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Economía

Waldo Mendoza: “Me queda claro que el presidente debe gobernar los cinco años”

Entrevista al exministro de Economía y Finanzas, quien afirma que “es más sensato insistir en el crecimiento que en una reforma tributaria”.

Waldo Mendoza. “Es más sensato insistir en el crecimiento que en una reforma tributaria”. Foto: Antonio Melgarejo/La República
Waldo Mendoza. “Es más sensato insistir en el crecimiento que en una reforma tributaria”. Foto: Antonio Melgarejo/La República

Usted defiende el modelo económico, pero ¿no es momento de hacer una autocrítica?

Este modelo que vamos a llamarlo “neoliberal” permitió crecer la torta de la economía, del PBI, de una manera impresionante, como no lo habíamos tenido en la historia.

Pero no fue sostenido, porque hubo muchos baches y el crecimiento fue bajísimo...

Sabía que ibas a preguntar eso. El PBI en términos reales de este año es tres veces más que el PBI de los 90. Eso no pasó en la historia contemporánea. El conjunto de políticas, la liberalización de la economía, las políticas macroeconómicas, permitieron triplicar la torta. Y se diría, bueno, la torta creció, pero no la veo. Cuando miro el gasto público del 2020, es 14 veces el de 1990, y el modelo permitió que suba. De repente la asignación no fue la correcta, seguro debemos avanzar en otros frentes, tenemos que gastar mejor, o recaudar un poco más. Los correctivos siempre hay que hacerlos, pero cada vez que escuchamos oposición al neoliberalismo, pregunto ¿por qué modelo lo reemplazamos?

Hablar de correctivos implica que algo no se hizo bien, entre ellas, bajo crecimiento y estancamiento de la pobreza. ¿Dónde está la autocrítica?

El crecimiento fue notable en los 90 de este siglo. Con relación a la vecindad, somos superiores a pesar del modesto crecimiento de los últimos años. Eso tuvo que ver con dos o tres factores. Hemos pasado de hacer cosas exóticas a algo que nos permitió dar un salto inmenso. La minería, la agroexportación, son ejemplos lindos de política recontra intervencionista que resultaron bien. No es neoliberalismo, eso es intervencionismo. No sé cómo se les ocurrió, pero lo hicieron bien. Habría que hacer más cosas de ese tipo, con más motores de crecimiento. ¿Qué se hizo en minería? Se dieron leyes especiales, contratos de estabilidad jurídica, estabilidad tributaria, seguridad constitucional en los contratos. ¿Qué nos dio las piedras de la minería? El mercado infinito de la exportación. La agroexportación es bien parecida. Antes se exportaban US$ 200 millones por año, y a la costa se le puso enormes proyectos de irrigación, una ley de promoción agraria, se modernizó Senasa y el TLC también contribuyó, y ahora exportamos US$ 8 mil millones. Hay espacio para hacer esos impulsos, pero no en cualquier sector. Porque si es a las mypes, ¿cómo se hace? Es bien complicado. Por otro lado, a pesar de que los números del gasto destinados a salud y educación subieron enormemente, nuestro punto de partida fue tan bajo que la pandemia nos agarró casi desnudos. Es una carencia que no tiene que ver con el modelo.

Cuando habla de la suerte del presidente Castillo de tener vientos a favor, ¿no cree que el modelo también se sustentó en la buena suerte de los buenos precios de los minerales?

Por supuesto, y hay varios trabajos que dicen eso. Casi la mitad del crecimiento no tiene nada que ver con nosotros. Cuando se estudia la historia de estas décadas, los 80 fueron de mala suerte, los 90 de un poquito mejor suerte. Toledo empezó con mala y terminó con buena; Alan tuvo mucha suerte.

En su carta a Pedro Castillo dice que la principal variable que nos conecta con el mundo es el índice de términos de intercambio, la relación entre precio de exportaciones e importaciones. Si sube, buena suerte; si baja, mala suerte. ¿Con eso no se admite que la década del supuesto éxito del modelo fue básicamente un golpe de suerte, por un factor externo? Ocurrió con el auge de los minerales entre el 2003 y el 2014...

