensemos siempre en el público cuando ponemos una obra de teatro, cuando la dirigimos, la producimos, etc. Muchas veces creemos que el teatro debería ser un lenguaje críptico para que solo los entendidos lo comprendan. En el momento que pensamos así estamos yendo en contra del teatro, porque desanimamos a los jóvenes que van a ver una obra por primera vez y se encuentran con algo que no entienden, con lo cual no se identifican. Ahí estamos perdiendo público.

En tu labor como director, ¿dirías que hay requisitos que un actor debe cumplir para pasar a ser director?

No es necesariamente ese flujo. No es que primero debas ser actor para luego ser director. Hay directores que no han actuado nunca. Un actor no tiene que pasar a ser director si no le interesa. Tiene que haber el interés de dirigir y eso es independientemente de si eres actor o no. Creo que lo que le hace falta al director básicamente es una gran curiosidad. Una capacidad absoluta para hacerse preguntas y para tratar de respondérselas a través de ensayos. Y obviamente tiene que ser alguien en quien los actores confíen. Como actor te digo, lo peor es estar trabajando en una obra donde no terminas de confiar en las indicaciones o la ayuda que te da el director.

¿En tus primeros días como actor sentías algún tipo de carga por ser denominado “el hijo de” que te fue costando desprenderte, o cómo te sentías?

Sí. Al comienzo me molestaba mucho porque quería ser yo mismo, no quería ser “el hijo de”. Ahora que me recuerdan cada vez que soy el hijo de Lola, el sobrino de Pepe, el hijo de Leonardo, más bien me alegra. No siento que sea una carga. Siento que me da alas. Estoy orgulloso de mi familia y no quiero dejar de ser parte de ella por mucha individualidad que esté buscando No quiero dejar de ser parte de la familia Torres Vilar. Es mi familia y estoy orgulloso de ella. Si tú vienes a mi casa verías que todo está tachonado de fotos familiares, de fotos de mi familia en escena. Hasta mis abuelos en escena. Estoy orgulloso de ello y lo expongo, lo muestro. Me gusta.

¿Cómo ha afectado la coyuntura de la cuarentena a tu trabajo?

En mi sector el hecho de saber que en este momento no puede haber teatro presencial y que no sabemos exactamente cuándo lo habrá es un problema, es penoso. Tengo la fe de que algo va a ocurrir, de que esto se va a solucionar de una u otra manera. Pronto vamos a volver a los escenarios. Por lo pronto nos ha lanzado a un montón de actores y profesores a investigar cómo dar clases online. Yo tenía cierto conocimiento ya por los trabajos en que me he desempeñado. Pero en general a todos los actores y profesores nos ha lanzado a tratar de entender cómo funciona el mundo virtual, porque en este momento es el único camino. El teatro está siendo virtual, están haciendo lecturas de obras teatrales, interpretaciones teatrales vía Zoom. Las clases se están dando virtualmente. Estamos obligados a explorar un terreno al cual nos hemos negado durante muchos años. Eso si bien ahora es una novedad, eventualmente nos puede servir para buscar nuevos caminos. Para apoyar los caminos tradicionales a los que yo creo vamos a regresar de todas maneras.

Y en el ámbito personal, ¿cómo te ha alterado la pandemia?

En lo personal, la cuarentena lo único que ha hecho es obligarme a quedarme en casa. Cosa que para mí no es un problema porque soy muy de mi casa. Estoy pasando la cuarentena con mi novia Diana, con mi padre. Y son momentos de familia agradables, son momentos importantes. Yo sé que hay gente desesperada por salir. No me ocurre. Incluso cuando la cuarentena se levante voy a salir para lo justo. Si se reabren las escuelas de actuación pronto, que esperamos que así sea, iré a trabajar y después regresaré. Porque estoy bien en mi casa, tengo mucho por leer, tengo mucho por hacer, no tengo problema con eso.

Hace poco el actor argentino Ricardo Darín expresó que la actuación no era una actividad esencial si la comparamos con otras profesiones que en este momento tienen mayor carga, como las del campo de la salud. ¿Cómo lo plantearías tú?

No estaba al tanto, pero estoy de acuerdo de muchas maneras. El teatro, en general el espectáculo al cual no podemos ir en este momento, es una cosa para la que hay que vivir. Mantenerse vivo para cosas como ir al teatro, como disfrutar de la cultura, es maravilloso. Pero no puedes disfrutar de nada de eso si no vives. En ese sentido, claro que tiene razón. No es esencial. Primero mantengámonos aquí. Primero hagámosle frente a todo esto. Mantengámonos vivos. Eso es lo más importante. Porque una vez vivos podemos disfrutar de cosas maravillosas como el teatro y la actuación.

Se han anunciado algunas producciones, tanto en Perú y en otros países sobre el coronavirus. Incluso hace poco fue muy criticado el tráiler de una película a estrenarse vía streaming. ¿Te parece un aprovechamiento de la coyuntura? ¿Quizás no es el momento para hacer estas producciones? ¿O consideras que el arte sí es libre de retratar y reflejar la realidad en cualquier momento?

