
Un fuerte terremoto de magnitud 8,7 en la escala de Richter, registrado el pasado martes 29 de julio a 136 kilómetros de la ciudad rusa de Petropavlovsk-Kamchatsky, ha generado una cadena de reacciones en varios países del Pacífico, incluido el Perú. La alerta de tsunami activada por las autoridades obligó al cierre preventivo de 126 puertos a lo largo del litoral y encendió las alarmas entre miles de ciudadanos, especialmente en regiones del norte del país.
En lugares como Callao, la Costa Verde y Tumbes, las sirenas de alerta y los mensajes emitidos en los teléfonos móviles advirtieron del peligro inminente, generando temor entre pescadores, comerciantes y residentes de zonas costeras. Aunque las olas generadas por el evento no superaron los tres metros de altura en el Pacífico sur, el riesgo de afectaciones estructurales ha sido una gran preocupación entre especialistas y autoridades.
El ingeniero Fredy Morán, presidente de la Comisión de Gestión de Riesgos y Desastres del Colegio de Ingenieros del Perú (CIP Lima), fue enfático al señalar que las principales afectaciones no provendrán del tamaño de las olas, sino de la vulnerabilidad estructural de miles de viviendas construidas cerca al mar.
“Las viviendas en mal estado o construidas de manera informal, sin criterios técnicos adecuados, son las más propensas a sufrir daños”, delcaró. Incluso en regiones como Piura, Lambayeque y La Libertad, la situación es particularmente delicada.
La mayoría de estas edificaciones están ubicadas en zonas de alto riesgo, muchas de ellas asentadas en terrenos que no cuentan con una planificación urbana ni medidas de protección frente a desastres naturales.
Una reciente investigación realizada por la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), mediante drones y análisis espacial, reveló que en el distrito limeño de Ancón, un 30% de las estructuras cercanas al litoral presentan un nivel alto o muy alto de vulnerabilidad ante un tsunami. Esta cifra evidencia la fragilidad de las edificaciones y la urgencia de implementar planes de mitigación efectivos.
Fredy Morán explicó que el monitoreo constante y el fortalecimiento de los planes de evacuación son fundamentales para enfrentar futuros eventos similares. “En algunos lugares, incluso las viviendas han sido levantadas sin ningún tipo de criterio técnico”. Esto genera un panorama preocupante frente a una amenaza como esta. No es solo un tema de altura de olas, sino de preparación y planificación urbana, advirtió.
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El exministro de Defensa, Jorge Nieto, fue aún más crítico respecto a la capacidad del país para enfrentar catástrofes de gran escala. “No tenemos los recursos suficientes ni la infraestructura adecuada para responder a un desastre de esta magnitud. Construimos donde no se debe, como en quebradas o muy cerca al mar. Lo mismo ocurre con los huaycos y ahora con los tsunamis”, afirmó.
Nieto también señaló la necesidad de implementar un sistema de prevención más robusto, con tecnología adecuada y centros de monitoreo como los C5 (Centro de Control, Comando, Comunicación, Cómputo y Calidad), capaces de coordinar acciones entre diferentes niveles de gobierno. “La previsión no es nuestro fuerte, pero es urgente cambiar eso si no queremos lamentar una tragedia mayor”, dijo.
Las autoridades peruanas, en coordinación con las Fuerzas Armadas y la Marina, activaron los protocolos de evacuación en zonas vulnerables, especialmente en el litoral norte del país. Si bien en lugares como la Costa Verde no se esperaba un impacto devastador por la altura limitada de las olas, la evacuación preventiva fue considerada una medida necesaria para evitar riesgos, según el vocero del CIP Lima.
Además, explicó que la forma correcta de evacuar en estos casos no es huir de manera desordenada, sino contar con planes claros de desplazamiento hacia zonas altas. “Es clave que los distritos costeros incluyan rutas de evacuación bien definidas en sus planes de emergencia. No basta con correr hacia el este, sino saber exactamente a qué punto seguro dirigirse”, puntualizó.
El epicentro del terremoto se registró en el norte del océano Pacífico, lo cual llevó a que las primeras zonas alertadas fueran países como Colombia y Ecuador. Posteriormente, el Perú, al encontrarse más al sur, quedó en la ruta de las olas residuales. Según expertos, este factor ayudó a reducir el impacto potencial del tsunami en nuestro litoral.
Sin embargo, la alerta sirvió como recordatorio de las deficiencias estructurales y de planificación en muchas zonas costeras del país, donde se siguen construyendo viviendas en áreas de alto riesgo y sin supervisión técnica.
Aunque en esta ocasión no se registraron daños de gran magnitud, el evento debe tomarse como una advertencia clara. La necesidad de mejorar la infraestructura, establecer planes de evacuación bien estructurados y reforzar el monitoreo constante en zonas costeras no puede seguir postergándose. Esto es clave para ambos expertos.
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