EE.UU. enfrenta el fin de una era: deuda pública equivale al 125% del PBI, pierde la calificación AAA y crece la desdolarización global
Las decisiones fiscales del gobierno, que recortan programas esenciales, agravan la desigualdad. Muchos analistas advierten sobre una posible pérdida de confianza en el dólar y un cambio en el orden financiero global.
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Estados Unidos, la mayor potencia económica global, atraviesa un momento clave marcado por la creciente fragilidad de su sistema financiero y un aumento acelerado de su deuda pública. A esto se suman decisiones políticas que favorecen a los sectores más poderosos, mientras se limitan derechos fundamentales.
El panorama se agravó este fin de semana, cuando la agencia Moody’s le retiró a Washington su calificación crediticia más alta, una señal de alerta que intensifica las dudas sobre la salud fiscal del país.
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“Hace años que EE.UU. no es garante de la estabilidad global, no sólo en términos económicos, sino también en el ámbito de la geopolítica y las relaciones internacionales”, sentenció Ariela Ruiz Caro, economista y analista internacional, a La República.
Y es que detrás de la guerra arancelaria de Trump, se esconde el verdadero problema de Estados Unidos: su inmanejable deuda pública que equivale al 125% de su PBI.

Moody’s, agencia global de calificación crediticia con sede en EE. UU., evalúa el riesgo financiero de países y empresas.
Un ejemplo claro del impacto que esto genera es el caso del Bank of America, uno de los gigantes financieros del país, que acumuló más de 700.000 millones de dólares en bonos del Tesoro durante la pandemia, con rendimientos cercanos al 1%. Sin embargo, el cambio abrupto en la política monetaria —con tasas de interés que se han elevado rápidamente para contener la inflación— ha devaluado estos activos hasta en un 40%, generando pérdidas no realizadas por alrededor de 100.000 millones de dólares.
Moody’s enciende las alarmas: EE.UU. ya no es "triple A"
La agencia de calificación Moody’s rebajó la nota crediticia de Estados Unidos de AAA a AA1, aduciendo que el creciente déficit presupuestario muestra “pocos signos de reducirse” y que los responsables políticos, tanto en la Casa Blanca como en el Congreso, han fallado en establecer un camino fiscal sostenible.
Este recorte ocurre en un momento en que el país debe refinanciar 9 billones de dólares en deuda este año y emitir otros 2,5 billones en nueva deuda para cubrir los gastos. La rebaja de la calificación podría traducirse en mayores tasas de interés para colocar esa deuda, incrementando a su vez el costo del servicio de la deuda, lo que podría agravar el déficit fiscal y generar una peligrosa espiral ascendente.

La deuda pública de Estados Unidos supera el 125% de su Producto Interno Bruto (PIB), según datos y análisis económicos.
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“Una rebaja de la calificación crediticia del Tesoro no resulta sorprendente en medio de un incesante gasto fiscal desfinanciado que no hará sino acelerarse”, advirtió Max Gokhman, subdirector de inversiones de Franklin Templeton. Y añadió que los grandes inversionistas están comenzando a reemplazar bonos del Tesoro por otros activos refugio, lo que podría llevar a una pérdida de confianza en el dólar estadounidense.
Ya se ven señales de esta desconfianza: los rendimientos del bono a 10 años subieron hasta 4,49% y el índice del dólar de Bloomberg se acerca a sus mínimos de abril, mientras el sentimiento entre operadores de opciones es el más negativo en cinco años.
La presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, fue más directa: dijo que la caída del dólar frente al euro refleja una “incertidumbre y pérdida de confianza en las políticas estadounidenses entre ciertos segmentos de los mercados financieros”.
Una política fiscal que apunta a los más pobres

Mike Johnson es el 56.º presidente de la Cámara y, como tal, ocupa el segundo lugar en la línea de sucesión presidencial después del vicepresidente.
En este contexto, las decisiones fiscales del Congreso parecen ir a contracorriente. El presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Mike Johnson, ha presentado un presupuesto que incluye recortes por 880.000 millones de dólares al programa Medicaid y 300.000 millones al programa federal de asistencia alimentaria (SNAP). Pese a ello, el plan no reduce la deuda pública, sino que la incrementa en 3,7 billones de dólares, debido a un paquete de recortes tributarios por 4,5 billones, orientado principalmente a los sectores más ricos.
La contradicción ha generado críticas desde varios frentes. Para muchos, esta política representa una redistribución regresiva de recursos: se recorta a los que menos tienen para beneficiar a quienes más poseen.
A las propuestas se suma ahora una iniciativa para gravar con un 5% las remesas enviadas por migrantes, medida que, aunque fue rechazada por el Comité de Presupuesto, revela una intención política clara: buscar ingresos en los sectores más vulnerables.
Riesgos estructurales: más allá del cortoplacismo
A nivel estructural, Estados Unidos está camino a romper récords históricos. Según la Oficina Presupuestaria del Congreso, el nivel de deuda pública de 125% del PIB, el más alto desde la Segunda Guerra Mundial. Moody’s proyecta que los déficits federales llegarán al 9% del PIB en 2035, impulsados por pagos crecientes de intereses, aumento del gasto en seguridad social y una recaudación insuficiente.
Incluso si los mercados no reaccionan con una venta masiva inmediata —como advierten analistas de Barclays—, el deterioro estructural ya es evidente. Y mientras China, Japón, India, Alemania, Brasil, entre otros, reduce sus tenencias de bonos del Tesoro y se refugian en el oro, el gobierno estadounidense insiste en minimizar el problema.
“Moody’s es un indicador rezagado”, dijo el secretario del Tesoro, Scott Bessent, tratando de calmar a los mercados. Pero los números parecen hablar por sí solos.
El actual contexto no puede entenderse sin revisar los antecedentes estructurales. “El punto de inflexión de la aceleración de la desdolarización podríamos ubicarlo en 2008, cuando estalló la primera crisis financiera-económica del milenio con la quiebra del banco Lehman Brothers”, explicó Ruiz Caro.