Tengo un artículo que escribí hace tiempo. “Milagro peruano, buena suerte o buenas políticas”. Y hago una evaluación de los 90 hasta el 2010 o 2011. Allí digo, este milagro es confluencia de un modelo de desarrollo que podemos criticarlo, pero que es infinitamente mejor que el que teníamos.

¿Cuál es ese indicador de buena suerte?

El canal más importante que nos conecta con el mundo es el comercial. Así como un crecimiento del precio del cobre es buena noticia, la elevación del petróleo no lo es. Cuando se ve la proyección de los términos de intercambio para este año, son los más altos desde 1974. Nadie, ningún presidente, posterior a 1974, tiene tanta suerte como el profesor Castillo. En esta figura del modelo del desarrollo, de la gestión pública, y de la suerte, nos va espectacular. El pie de página es que la inflación es un problema y viene del contexto internacional y para la Reserva Federal de EEUU la inflación ya es una amenaza, lo que quiere decir que aplicarían una política más contractiva que implica subir la tasa de interés internacional. Eso es mala suerte.

Seguimos con una bajísima presión tributaria, y eso no es de los últimos meses, viene desde atrás. ¿Por qué el modelo no generó adecuado financiamiento del Estado?

Para que el gasto público sea financiado sanamente tiene que ser con recaudación. En términos relativos subió junto con el crecimiento, junto con los precios internacionales. Por eso el gasto público real de hoy es el doble de hace 30 años. ¿Podría haber crecido más? Seguro, pero pocos países en América Latina pueden mostrar eso. ¿Se puede hacer más? Seguro, pero hay que tener cuidado cuando alguien dice vamos a subir la presión tributaria en dos o tres puntos porque no sé si lo pensó bien.

¿Y por qué?

Porque tenemos un inmenso sector informal. ¿Cuánto espacio hay para elevar significativamente los tributos? Diría, un punto y medio y date por bien servido. Como los impuestos tienen que ver con el crecimiento, es más sensato insistir en el crecimiento económico que permite más recaudación que intentar hacer una reforma tributaria. El ministro (Pedro Francke) está en ese empeño y creo que, independientemente de la calificación que se tenga sobre la reforma, el momento es complicado para que le den las facultades. Está casi perdido eso.

¿Y por qué en tanto tiempo de aplicación del modelo no se resolvió la informalidad?

No tiene nada que ver con el modelo.

¿Por qué?

El profesor Figueroa (Adolfo), uno de los grandes economistas del país, presenta al Perú como una economía dual. Un sector moderno, capitalista, con alta actividad y uno enorme de pequeños productores. Este sector moderno, capitalista, hizo asalariados al sector informal y desaparecieron en países como Chile, donde hay empresarios y asalariados y pocos informales. Cuando dicen que subirán la presión tributaria en 3 puntos, están bromeando. Con la informalidad es igualito: cuando se dice que se bajará en 10 puntos, están bromeando, porque bajarlo así significaría que ambulantes, microempresarios, campesinos, se conviertan en productivos, y su productividad, por arte de magia, va a subir. La informalidad se reduce a punta de crecimiento económico, no hay otra receta.

¿Qué le recomendaría al Gobierno y al ministro Francke?

Le diría al presidente de la república, hay que hacer una encerrona y conversar largo y tendido. Quizás con la premier y los ministros, sobre la situación económica, porque gratis, por gusto, se propició una fuga de capitales de las más grandes de la historia del Perú, provocando una elevación del tipo de cambio que agudizó el problema inflacionario, perjudicando a las personas más pobres.

Y es que también hay enfrentamiento político e ideológico. Califican al Gobierno de comunista, de terrorista, y del otro lado también, les dicen vacadores, golpistas, entre otros. Es un enfrentamiento que al país le hace mucho daño...

¿Y quién arregla eso? A mí me queda absolutamente claro que el presidente fue elegido en elecciones limpias y transparentes y debería gobernar los cinco años. Eso está clarísimo, pero para la comunidad pensante o sufrida, si estos cinco años de gobierno van a ser estos cuatro meses multiplicados por 20, está claro que estamos jodidos.