MYPES: la deuda silenciosa de la economía plateada
Cada vez más adultos mayores emprenden o se reinventan tras la jubilación. Sin embargo, detrás de esta participación creciente en la economía se esconde un problema poco discutido que amenaza con frenar su aporte y desincentivar su esfuerzo.
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Tienen tiempo, tienen experiencia y muchas veces lo único que no tienen… es respiro financiero. Son parte de la llamada economía plateada: adultos mayores que, tras jubilarse o alcanzar cierta madurez laboral, siguen formando parte activa del aparato económico nacional, ya sea a través de emprendimientos propios o del aprendizaje constante.
Muchos lo hacen empujados por necesidad; otros por vocación. Pero todos enfrentan una misma realidad: se endeudan para sostener sus negocios y, en esa dinámica, se ven excluidos del debate productivo.
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En un país con más del 70% de informalidad laboral, hablar de industrialización de las MYPES sin incluir a este segmento puede ser un error estructural. Así lo advierte Flavio Ausejo, economista, experto en políticas públicas y director de Educación Continua de la PUCP.
“Hoy la educación ya no se concibe como solo una etapa. Hablamos de educación a lo largo de la vida, desde los 5 hasta los 80 años. Pero esa visión no está alineada con las políticas productivas ni con la forma en que se entienden las MYPES en el Perú”, afirma.
Aprender a los 70, trabajar a los 75
La pandemia dejó más que cicatrices sanitarias: transformó la forma de trabajar y estudiar en el país. “Antes, estudiar virtualmente no era natural para la mayoría. La pandemia cambió eso”, explica Ausejo.
A ese cambio se sumó un elemento que ya no se puede ignorar: la irrupción de la inteligencia artificial, el blockchain y tecnologías que modificaron de manera radical el perfil de las habilidades necesarias para emplearse o emprender.

Así, la educación continua —entendida como formación posterior al pregrado y al posgrado— se ha convertido en una herramienta vital. Pero también en una oportunidad de negocio y de desarrollo personal para adultos mayores.
“Ya no hablamos solo de gente que quiere seguir trabajando, sino de personas que quieren estar bien. Hoy se entiende que el bienestar mental en la adultez mayor requiere también actividad cognitiva. Hay adultos mayores que toman cursos de jardinería, de teatro, de orquídeas. Eso antes era marginal; ahora es un mercado emergente”, indica.
Esta necesidad de bienestar y desarrollo personal en la adultez mayor ya está siendo identificada como un nicho en expansión. Según estudios de mercado de Educación Continua PUCP, los menores niveles de bienestar se concentran precisamente entre los 35 y 60 años, lo que evidencia que este grupo etario, que incluye a la llamada economía plateada, no solo busca seguir activo económicamente, sino también mejorar su bienestar y capacidades como una vía para lograrlo
Como resultado de este mercado, 35% de los nuevos emprendedores peruanos son liderados por personas mayores de 50 años y en Latinoamérica se ha registrado un crecimiento del 15% en tasa de emprendimiento senior en los últimos tres años, según el INEI.
De hecho, según cifras de PRODUCE, los emprendedores de 45 a 59 años de edad son el segundo grupo etario con mayores negocios (micro, pequeña y mediana.

El BID también refuerza esta tendencia. Según su 'Estudio de Economía Plateada: Situación de Personas Mayores de 50 años en Perú', las personas de más de 50 impulsan más emprendimientos propios que las generaciones precedentes. Además, el 22,1% indicó tener un negocio como principal fuente de trabajo, y un 11,4% lo combina con otro empleo formal
No obstante, este crecimiento formativo y de emprendimientos se da en paralelo a un fenómeno silencioso: el endeudamiento creciente de ese mismo segmento.
“Muchas personas mayores destinan su gratificación o sus ingresos a pagar deudas. Y esas deudas no son de consumo, sino de negocios: financiamiento para sus MYPES. Invierten para sobrevivir, pero al no tener condiciones para competir, el negocio no despega y la deuda crece”, advierte Ausejo.
No hay digitalización
El diagnóstico es crudo: muchas MYPES peruanas, lideradas o no por adultos mayores, compiten en desventaja en un mercado digital dominado por plataformas como AliExpress, Temu o Shein. “Estas empresas no solo venden barato: tienen cadenas logísticas sofisticadas, grandes capitales y modelos de negocio globalizados. A una MYPE local, sin conocimiento ni acceso a tecnología, le es imposible competir”, dice el economista.
Y es que la digitalización no es solo tener redes sociales o una web. “Implica saber aplicar tecnología al negocio, invertir en ella y usarla estratégicamente para ganar ventaja. No se trata de hacer lives en TikTok: se trata de gestión comercial y logística con base tecnológica”, aclara Ausejo.
Pero en Perú, ese salto digital choca con una estructura empresarial partida.
“No tenemos un aparato productivo diversificado como en Chile o Colombia, donde hay micro, pequeñas, medianas y grandes empresas. Aquí hay muchas micro, muy pocas pequeñas realmente competitivas, y luego los grandes conglomerados. No hay clase media empresarial. Eso rompe el puente del desarrollo”, indica.
El costo de la informalidad
La alta informalidad no es un dato aislado: es causa y consecuencia de la precariedad. “Formalizarse en el Perú es carísimo. Y no basta con cumplir un requisito: si fallas en uno de cinco ejes —tributario, laboral, administrativo, entre otros— ya eres informal. Incluso puedes estar en un trabajo formal, pero tener elementos de informalidad en ese puesto. Es decir, hay informalidad dentro de la formalidad”, sostiene Ausejo.
Ese entorno impide que las MYPES inviertan en tecnología, en formación o en innovación. Y más aún si el emprendedor es mayor, está endeudado y carece de respaldo técnico o financiero.
“Aquí es donde la política pública debería intervenir con precisión, pero la ley de industrialización de las MYPES que se ha aprobado parte de una lógica vertical: de arriba hacia abajo. Sin fortalecer la base, todo se derrumba”, advierte.
¿Hacia una ley de industrialización de las mypes?
En ese sentido, para Ausejo, la clave está en construir una política integrada que reconozca los perfiles reales de quienes lideran las MYPES.
“La ley actual habla de industrialización, pero no contempla realidades como la economía plateada, ni cómo estas personas están invirtiendo en sus negocios sin apoyo, ni cómo la educación continua podría mejorar su productividad”, señala.
Además, propone repensar la educación continua no solo como un lujo, sino como política productiva y de bienestar.
“Si queremos MYPES más competitivas, necesitamos políticas que fomenten el reskilling —el reaprendizaje— en adultos mayores, el acceso a plataformas tecnológicas, el acompañamiento financiero y la capacitación en educación digital y empresarial”, indica.
Y lanza una alerta: “Si seguimos pensando que las políticas para MYPES deben centrarse en subsidios o créditos sin transformar el fondo —que es formación, tecnología y sostenibilidad— seguiremos produciendo deuda y frustración en personas que, irónicamente, tienen todo para aportar: tiempo, experiencia y motivación”.
La Dirección de Educación de la casa de estudio está impulsando el ‘Programa Emprende Senior: Herramientas para la Creación y Crecimiento de Negocios’ que se llevará a cabo de manera presencial para responder a estas necesidades de los emprendedores. Busca generar un espacio de aprendizaje considerando las características propias de los adultos mayores de cara a su proceso de aprendizaje y el desafío que representa gestionar un negocio.























