La tumba de las luciérnagas: revive el adiós a Setsuko y el deseo final de Seita
“21 de septiembre de 1945, la noche que morí”, es la frase que nos llevó por una de las historias más tristes de Studio Ghibli.
Referirse a Studio Ghibli es hablar de cine de calidad, historias únicas y sentimiento en cada una de sus escenas. Esto fue exactamente lo que representó en La tumba de las luciérnagas Isao Takahata, célebre director de míticas historias como Heidi y Marco.
Si bien las películas de Hayao Miyazaki gozan de gran popularidad entre los fans, la cinta que dirigió su compañero se ha ganado un espacio en el corazón de cada persona que la ve. Basada en un hecho real, nos recuerda de principio a fin las trágicas consecuencias de una guerra. A 32 años de su estreno, es un largometraje para recordar.
Estrenada en 1988, Hotaru no Haka nos presenta a Seita y Setsuko, dos hermanos que sobreviven a los bombardeos que perpetró la aviación estadounidense en la ciudad de Kobe. Con su padre, oficial de la Armada Imperial Japonesa en combate y su madre muerta, ambos deberán hacerle frente al abandono, el hambre y el olvido de una sociedad que los rechaza.
De entre todas las escenas, los últimos 20 minutos de La tumba de las luciérnagas son para no parpadear. Aquí vemos a un desesperado Seita en busca de comida y a una Setsuko enferma. Tras confirmar la muerte de su padre, el joven se da cuenta que han quedado completamente solos.
Seita regresa con su hermana y le ofrece comida. Sin fuerzas, ella toma una sandia y descansa. Escenas después se confirma lo que el espectador cree: Setsuko muere. El joven la crema y vemos que, de alguna manera u otra, la niña se convirtió en una luciérnaga.
La película tiene un final para el recuerdo. Seita al quedar solo se va a la estación del tren y, con el paso del tiempo, muere. Solo después de eso es que él y su hermana se encuentran y pueden ver finalmente a un Japón moderno y libre del horror de la guerra.