Cultural

Belinda Palacios: “La clave para escribir literatura infantil es escribirle a tu niño interior”

Literatura infantil. Belinda Palacios Patow, autora de las novelas infantiles Niñagordita y Myra O’Connor y el primer Halloween, apuesta por una literatura que trata a los niños como lectores capaces de entender el mundo tal como es. Desde Francia, reflexiona sobre sus influencias, la infancia como espacio literario serio y el valor de escribir con honestidad.

Belinda Palacios Patow presentó su nuevo libro infantil Myra O’Connor y el primer Halloween. Imagen: Difusión
Belinda Palacios Patow presentó su nuevo libro infantil Myra O’Connor y el primer Halloween. Imagen: Difusión

Inspirada en los libros que marcaron su infancia y decidida a escribir historias que no subestimen a sus lectores más jóvenes, la escritora e investigadora peruana Belinda Palacios Patow encontró un espacio propio dentro de la literatura infantil. La República conversó con ella sobre su más reciente publicación, Myra O’Connor y el primer Halloween (Penguin Kids), una historia que, al igual que su primer libro Niñagordita (Negra Ediciones), se atreve a hablar con honestidad sobre temas como la muerte, la migración y el miedo, sin renunciar a la fantasía ni al asombro.

Aunque hoy vive lejos de su país liderando el equipo de escritores de MIKI Entertainment en Nueva York, Estados Unidos, Belinda continúa construyendo una trayectoria sólida como autora, académica y narradora. En un momento en el que la literatura infantil peruana comienza a abrirse paso con mayor fuerza, su obra se suma con una propuesta que entiende la infancia como un espacio serio, complejo y, sobre todo, humano.

-En tu reciente libro se nota la influencia de Roald Dahl, por esos temas infantiles que, sin embargo, no evitan lo crudo de la vida. Esa mezcla aparece con más frecuencia en la literatura infantil antigua.

-Roald Dahl es una referencia clarísima. Era muy fan, y en particular Las brujas fue un libro que leí de niña, volví a leer de adulta y me sigue gustando tanto como la primera vez. Además, por haber sido una niña lectora, no siempre leía textos adaptados a mi edad. Eso también influye, porque nunca quise escribir un libro que “protegiera” al niño lector o que se quedara en lugares comunes solo por ser literatura infantil. También La historia interminable de Michael Ende fue fundamental. Tiene esta idea de viajar a otro mundo, presente en muchos de los libros que más me marcaron. Definitivamente tengo una obsesión con el viaje como forma de transformación.

—¿Por qué enfocarlo desde la mirada de una niña?

-Porque creo que a los niños les gusta leer sobre niños. O al menos, a mí me pasaba eso: me interesaba mucho más lo que le ocurría a un personaje infantil, porque podía identificarme con él. Hay algo muy poderoso en verse reflejado en un personaje que vive aventuras, toma decisiones y actúa con heroísmo.

—Muchos libros infantiles tienden a suavizar los temas o evitar la incomodidad. Pero tú no lo hiciste. ¿Por qué tratarlos de forma tan directa?

-Porque traté de escribir un libro que, a mí, como niña, me hubiera gustado leer. Y los libros que más me marcaron fueron precisamente los que trataban temas más profundos, más humanos. No necesariamente “temas adultos”, pero sí cuestiones que te hacen reflexionar y te conmueven. Es un homenaje a esos niños lectores que no solo buscan entretenimiento, sino también historias que les hablen con honestidad y los respeten. Temas como la enfermedad, la muerte, el duelo, el hambre, la migración o la identidad no son exclusivos de los adultos: son universales.

 Myra O’Connor y el primer Halloween. Créditos: Jesús Aliaga

Myra O’Connor y el primer Halloween. Créditos: Jesús Aliaga

—¿Cómo fue escribir sobre la muerte desde la mirada infantil?

-No sé si tengo una fórmula, pero lo que hice fue meterme completamente en el personaje. Me imaginé ahí, en los camarotes, frente a la litera, viendo a su padre apagarse. Traté de ser lo más honesta posible al mostrar cómo una niña de 10 años podría experimentar la muerte de su padre en esas condiciones. En algún momento me pregunté si estaba siendo demasiado dura, pero luego pensé en historias como El rey león o Bambi, que también abordan la pérdida de una figura parental. Si al final la editorial consideraba que no era adecuado, ya se vería.

—Si evitamos hablar de estos temas con los niños, puede ser incluso más peligroso.

-Sí, totalmente. La muerte forma parte de la vida. Y los niños lo saben, lo perciben. Creo que entienden mucho más de lo que creemos. A veces olvidamos que, cuando éramos niños, también comprendíamos muchas cosas y nos frustraba que nos trataran como si no pudiéramos hacerlo.

