Mario Vargas Llosa y la nostalgia por Arequipa
De vuelta a casa. Nobel peruano graba un documental. Recorrió la plaza de Armas y la casona que alberga sus libros.
Por Juan Soto - Arequipa
El universo de Mario Vargas Llosa.
No parece una imagen verosímil. Mario Vargas Llosa trepa por una escalera sin baranda al techo de una casona sillar en Arequipa. Son las cinco y media de la tarde del martes y el premio Nobel de Literatura 2010 graba un documental para TV Azteca en Arequipa, en uno de los inmuebles en la calle San Francisco que cobija su biblioteca personal. La casona es inmensa con dos patios comunicados por un zaguán; ahí están más de quince mil ejemplares de la colección personal del escritor donados a su ciudad natal. En la conversación con Álvaro Vargas Llosa, su hijo, confiesa que aprendió a leer con el hermano Justiniano, en el colegio de la Salle de Cochabamba (Bolivia).
“Mis buenos recuerdos están asociados a Arequipa”, nos cuenta en una breve declaración. No vivió ni un año de vida en esta ciudad y junto a toda la familia materna partió a Cochabamba-Bolivia. Pero los Llosa se llevaron a la Ciudad Blanca en la memoria. Invocaban sus calles y tradiciones en los almuerzos familiares. Cuando regresó, a los siete años, sabía muy bien de ella por esos testimonios.
La plaza de Armas es la segunda locación para la grabación. Desde los balcones del Portal San Agustín, MVLl define a la plaza principal en un espacio vital. Aquí se gestaron las grandes revoluciones. En esta plaza, recuerda Vargas Llosa, él protagonizó dos mítines a fines de los ochenta e inicios de los noventa. Uno, para impedir la privatización de la banca y también en el lanzamiento de su candidatura presidencial con el Fredemo. En la plaza de Armas, los transeúntes lo saludan, le piden fotos, un venezolano le pide una firma. MVLl se sorprende. “Usted hizo un buen ensayo de Víctor Hugo” se justifica el venezolano. Vargas Llosa no ha querido agriar su visita con declaraciones políticas, sobre todo por la detención de Alejandro Toledo. Ahí lo dejamos, me dice.