Ningún presidente de latinoamérca se ha dedicado de manera "tan personal" a promocionar a los empresarios, como lo ha hecho el mandatario peruano, Alan García . A esta conclusión llegó el sociólogo Francisco Durand , luego de una serie de medidas acatadas por García amparándose en su teoría el perro del hortelano. Así, García y el APRA tenían un margen para negociar los intereses públicos en tanto los emoresarios, políticamente hablando, dependían tanto del gobierno como el gobierno de ellos. Luego, los acciones del gobierno reflejaban que el interés nacional no era lo importante, como sí, las ganancias de los privados. Concesiones, mineras, madereras, petroleras y portuarias, e incluso el nombramiento de ministros y técnicos de preferencia de los empresarios, fueron ocupados en puestos claves. Asimismo, convirtió Palacio de Gobiern o en una pasarella, donde pasaban semana a semana delegaciones de empresarios, a veces con lobbistas, como Fortunato Canaán. No contento con eso, invitó a los empresarios chilenos a invertir en el Perú;; así como, a los mexicano a través del Banco Azteca. Pero hay más. Con la misma lógica, García promovió las inauguraciones privadas, siendo el Cristo del Pacífico , la última de sus obras más criticadas. Mientras tanto, los conflicos sociales se acrecentaban, pero Alan García no aparecía para solucionarlos.