Preocupa, si esto sigue así, lo que vendrá después de PPK. ¿A quién dejará las puertas de Palacio abiertas, qué fuerzas ocuparán el podio desde donde se relata la historia oficial, desde donde se definen los paradigmas y se diseña el camino hacia nuestro futuro? La campaña de PPK fue teñida de un desprecio por la política. Lo sabemos. También sabemos que en la recta final, la etapa crucial, el motor de su victoria fue esa inyección de política aplicada de hecho contra la voluntad de muchos de los que tomaban las decisiones (en general malas, muy malas) en esa campaña. Quizás no lo entendieron así, pero su victoria tenía que ver poco con ellos y mucho con el país que la mayoría de peruanos deseamos y merecemos. Y con una certeza unificadora además: no queremos un gobierno del fujimorismo y el retorno a lo que ellos representan (ver el comportamiento de su bancada en el Congreso). No entenderlo hoy, sin embargo, supone miopía, necedad y un sentido de autosuficiencia muy típico de dictaduras bananeras en que la lectura de la realidad es una impermeable, inflexible y estrecha. Pero tengo la esperanza, pues vi de cerca lo que ocurrió en esa campaña, de que gentes nuevas, que valoren la política, la comprendan y la sepan emplear, comiencen a tener acceso al presidente para que, blindando a la democracia, modificando el modelo de gestión, ampliando la capacidad del ejecutivo de entender el país, se le instale por fin una agenda, una mirada grande, un norte, un propósito al Perú. Business as usual, no va más. ¡Despierta, despierta, PPK!