—Otro gran tema del libro es la migración.

-Yo también migré. Me fui del Perú a los 21 años para vivir en Europa, y esa migración fue esencial para descubrirme a mí misma, construir mi identidad, equivocarme y reconstruirme. Cuando corregía el libro en pruebas, me di cuenta de que, sin querer, me estaba hablando a mí misma. Volqué mucho de mi propia historia en Mira. Estaba explorando mi historia sin darme cuenta.

—Los personajes que en tu libro son mayoritariamente niños encuentran refugio no en el mundo adulto, sino entre ellos.

-Creo que muchas de las cosas negativas, como la discriminación, el miedo al otro o el rechazo, son aprendidas. Los niños no nacen con eso: lo heredan. Cuando Mira llega a este grupo de niños huérfanos, me pareció que era el lugar perfecto para que encontrara protección. Quise explorar cómo los niños pueden aceptar cosas que los adultos no. Si alguien les dice la verdad, pueden aceptarla sin juzgar. Me pareció un gesto muy hermoso. Una sociedad funciona bien cuando cada persona aporta desde su diferencia. Esa era una idea que quería dejar.

—¿Qué opinas de quienes piensan que la literatura infantil debe centrarse solo en “temas de niños”?

-Creo que hay edades y etapas. Tal vez no hablaría con un niño de cuatro años sobre la posibilidad de que su madre muera en el parto. Pero a partir de los ocho o nueve años, no hay razón para subestimarlos. Si un niño de esa edad quiere leer este libro, probablemente conecte con los temas que plantea. Y puede generar conversaciones con sus padres. No hay que tener miedo a las preguntas.

—¿Crees que hoy la literatura infantil es aún más importante?

-Sí. En especial si no la usamos para infantilizar, sino para abrir espacios de pensamiento. Al escribir, revisaba el lenguaje, claro. A veces pensaba: “Este capítulo está muy complejo, las frases son largas, el discurso denso”. Entonces lo retrabajaba, simplificaba, pero sin suavizar el tema. Y bueno, hay algo que no sé si debería decir, pero lo diré: siento que con tanta corrección política también ha llegado una especie de sobreprotección. Y claro que hay que cuidar a los niños, pero no subestimarlos. Esa es la palabra clave.

—¿Este libro lo escribiste solo para tus lectores, o también para ti misma?

-Me pasó algo muy particular. Estaba en la etapa de corrección de pruebas y un personaje le dice al otro: “Tienes que confiar en ti. No importa que te hayas equivocado”. Y fue como un golpe. Me di cuenta de que había escrito todo el libro para decirme eso a mí misma. Estaba en una etapa personal muy difícil. Muchas cosas me habían salido mal, tenía decisiones por tomar. Estaba cuestionándome muchas cosas. Y de pronto noté que había escrito una historia para recordarme que equivocarse es parte del proceso y que hay que seguir confiando en uno mismo.

—¿Escribir para niños fue también una forma de sanar como adulta?

-Completamente. Creía que estaba escribiendo una historia sobre brujas, Halloween, el inframundo… y en realidad me estaba hablando a mí misma. Por eso hay tantos temas adultos en el libro: porque lo escribí desde un lugar muy honesto, muy personal.

—¿Y crees que esa es la clave para escribir literatura infantil auténtica?

-Sí. La clave para escribir literatura infantil es escribirle a tu niño interior. Escribir desde ese niño que aún habita en uno y que te dice: “Esto sí, esto no”. Esa voz es la brújula. Si le gusta a ese niño que fuiste, probablemente les gustará a otros niños también.

—La literatura infantil nacional aún es muy subestimada. ¿Cómo ves el panorama?

-Falta mucho por hacer. Necesitamos más espacio para nuevas voces y propuestas distintas. No sé si la solución sean premios o estímulos económicos, pero algo hace falta. Escribir toma tiempo y muchas veces no se remunera. Entonces, ¿cuándo escribimos? ¿Quién puede darse ese lujo? Hay muchas historias que se pierden por falta de tiempo para escribirlas. Necesitamos condiciones que permitan que esas voces se escuchen.

—¿Y cómo se ve desde Europa?

-Vivo en Francia y aquí la industria de literatura infantil es inmensa. Hay muchísimos libros ilustrados, novelas gráficas, ferias del libro especializadas, y no solo en París, sino también en regiones. Está mucho menos centralizado. Es una industria muy desarrollada. Aunque no estoy muy conectada con el mercado francés porque escribo en castellano, sí veo el contraste. Son lecciones que podemos aprender.

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