Economía

Liliana Carhuamaca: “Crecer en la pobreza me ayudó a salir adelante”

Emprendedora que aprendió a resurgir más de una vez. La COVID-19 no será la excepción.

Liliana Carhuamaca Vila (46) es una empresaria empoderada. La voz no le tiembla al recordar su infancia en Santa Anita –lejos de su natal Huancayo– donde forjó, del espejo de sus progenitores, la tenacidad para mantener a flote su empresa Industrias Textiles Peruvian Design S.A.C, dedicada al bordado computarizado en prendas.

“He sido una mujer guerrera, luchadora. Estoy orgullosa de mis raíces. Haber crecido en un hogar pobre me ha ayudado a salir adelante, a ser lo que soy: una serrana huancaína, una chola power”, afirma, y deja claro que no dará su brazo a torcer ante el Covid-19, que estropeó su actividad productiva.

A fuerza de empeño

La firmeza con la que Liliana emprendió sus primeros pasos en Gamarra ganando semanalmente S/ 25 como vendedora, allá por 1993, sigue intacta ahora que maneja su propio negocio. La pandemia tiró abajo los planes que tenía con su decena de clientes, con quienes solía tener ganancias netas de hasta S/ 7.000 quincenales.

“Todo lo que es bordado, yo misma lo hago. Hacemos para ropa y mantas para bebés, así como trusas y ropa para perritos”, explica la emprendedora, quien paralizó abruptamente sus actividades desde mediados de marzo.

“Creíamos que iba a ser por un par de semanas (la emergencia sanitaria) porque así lo dijo el presidente (Vizcarra). Hasta planeadas tenía mis vacaciones, porque un mes antes, tanto mis colaboradores como clientes, aprovechan en darse un respiro, pero no fue así. No nos dio chance de sacar los pedidos ni llevarnos ninguna máquina para trabajar desde mi hogar”, agrega.

Acentuada la pandemia y reabierta la economía, el taller de bordados de Liliana redujo sus ingresos a cifras que oscilan entre S/ 500 a S/ 2.000 quincenales. “Trabajamos a lo mucho con tres clientes y, de mis tres máquinas, solo operan dos”, recapitula.

Los embates del coronavirus revelan el temple de Liliana, quien abrió su negocio de bordados en el 2012 junto a un puñado de talleres y tres tiendas, llegando a facturar hasta S/ 15.000 quincenales al ampliar su red de ventas hasta Venezuela.

Y es que en el 2014 sufrió una caída fatal tras empeorarse la situación en el país llanero por el cierre del Cadivi, órgano regulador de divisas entre importadores y exportadores. “Todo mi esfuerzo se fue al tacho. Cien mil dólares al agua que no pude recuperar. Se quedaron allá mis cuentas y aquí engendré deudas”, lamenta, ya que tuvo que deshacerse de los otros negocios.

“Me puse fuerte. Por mis tres hijos, sabía que no podía caer”, recuerda de su primera pérdida, aplicando este mantra para la actual emergencia.

Persistencia

La reactivación de Gamarra impactada por el Covid-19 no vino ni vendrá de la mano con la demanda, pero Liliana está agradecida con lo que tiene y reconoce que está alargando los S/ 30.000 que recibió del FAE-Mype para solventar el pago a sus empleados y el alquiler del local, que le causó más de un dolor de cabeza por los cobros pese a que no operaron poco más de dos meses.

“Estoy parada, afrontando (la crisis) bien ‘macha’. Lo del FAE lo tengo guardado bajo el colchón para ver si es que algo más va a pasar. En caso la situación empeore, tendré que llevarme las máquinas y cerrar el negocio para seguir confeccionando y vendiendo desde mi casa”, sostiene.

Otro canal de ingreso que le ha permitido llevar el pan a casa durante estos meses es el Market Place de Facebook. Allí, Carhuamaca oferta algunas casacas y buzos que ella misma diseña y encarga a un taller en Puente Piedra.

“Se pudiera decir que me estoy salvando con estos diseños. Yo misma me encargo de repartirlos, dado que acá me encargo de lo administrativo. A veces se venden 100 a 200 prendas (en el canal digital) y me suelo llevar hasta S/ 300. Es poco, pero es algo que te cae y sirve”, agrega.

Rendirse no es una opción para Liliana, quien no accedió a Compras MyPerú al considerar que “el Gobierno la pone muy difícil con requisitos que exigen una sobreinversión de tiempo y dinero”, sigue a flote con su cartera limitada de compradores y apuesta por la venta online. “Tengo la esperanza, pese a que todo está perdido porque ni se puede salir del país, de una completa recuperación”, concluye.

A destacar

Especialidad. “Todo lo que es bordado, yo misma lo hago”, explica Liliana, quien en dos días puede producir hasta 10 mil prendas manteniendo activas solo dos de sus tres máquinas.

Pura práctica. “Todo lo aprendí en la calle. Desde la confección y la venta, hasta llevar las facturas y las cuentas de los trabajos que realicé”, resume la empresaria huancaína, quien es el soporte de sus tres hijos.

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