El crimen de la abogada. El vigilante Santos Bartolo revela cómo actuó la parricida Elizabeth Espino. El día del crimen la joven estaba muy serena y pudo convencer al vigilante del edificio para que dejara su puesto hasta en dos ocasiones. Doris Aguirre. Sin la declaración de Santos Bartolo Baylón, vigilante del edificio donde vivía la abogada Elizabeth Vásquez Marín, la identificación de los asesinos pudo haber demorado mucho más tiempo, reconocieron a La República agentes del equipo de la División de Homicidios que participaron en el caso. Santos Bartolo dio la clave a la policía sobre el extraño comportamiento de la hija de la letrada, Elizabeth Espino Vásquez, la noche del asesinato. Santos Bartolo relató a La República cómo ocurrieron los hechos que derivaron en la cruel muerte de Elizabeth Vásquez a manos de su propia hija, su novio, Fernando González Asenjo, y el amigo de la pareja, Jorge Cornejo Ruiz. El vigilante concluye que la joven Elizabeth Espino no parecía haber sido manipulada por nadie sino que cumplió con extrema frialdad el papel que le correspondió para consumar el brutal parricidio. “Actuó con tanta decisión que me convenció para que yo dejara hasta en dos ocasiones, y en la misma noche, mi puesto de vigilancia”, dijo Santos Bartolo: “Ella me engañó para que los asesinos de su madre ingresaran en el edificio para cometer el crimen y sacar el cadáver”. Hasta el último detalle “A las 8 y 30 de la noche bajó de su departamento Elizabeth Espino y me pidió que le hiciera el favor de ir a la farmacia para que le comprara unas pastillas porque, según me dijo, estaba sufriendo fuertes dolores menstruales. Yo le dije que no podía salir de mi puesto. Pero ella me insistió, me rogó, hasta que acepté. De verdad parecía que sufría mucho porque se tocaba el vientre, se doblaba y hacía muecas de dolor. Me convenció y me fui a la farmacia”, explicó Santos Bartolo Baylón, de 25 años, natural de Cajamarca. Bartolo conocía bien a la estudiante, a su novio Fernando González y al amigo de ambos, Jorge Cornejo, porque trabajaba hacía tres años en el edificio. Por eso le sorprendió que Elizabeth Espino le pidiera un favor porque nunca antes lo había hecho. “Me habré demorado unos diez minutos y le entregué las pastillas. Ella subió de inmediato a su departamento del piso 13. Yo no sabía que mientras me había ausentado ella dejó entrar a Fernando González y a Jorge Cornejo”, señaló. Luego, aproximadamente a las dos de la madrugada, Elizabeth Espino reapareció en el primer piso, pero esta vez para decirle que por encargo de su madre le comprase sánguches en “Mi carcochita”, restaurante ubicado a cinco cuadras del edificio. “Me demoré en regresar por lo menos unos 20 minutos”, dijo Santos Bartolo. La muchacha despachó a Bartolo hasta “Mi Carcochita” porque sabía que iba a demorar lo suficiente para que sus cómplices pudieran sacar el cuerpo de la víctima hasta la cochera e introducirlo en la maletera. Pero los asesinos no contaban con que el vigilante controlaba la puerta de salida de los vehículos, así que tuvieron que esperar que retornara. “Cuando volví y le entregué los sánguches, Elizabeth Espino me dijo que le abriera la cochera. Yo le dije para qué. Y ella me contestó que su mamá quería ir a su oficina porque se había olvidado unos papeles que necesitaba al día siguiente para un trabajo. Estaba de lo más tranquila y decidida. Y, efectivamente, salió el vehículo pero no pudo ver al conductor. Yo no sabía que en el carro estaba el cadáver de la doctora Elizabeth Vásquez”. Claves Romance. Elizabeth Espino asegura que ya no era pareja de Fernando González desde hacía cinco meses, pero el vigilante Santos Bartolo Baylón sostiene que, por el contrario, continuaron el romance. Juergas. “Cuando la abogada salía de viaje, Elizabeth hacía fiestas hasta altas horas de la noche, se emborrachaban, hacían escándalo. Les tuvo que llamar la atención”, dijo Santos Bartolo. Mancha. Bartolo afirmó que a las juergas era frecuente la presencia de los asesinos.