Foto: Otra Mirada
Según la especialista, la pandemia de la COVID-19 agravó aún más el desequilibrio fiscal, ralentizó el crecimiento económico y disparó el endeudamiento.
"Ello trajo aparejado el proceso de desdolarización, que es lento y será largo, pero es creciente el número de países que comercian en yuanes o en monedas locales", añadió.
Un ejemplo claro es el acuerdo de septiembre de 2023, en el que los jefes de Estado de los países de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) firmaron una declaración para fomentar el uso de monedas locales en las transacciones financieras entre sus miembros.
“Varios países de ese bloque ya han suscrito acuerdos bilaterales y trilaterales. Los BRICS también se suman a esta tendencia, pero no son los únicos”, afirmó Ruiz Caro.
El dilema de la FED y el Tesoro: deuda, tasas y recesión
La gran pregunta es: ¿cuánto margen de maniobra tienen la Reserva Federal (Fed) y el Tesoro estadounidense en este entorno de altos intereses y deuda creciente, sin provocar una recesión global?
Para Ruiz Caro, lo que está generando desconfianza y desestabilización en los mercados internacionales es “la vulnerabilidad representada por el espiral de endeudamiento de la economía estadounidense”. Señaló que, desde la crisis de 2008, el crecimiento económico de EE.UU. ha perdido dinamismo, mientras el gasto —en particular en consumo y defensa— continúa aumentando.
“Al ser la moneda de reserva mundial, hicieron uso y abuso de la impresión de dinero y de los títulos de deuda. Pero todo tiene su final y el mundo observa sus niveles de sobreendeudamiento”, advirtió. En ese escenario, si Washington quiere mantener la demanda por sus bonos del Tesoro, deberá ofrecer mayores tasas de interés, lo que —a su vez— incrementará el costo del servicio de deuda “hasta volverlo impagable”.
Ruiz Caro también cuestionó las soluciones planteadas por el actual gobierno: “Las medidas como reducir la carga impositiva a grandes empresas y empresarios no son adecuadas. Reducir el gasto afectando la educación y otros sectores sociales solo incubará malestar social”.
Riesgo para las economías emergentes
El gobierno estadounidense tiene interés en devaluar el dólar para incentivar sus exportaciones y hacer más costosas las importaciones. Es por ello que el presidente Trump presiona a la Reserva Federal para que baje las tasas de interés, a lo cual se resiste su presidente, Jerome Powell.
Aún si la Reserva Federal rebajara las tasas de interés, ello no implica necesariamente la reducción de las tasas de emisión de los Bonos del Tesoro que emite el gobierno para financiar su deuda. Y es que estas tasas se rigen por el grado de confianza que se percibe sobre la capacidad del país de cumplir con el pago de su deuda pública, lo cual se pone crecientemente en duda.
Por lo expuesto, Ruiz Caro afirmó a este diario que en este escenario es más conveniente mantener una mayor cartera en oro y girar al euro que se ha sobrevaluado en los primeros meses de este año frente al dólar.
Muchos analistas coinciden en que solo si la confianza en la política fiscal y comercial de Estados Unidos deja de erosionarse, esa tendencia en la devaluación del dólar frente al euro se revertirá. De lo contrario, si la crisis se profundiza, muchos consideran que la relación de ambas monedas podría alcanzar 1,20 euros por dólar.
¿El fin de la hegemonía financiera?
Lo que está en juego no es solo la estabilidad interna de EE.UU., sino la confianza global en su liderazgo financiero. Con un sistema bancario bajo presión, un dólar cada vez más cuestionado, una deuda en niveles históricos y políticas fiscales que profundizan las desigualdades, algunos analistas comienzan a preguntarse si estamos frente a un cambio de era.
Para muchos, el modelo estadounidense basado en deuda infinita, privilegios fiscales para los más ricos y una política monetaria ultraexpansiva sin contrapesos, ha tocado fondo.
Y la pregunta que flota en los mercados no es si vendrá la crisis, sino cuán profunda será y qué parte del mundo absorberá el impacto.
¿Cuál es la mayor fuente de deuda en Estados Unidos?
La mayor fuente de deuda en Estados Unidos es, sin duda, la deuda del gobierno federal. No obstante, desde el punto de vista de los hogares, la principal fuente es la deuda hipotecaria, que representan más del 70% del endeudamiento de las familias estadounidenses y superan los US$12 billones. Esto refleja la fuerte cultura de propiedad de vivienda en el país y la dependencia del crédito inmobiliario.
Le siguen otras formas de deuda personal, como los préstamos estudiantiles, el crédito de consumo (tarjetas de crédito) y los préstamos para vehículos.
¿Es legítimo el reloj de la deuda de EE.UU.?
El U.S. Debt Clock es una página web (usdebtclock.org) que muestra, en tiempo real, estimaciones del tamaño de la deuda nacional de Estados Unidos, así como de otros indicadores económicos y fiscales (como el déficit presupuestario, gasto en defensa, seguridad social, deuda por ciudadano, etc.).
Su propósito principal es visualizar de manera impactante el crecimiento acelerado de la deuda pública y crear conciencia sobre las finanzas del gobierno federal.





