El arte no solo es libre, sino que tiene la obligación de retratar la realidad. Sí creo que estas iniciativas son un aprovechamiento de las circunstancias, pero no es de ahora. Continuamente la televisión, el teatro y el cine lo han hecho. Esto es normal pero no solo en nuestro país, esto ocurre en todo el mundo. La televisión y el cine son negocios. Y ante una coyuntura como esta uno se pregunta qué más va a vender. Cuando no era el coronavirus, era la situación política, la situación presidiaria, etc. Estamos aprovechándonos de la obligación del espectáculo de retratar la realidad para hacer dinero del espectáculo. Y esto no me parece mal. Es la manera cómo nos vamos a mantener.

¿Qué opinas acerca de las puestas en escenas virtuales? ¿Crees que sea teatro en la palabra estricta o es más que nada la forma de adaptarse o perecer?

(Risas) Es probablemente lo último. Teatro es presencial. Teatro es la gente que va a sentarse en butacas y mira un espectáculo en vivo con actores que hacen una función que no se va a volver a repetir porque cada función es distinta. Esto que estamos haciendo ahorita yo no diría que es teatro, pero es la búsqueda de nuevas formas en el arte, en la tecnología. El uso de tecnologías que se han estado usando en teatro también. Tenemos espectáculos multimedia donde hay teatro y también video. Pero desde el momento en que una cámara es la que te da exactamente lo que puedes ver, ya deja de ser teatro. Las cosas que hemos visto virtualmente son muy interesantes, pero estamos en pañales. Son pruebas, son pilotos de cosas que podemos encontrar que se hacen maravillosamente y que probablemente deberían sobrevivir una vez que regresemos a la normalidad, a través de todo lo que estamos investigando ahora.

Hablando de nuevas tecnologías, ¿qué tal la experiencia de enseñar actuación virtualmente?

Una de las carreras que más problemas tiene para ser enseñada de manera virtual es precisamente la actuación. Porque es una carrera de artes. Es una carrera donde el actor debería estar entrenando su cuerpo, su voz. Hace falta también la presencialidad de los profesores y los alumnos para que haya una guía y trabajo correcto. La virtualidad te permite girar en torno a la teoría. Entender técnicas de actuación, entender historia. Todo eso se puede enseñar y de hecho es donde se están centrando las universidades que enseñan artes escénicas. Es como si quisieran adelantar todo lo teórico que se pueda para luego dedicarse a lo otro.

Y saliéndonos un poco del tema del teatro, cuando no estás enseñando o dirigiendo ni actuando, ¿qué es lo que más te gusta hacer? ¿Cuáles son tus pasatiempos?

Leo mucho. He aprovechado la cuarentena como mucha gente, para leer todo el material que tenía atrasado. Para poner en orden la casa, para limpiar mejor. Eso es lo que hago durante la cuarentena. En tiempos normales me gusta ir al cine. Me gusta caminar por el malecón con mi novia. Me gustan los videojuegos, no lo voy a negar.

¿Tienes alguno favorito?

Por supuesto, “Shadow of the colossus”, que salió para PlayStation 2 y luego la reeditaron para la 3 y para la 4. Y ahora que ya están anunciando la PlayStation 5 voy a ser el primero en la cola evidentemente.

En tu caso tuviste todo el apoyo de tus padres, grandes figuras reconocidas en nuestro medio, ¿pero qué palabras tendrías de aliento tal vez, para ese muchacho, o para esa chica que siente esa pasión por dedicarse a las artes escénicas, pero tiene miedo, que puede escuchar voces en contra que le desanimen o le digan que es una locura? ¿Qué podrías decirle?

Es una locura, pero es una locura bella. Y si te quieres dedicar a una locura pues deberías ser libre de poder hacerlo. Pero sí tengo como director académico una visión al respecto. La vocación actoral muchas veces es engañosa. Crees que quieres ser actor pero no quieres ser actor. Lo que quieres es recibir reconocimiento, quieres que te aplaudan, quieres ser el centro de atención. Porque también está el asunto del ego, y muchas veces el ego es lo que te impulsa a querer ser actor. Entonces, hay que revisar dos cosas: primero si tu vocación es real, eso requiere consultas, conversaciones, una buena introspección; y lo otro es saber si eres capaz de comprometerte con la profesión. Y comprometerte es comprometerte a crecer como persona, a tratar de ser la mejor persona posible para que seas capaz de ser representante de la humanidad. Es un compromiso y no es un pasatiempo, no es un hobby, no es un divertimento. Para el público puede serlo. Para nosotros los actores es un compromiso casi histórico.

Los interesados para una próxima convocatoria, pueden buscar el Estudio de Actuación Leonardo Torres Vilar en Facebook y en Instagram.

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