Esta semana se conoció en la región Loreto el caso de una menor que fue abusada desde los 7 años. Su historia indigna, duele y plantea un pronto debate sobre las políticas de prevención y atención de estos casos por parte del Estado, pues la cifra de niñas madres crece cada año.
Solo entre enero y el 1 de junio del 2023, hubo 364 nacimientos cuyas madres tienen entre 11 y 14 años, según el Sistema de Registro del Certificado de Nacido Vivo (CNV).
La cifra podría ser mayor, pues no hay en el país un sistema estadístico confiable y muchos casos que ocurren en las regiones no son registrados. Lo mismo sucede con los casos de abuso sexual. No todos son denunciados por temor a que las víctimas sean criminalizadas.
De acuerdo con el registro del Centro de Emergencia Mujer (CEM), en el primer semestre de este año hubo 10.191 niñas, niños y adolescentes víctimas de violencia sexual (el 93% de sexo femenino y 7% masculino). En promedio, 2 niñas son violadas cada hora en el Perú.
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Y los abusos aumentan a medida que crecen las niñas. Del registro de casos de mujeres menores abusadas (9.429), también surge que 453 tienen entre 0 y 5 años, 2.233 han cumplido entre 6 y 11 años, y 6.743 tienen entre 12 y 17 años.
El MIMP precisó que los Centros de Emergencia Mujer atendieron -de enero a junio- 6.092 casos de violación sexual (4.031) a menos de 0 a 17 años, lo que representa un 66.3%) y 14.500 casos de violencia sexual, de los cuales 10.191 (70.3%) corresponden al rango de la misma edad).
Valeshka Pinedo, psicóloga de la Oficina de Relaciones Humanas y Sociales del Ministerio del Interior, señala que la mayoría de los agresores son del ámbito de confianza de la víctima, ya sean familiares o conocidos.
Y de los que tienen un vínculo familiar, el padre es el principal agresor y luego el padrastro, seguidos de otros familiares.
Refiere que el círculo de la violencia empieza en los hogares, de hombres que vienen de hogares donde han sufrido maltrato y toda clase de abusos. “La salud mental nunca ha sido atendida para contener a estos agresores que han crecido con esos traumas y muchos terminan con rasgos de psicopatías o sociopatías. Otros factores son el patriarcado y el machismo”.
Ahora bien, en lo que se refiere al ámbito de los agresores, de acuerdo con el Observatorio de Criminalidad del Ministerio Público, del 2017 al 2022 ese organismo recibió más de 25.000 denuncias por violación sexual contra menores de edad, pero solo se dictaron 155 sentencias.
En las cárceles del país, según el registro del Instituto Nacional Penitenciario, hay 10.742 violadores de menores de edad. Es decir, el 11,78 % de la población penal. De ellos, 3.025 están procesados y 7.717 han sido sentenciados. Además, permanecen presos 2.693 internos por actos contra el pudor en agravio de menores de 14 años.
El martes 8 de agosto, la Segunda Sala Penal de Apelaciones de Ica confirmó la sentencia de Leandro Luis Hernández Barrios (23) a la pena de cadena perpetua por violar a una menor. Un día después, el Juzgado Penal Colegiado de Coronel Portillo, Ucayali, condenó a 20 años de prisión a Erick Perceo Ramírez Melendez (35) por ser autor del delito de violación sexual de una menor de menor de 10 años de edad; dos sentencias en medio de miles de casos.
El abuso sexual por definición tiene que ver con el poder. La coerción y la asimetría de poder entre el adulto y el menor son factores fundamentales en el origen del abuso sexual.
La asimetría está basada en la diferencia de edad y la vulnerabilidad, lo que produce una sumisión y dependencia del menor, lo cual impide a este último participar en un verdadero intercambio y decidir libremente sobre su cuerpo.
“Las mujeres no son las únicas que sufren violencia en las sociedades patriarcales. Los niños, niñas y adolescentes también son víctimas de maltratos y abusos, pero es difícil levantar la voz a esa edad”, dice la psicóloga Valeshka Pinedo.
Sobre todo, porque los atacan las personas que se supone deben cuidarlos y protegerlos.
La mayoría de los abusadores no alcanzan una madurez psicosocial y tienen dificultades en sus relaciones; no son capaces de establecer relaciones equilibradas.
Mediante sus acciones disimulan sentimientos arraigados de odio, miedo y/o envidia hacia los que ejercen el poder, con quienes se identifican, coqueteando con ellos.
Son infantiles y presentan dificultades para lograr una vida amorosa adulta y la formación de una familia. Tienen una representación perturbada de la masculinidad, caracterizada por rasgos de poder, fuerza y dominación. Poseen fantasías de éxito y degradan a otros para engrandecerse a sí mismo.
Análisis. En líneas generales, las menores abusadas pertenecen a familias con carencias afectivas serias que los hacen vulnerables, por lo que el tipo de clima creado por los abusadores las convierte en presas fáciles, señalan los expertos.
Cifras de la violencia contra menores en el Perú. Foto: Óscar Chumpitaz/La República/Info: Alem/Fuente: Ministerio Público/INPE/Minsa