Nada. Nada los detiene. Es por gusto. Juan Roberto Muñoz Pinto, alcalde de Socabaya no esperó un mes para demostrar que los políticos en el Perú son y seguirán siendo de la misma calaña. Que les interesa un comino la democracia, la decencia, la honestidad, la ética.
La referida autoridad estrenó su cargo instalando en el municipio un jacuzzi y una máquina trotadora. Tal cual. Atrapado en falta, demostrando extrema conchudez, le echó la culpa a un funcionario que el mismo nombró.
Hace tres semanas, el burgomaestre de la municipalidad provincial de Arequipa, Víctor Hugo Rivera Chávez, ante la interrogante de un periodista que lo trató de señor, respondió: “Soy el alcalde, no el señor Rivera”.
PUEDES VER: Arequipa: Socabaya, el munipicio del jacuzzi, la trotadora y los millones de canon minero
Y cuántas otras autoridades regionales y ediles, recién estrenadas en el cargo, ya no habrán hecho de las suyas, limpiándose en esta democracia peruana. De hecho, que se debe criticar la violencia que se respira en calles y pistas, pero finalmente qué es lo que reclama la población. ¿No es acaso el hastío contra una clase política cuyo estilo de vida es la corrupción? Cuántas centurias ha vivido la nación, en la que las autoridades usaron el poder para robarnos.
Y como la excepción es que la cárcel sea el destino de estos inmorales, hacen lo que les da la gana. Llegaron al poder para expresar lo que en el fondo son. Y eso tiene que seguir preocupándonos, para los que aún pensamos en la nación peruana, los que creemos que la patria es posible, los que no renunciamos a la fe de construir una república con la que soñaron otros como nosotros y, como, ojalá, los que vengan y lo hagan realidad.